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vanessaEMOCIONES, UN REGALO DE LA VIRGEN

Habiendo llegado el día tan esperado, tan anunciado, tan programado…

Como una cita en el tiempo, en el calendario, en los corazones de tantos hermanos, de tantas almas fieles, de tantos corazones ansiosos, de tantas necesidades de vida, de alegría, de consuelo, pero así también de espadas, de escudos, de fuerza, de lucha, de puesta en marcha y sobre todo de no retorno…
Así al menos era la cita, para el día 15 de Agosto en la ciudad de Sant’Elpidio a Mare, pequeña ciudad en las maravillosas colinas de una Italia bella por donde se la mire, se pueden recorrer sus miles de kilómetros a lo largo y los pocos a lo ancho y sigue siendo bella, indescriptible, llena de vida, llena de colores, llena de cielos oscuros iluminados por vibrantes estrellas, con luminosas mañanas de una calidez que regenera la vida de todos los seres bajo esa fuente eterna que da a luz cada cosa que existe y que está por nacer. Que nos da la oportunidad cada día de decir gracias, gracias al Cielo por estar vivos, gracias al Sol por estar vivos, gracias al Cristo por estar vivos… ¿Cuántos de nosotros somos conscientes? ¿Cuántos de nosotros al menos por una vez en nuestra rutina cotidiana miramos al Cielo y hacemos este pequeño homenaje? No sucede acaso que damos todo por sentado, no sucede a caso que nos creemos tan omnipotentes que creemos que el Sol debe estar allí “para nosotros y por nosotros” y no pensamos ni por un instante que “nosotros estamos aquí por él y para él”…Mucho más, no pensamos siquiera por un instante que él “murió por nosotros y para nosotros” que gracias a “Su sacrificio” hoy vemos la vida pasar como si de hecho mereciéramos todo lo que tenemos y sin embargo nada nos es suficiente, pues siempre creemos que nos falta algo, que no estamos satisfechos en nuestras “necesidades”; cuando al ver una noticia de un niño que muere en un horno de ladrillos en China, solo podemos detenernos a pensar en lo lejos que está esa realidad, sin siquiera hacer un respetuoso homenaje de silencio interior por esas almas que se “están sacrificando aún hoy por nosotros y para nosotros”.
El día 15 de Agosto en una Italia que conmemora la “Asunción de la Virgen María a los Cielos”, que se recuerda el momento en el que  el cuerpo y alma de la Virgen María fueron llevados al cielo después de terminar sus días en la tierra. Una fiesta italiana de raíces antiquísimas, que celebraba el fin de las labores agrícolas. Tradición que como todas ha desvirtuado su origen para convertirse en una excusa para “festejar el inicio de las vacaciones”, cuando todos dan por terminado un año de trabajo y comienzan su “merecido descanso”, claro que no hay espacio para tomar conciencia de la importancia de esta fecha...
Una jornada intensa que tuvo comienzo cuando Mara Testasecca dio la bienvenida a todos los presentes invitándolos a preguntar cuánto tuviesen necesidad y de aprovechar tan importante oportunidad, luego pasó la palabra a Flavio Ciuccani, un compañero en la obra espiritual desde hace más de 20 años junto a Giorgio, un estudioso, un investigador que está a punto de publicar un libro sobre la aparición de la Virgen de Guadalupe en la ciudad de México en 1531, quien entonces habló del significado del día que estábamos “festejando” y de tantos detalles desconocidos por muchos de la realidad de la Virgen María. Fue así que Giorgio arribó al Arca 3, el Arca donde la familia de Giorgio y todos los hermanos desarrollan una tarea gigantesca, de amor y sacrificio, donde cada uno tiene su lugar y aporta su granito de arena que es fundamental para que todos los engranajes pongan en marcha algo que va más allá de lo imaginado, cada hermano toma su “trabajo” con la responsabilidad de saber a dónde hay que llegar y que todo lo que se haga será siempre poco y es por eso que no descansan y que comprometen día a día su vida con todo lo que son. Un ejemplo admirable de sacrificio, una lección de vida. Era ya la tarde cuando Giorgio luego de haber sangrado una vez más, apenas repuesto llegó al encuentro de los hermanos de toda Italia, Bari, Varese, Sicilia, Pordenone, Roma, Torino, alrededor de 80 personas felices de encontrar un rayo de luz entre tanta oscuridad. Después de agradecer la presencia de todos y cada uno, sabiendo el sacrificio que habían hecho para poder estar presentes quiso comenzar la reunión con un regalo jamás imaginado “mostrar sus estigmas” a aquellas personas que no han tenido la posibilidad