Felices y alegres amamos la vida y todo lo que en ella se manifiesta.
Observamos sus innumerables colores, escuchamos las melodías de la naturaleza que logramos percibir a nuestro alrededor a pesar del caótico fermento humano que procede ruidoso y desarmónico en total automatización.

Una humanidad a la deriva hacia la aniquilación. Una masa humana sin conciencia dedicada al sufrimiento, al dolor, a la desesperación, gobernada y dominada por hombres sin escrúpulos que poseen el mundo. En un juego enfermo entre víctima y verdugo, el reloj de arena cuenta su tiempo entre la vida y la muerte. Rico, pobre, sano, enfermo, quien sufre y quien violenta respira bajo el mismo cielo. Noticias nefastas llegan cada día.
¿Dónde nos hemos perdido? ¿Cuándo? ¿Por qué?
La bóveda celestial nos recuerda que respiramos bajo el mismo cielo y el manto estrellado nos proyecta hacia mundos lejanos donde todo es paz y armonía.
Olvidando nuestra identidad hemos perdido el camino refugiándonos en nuestro egoísmo, cerrando los brazos y desconectando nuestras raíces de la Madre que nos ha engendrado. Nuestros ojos se han vuelto ciegos y nuestro corazón se ha vuelto duro. Así hemos olvidado que nuestra patria es el cosmos y que los seres que lo habitan son nuestros hermanos y hermanas.

Durante milenios, mensajeros del cielo han caminado entre nosotros para iluminar nuestras conciencias. Pero el advenimiento del hombre Dios marcó el último tiempo. Su paso real sembró en la Tierra los brotes de una nueva era. Y ese amor incomprensible fulguró para siempre nuestro espíritu. Tocamos Su manto mientras pasaba y estábamos vivos. Su misteriosa alquimia liberó nuestros ojos del velo de la ilusión y la Llama Sagrada se apoderó de nosotros. Y vivimos a lo largo de los siglos reencontrándonos y reconociéndonos como los renacidos de aquel Nazareno.

El valor de la gracia ha embriagado nuestro corazón de vida en vida.
Llevados por el viento de la fe en el jardín del sagrado despertar, todo se vuelve sencillo. Caminamos ligeros. Extasiados por la alegría del espíritu recorramos nuestro camino al servicio de la Causa que nos ha llamado.
En la alternancia de las estaciones de la vida llega también el momento de la prueba.
En la dimensión de la dualidad la Ley impone la experimentación de los dos estados. Como una ola que toca el fondo para tomar fuerza y alcanzar el ápice de su ascenso hacia una continua evolución. Entre una lágrima y una sonrisa.
Y es en el momento de la prueba que la presión del mundo de repente cae sobre nosotros y como un huracán intenta barrer nuestras antiguas certezas. Solos con nosotros mismos luchamos nuestra batalla contra el antiguo enemigo que intenta insinuar la duda, susurra pensamientos perversos, infunde miedo, exalta el cansancio, la arrogancia, la victimización, los celos, escondiéndose detrás de la alternancia de los estados cambiantes del alma, tratando de hacer vacilar nuestra fe.

La fe es un don del Cielo. La voluntad es el valor que la sustituye en el momento de la prueba.
La comunión de los espíritus unidos en Cristo el arma contra el enemigo.
En cambio, la acción, el pensamiento y la oración constantemente activos en la Causa representan el escudo que aleja al tentador.
Este es el momento más importante del peregrino en su camino espiritual.
El Getsemaní.
Nuestro Maestro Jesucristo fue dejado solo por Su Padre en el momento más dramático de su vida, traicionado, humillado, azotado, crucificado y luego resucitado para demostrarnos a todos que la muerte se puede vencer. Él, certeza de la vida, esencia de la verdad, nos ha llamado por el camino estrecho, el camino del olvido de nosotros mismos por el prójimo, del dejar todo para servir a la Causa, el camino del coraje, de la coherencia, de luchar hasta dar la vida en apoyo a los justos, por el rescate de los últimos y la libertad de los pueblos, el camino de la humildad y de la tolerancia, del altruismo y del servicio.
El camino más difícil, pero el único que nos elevará hacia la libertad del espíritu, la conciencia de la eternidad y el gozo infinito del amor divino.
Con devoción
Vuestra
Sonia Alea
6 de mayo de 2024