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agua_01AGUA: DERECHO HUMANO, NEGOCIO NEOLIBERAL
Diariamente mueren de sed 6.000 niños que no son noticia y alrededor de 18 millones de niños dejan de asistir a la escuela porque deben buscar agua a 5/10 kilómetros de distancia de sus hogares.
En el mundo contemporáneo no existe un tema más importante que el del agua dulce. De ella depende la sobrevivencia de la cadena de la vida y, por consiguiente, de nuestro futuro.
El agua puede ser motivo de guerras como de solidaridad y cooperación entre los pueblos. Es extremadamente abundante y, al mismo tiempo, extremadamente escasa.
Hay un 97 por ciento de agua salada y un tres por ciento de agua dulce. De esta, sólo el 0,7 por ciento es accesible al uso humano. La renovación de las aguas se estima en 43.000 kilómetros cúbicos anuales, mientras el consumo total es de 6.000kilómetros cúbicos.
Aunque esto indica superabundancia de agua, su distribución es desigual: el 60 por ciento se concentra en nueve países, mientras 80 países padecen escasez.
Un poco menos de mil millones de personas consumen el 86 por ciento del agua  disponible, que en cambio es insuficiente para 1.400 millones, mientras para 2.000 millones, por falta de tratamiento, es causa del 86 por ciento de las enfermedades comprobables.
Se calcula que hacia 2032 cerca de 5.000 millones de personas estarán afectadas por la crisis de este vital elemento.
El problema no es su escasez sino su manejo en relación a las necesidades humanas y de los demás seres vivos. Lo cierto es que el agua se ha convertido en un bien costoso. Como nos rige una economía de mercado que transforma todo en mercancía, estamos asistiendo a una carrera mundial por su privatización.
En ella compiten corporaciones transnacionales como las francesas Vivendi y Suez-Lyonnaise, la alemana RWE, la inglesa ThamesWater y la estadounidense Betchel, entre otras. Ha surgido así un mercado del agua estimado en unos 100.000 millones de dólares.
El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial sólo han aceptado la financiación de las deudas y la concesión de nuevos préstamos a 40 países desde el año 2000 a condición de que privaticen el agua y sus servicios.
El gran debate actual se plantea en estos términos: ¿el agua es fuente de vida o fuente de lucro?
Comencemos por establecer que el agua no es un bien económico como  cualquier otro. Está tan estrechamente ligada a la vida que debemos considerarla como parte de la vida y como algo sagrado. Y la vida no puede ser transformada en una mercadería.
Un recurso hídrico que debe ser visto con perspectiva
Para entender la riqueza del agua tenemos que romper con la dictadura que el pensamiento instrumental-analítico y utilitarista impone a toda la sociedad. Según este razonamiento el agua es un recurso hídrico con el cual se puede hacer negocios. Pero el ser humano tiene también la razón sensible, la razón emocional y la razón espiritual. Son razones ligadas al sentido de la vida. Son razones no para lucrar, sino para vivir y conferir excelencia a la vida. El agua debe ser vista en esta perspectiva, como un bien natural, como fuente y como el nicho en el que hace 3.800 millones de años surgió la vida en la Tierra.
Las dimensiones de fuente de la vida y de recurso hídrico no se excluyen, deben ser rectamente relacionadas. Fundamentalmente, el agua pertenece al derecho de la vida, pero exige una compleja estructura de captación, conservación, tratamiento y distribución, lo que implica una innegable dimensión económica. Esta no debe prevalecer sobre la primera sino que debe asegurar que el agua sea accesible a todos.
Se debería garantizar a todos los seres humanos por lo menos 50 litros de agua potable gratuita. Es tarea del Estado junto con la sociedad organizada la creación de un financiamiento público para cubrir los costos necesarios para asegurar ese derecho. Las tarifas para el suministro deben contemplar los diversos usos del agua: doméstico, industrial, agrícola, recreativo.
Para los empleos industrial y agrícola la provisión de agua debe estar condicionada al pago del servicio.
La visión predominante es la mercantil y a la exacerbación del concepto de la propiedad privada, que hace que se trate al agua sin el sentido de participación y del respecto de las necesidades de los demás. También cuenta el desdén por el principio de la comunidad de intereses y del respeto por las cuencas hidrográficas que traspasan los límites nacionales, como ocurre, por ejemplo, entre Turquía de un lado y Siria e Iraq por el otro, o entre Israel por un lado y Jordania y Palestina por el otro, o entre EE.UU. y México con sus ríos fronterizos Grande y Colorado.

Ante estos excesos, la ONU consagró en las reuniones de Mar del Plata (1997), Dublin (1992), Paris (1998) y Río de Janeiro (1992) el "derecho de todos al acceso al agua potable en cantidad suficiente y con calidad para las necesidades esenciales".
Ni hambre ni sed
Para discutir sobre estos asuntos vitales se creó en Florencia (2003) el Forum Mundial Alternativo del Agua, que propone la institución de la Autoridad Mundial del Agua. Se trataría de una instancia de gobierno público para ocuparse del agua a nivel de las cuencas hídricas internacionales y de una distribución más equitativa de acuerdo con las demandas regionales.
Paralelamente se ha formado un movimiento que postula un Contrato Mundial del Agua y presiona a gobiernos y empresas para que el agua no sea entregada a los mercados ni sea considerada como una mercancía. Se procura incentivar la cooperación pública para evitar los efectos letales de la falta de agua y del agua contaminada.
Diariamente mueren de sed 6.000 niños que no son noticia. Y alrededor de 18 millones de niños dejan de asistir a la escuela porque deben buscar agua a 5/10 kilómetros de distancia de sus hogares.
El Hambre Cero Mundial, prevista en los Objetivos de Desarrollo del
Milenio de las Naciones Unidas debe incluir la Sed Cero, pues el agua es un alimento y no hay nada que pueda vivir y ser consumido sin el agua. Pues el agua es vida, generadora de vida y uno de los símbolos más potentes de vida eterna.
Por Leonardo Boff, teólogo de la liberación y ambientalista.