de compartir el milagro de la sanguinación, ya que su casa es muy pequeña y no todos pueden entrar en ella, decidió mostrar con infinita humildad sus manos todavía sangrantes por una enésima sanguinación. El momento fue sublime, como perteneciente a otra dimensión, a la que solo él puede transportarnos, haciéndose cargo de nuestras debilidades y llevándonos a las puertas de un mundo desconocido. El 90 % de la concurrencia se puso de pie e inició un camino de absoluto respeto, para ponerse frente a un milagro, a un sacrificio, a una amonestación. A cada uno Giorgio tomó sus manos y dio una bendición y así llegaron a él 3 niñas, en ese momento repitió la parábola de Jesús diciendo “dejen que los niños vengan a mí”, más tarde diría de haber reconocido a una de ellas que estuvo presente justamente en el momento ocurrió esa escena con el Maestro. Las lágrimas de los presentes eran incontenibles, la presencia del Cristo era indiscutible, cuando el Cielo desciende hacia nosotros no podemos más que agradecer los regalos que nos hace, sabiendo que muchas veces no somos merecedores. Los discursos se subsiguieron a lo largo de todo los Evangelios, a lo largo de tantas parábolas, de tantos ejemplos, de tantas enseñanzas, de tantas profecías; que han estado ahí para nosotros a lo largo de 2000 años, ya que fueron escritas para nosotros, para ésta humanidad, para la humanidad del siglo XX, para esa que está a punto de dar el gran salto dimensional y que solo depende de nosotros de qué manera queremos llegar, tenemos la oportunidad diaria, minuto a minuto con cada paso, con cada acción de elegir de qué lado queremos estar.
El día concluyó con una cena en total fraternidad, compartiendo mientras comíamos hermosos momentos para reflexionar en conjunto de los importantísimos conceptos que no concluyeron, pues más tarde Giorgio quiso continuar la noche con algo que sintió tenía que decirnos y que fue “muchos los llamados y pocos los elegidos” es algo que tenemos que tener presente siempre. Sólo para algunos, sólo para aquellos que responden al grito desesperado, al grito en el silencio, al grito de un justo que desde hace 2000 años trata de despertar a los que aún duermen en el letargo, que hace 2000 años busca con una candela los corazones de los llamados, para poderlos llevar al escalón de los elegidos, que hace 2000 años ha ido en contra de los poderes. Un justo un sediento de justicia, alguien que jamás abandonó este planeta, alguien que aceptó el sacrificio de reencarnar tantas veces como sea necesario para llegar a la meta, para cumplir con su hermano y Maestro, para arribar a ese día junto a esos “pocos” que aceptaron la llamada y tomaron el compromiso de acompañarlo en la última batalla, para gloria de Aquél a quien debemos todo lo que somos y todo lo que seremos, solo depende de nosotros, de si estamos dispuestos a dejar todo, de si estamos a la altura de lo que se nos pide, de si olvidamos por un instante nuestras debilidades y tomamos conciencia de lo que significa tener la oportunidad de vivir este momento único e “irrepetible”, ya que no volverá a “repetirse” el sacrificio, ya que esta vez tendremos el honor de ser juzgados por el único Rey de este mundo, ya que quienes perecieron humanamente ante el Príncipe tendrán que responder por sus debilidades y más aún por sus diabólicas perseverancias en los errores, ya que han superado a su maestro, convirtiéndose mucho más peligrosos y desobedientes, pues el maligno actúa como un servidor del Padre Creador, su misión es tentarnos para que hagamos nuestras elecciones y evolucionemos, sin embargo hacemos uso de nuestro “libre albedrío” a gusto y placer de nuestras urgencias.
El regalo del final de la noche fue cuando después de un año y medio de no tocar el órgano Giorgio quiso hacernos sentir su música y la que hace muchos años tocaba Eugenio Siragusa,  sonidos del Shangri-Lá. Así como sus composiciones de música espiritual y sacra, que hicieron vibrar nuestros corazones, no solo por su intensidad sino por tantos recuerdos compartidos junto a los hermanos a lo largo de tantos años.
Al día siguiente tuvimos la sorpresa de que Giorgio quiso compartir un tiempo más con todos los hermanos que habían viajado tanto para este encuentro y se presentó nuevamente en la tarde luminosa del domingo para continuar regalándonos momentos de inolvidable energía, momentos que no hacen más que sumar responsabilidades a quienes queremos ser candidatos a continuar este camino.

17 de Agosto de 2009
Vanesa Varini de Huertos