DEL CIELO A LA TIERRA
HE ESCRITO EL 29 DE ENERO 2015:
LA ESTIRPE DE THOT
Para Sonia Alea, en el día de su cumpleaños,
con el infinito amor de siempre.
Un rayo de Sol acaricia la Tierra. Parece frágil, suave, pero por su aliento todo se ilumina, se muestra y expande en infinitas formas. Es intenso, excelso y perfecto, superior a todo lo conocido y mejor que todas las alabanzas. Es la Voluntad de Dios, el Santo Padre de la totalidad.
Contiene el orden del Cielo y la belleza del orden. Emana de lo increado, que crea lo inmanifestado, para que éste se revele en la creación.
Es el latido del corazón de la tierra, el fluir del agua, la sutileza del aire y la sabiduría del fuego.
Es la chispa de la intuición dada en custodia a los hijos de Thot, para que aprendan a reconocer lo bello y lo bueno, atributos del Verbo. Es la voz del discernimiento que conduce a la comprensión, a la iluminación que proviene de Dios.
Un rayo de Sol toca la Tierra y desde él los herederos de Thot, señor del fuego, organizador del tiempo, guardián de la sabiduría, contador de estrellas, dueño de los sonidos y hacedor de todos los planos, transmiten calor y vida al espíritu de los hombres.
Depositarios y custodios de la gnosis, del devenir consciente del conocimiento que transfigura la existencia humana, son incansables constructores de utopías que se volverán realidades.
Transmisores de visiones antiguas e imperecederas, adecuadas al tiempo que encienden, son los guías del viaje interior en el que los aspirantes se hallan embarcados.
Vibra en ellos la certeza de los arcanos, protectores de las verdades reservadas sólo a los que pudieron reencontrar el camino. Emanan de sus actos enseñanzas simples y profundas, de vibraciones intensas, imposibles.
Hoy, como ayer, los herederos de Thot caminan y vivifican, siembran ideales y proyectan utopías. Precursores de la vida, no abandonan la esperanza, ni olvidan el amor; amando esperan, mientras caminan entre la muerte.
En enero del año de nuestro señor dos mil quince, uno de ellos, el más grande, el Ungido, llegó a las estrellas del Sur y caminó bajo su Cruz. Muy cerca del solsticio, bajo el sol abrasador, encendió la nota que marca el tiempo de la cosecha.
Agradezco al Padre el consuelo de Su presencia, porque sus ojos abren mis alas y su corazón señala mi destino.
