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lorettaeMargherita100Por Margherita y Loretta

Así fue como el Espíritu de Juan nos habló de Cristo en San Petersburgo, a través de las profecías de Rasputín.

“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la dio a conocer, enviando la por medio de su ángel a su siervo Juan, el cual dio testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todo lo que vio. Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de la profecía y guardan las cosas que están escritas en ella, porque el tiempo está cerca” (Apocalípsis de San Juan, Capítulo 1).

Luego de haber visitado la gruta presente en la antigua isla de Patmos, en la que San Juan recibió el Apocalípsis, siguiendo al espíritu de Juan, Loretta y yo emprendimos camino hacia una tierra que no conocíamos pero que sentíamos que amábamos. Nos encontrábamos en el avión y empezamos a descender desde los Países Bálticos hacia la Capital del Imperio del Zar Nicolás II, la majestuosa San Petersburgo. Por primera vez me sentí como que estaba en casa, a pesar de estar volando aún. Fue una sensación que me tomó de sorpresa y me asombró. La palabra “casa” resonaba en mi interior, era consciente de no haberla conocido antes, en esta vida terrenal. Cuando salimos del aeropuerto hacía aproximadamente 30º bajo cero pero al estar en San Petersburgo nos sentíamos bien, finalmente. Inmediatamente todo asumía un significado comprensible pero no con el idioma ruso, ni con el italiano, mucho menos con el inglés, aquí podíamos hablar únicamente con la ley eterna del Corazón de Cristo. Entonces nuestras palabras llegaban a los hermanos que tal vez eran desconocidos, tal vez ya los habíamos visto, quién sabe en qué tierras, quién sabe en qué espacios remotos... Enseguida un escalofrío de felicidad recorrió nuestros espíritus. Pronto llegarán emociones que llenarán de luz blanca nuestro interior iluminando todas juntas a esa capa de basura que envuelve el mundo para despejar, una vez más, ese sendero que surca el camino de la Sagrada Señal de Cristo en el Planeta Tierra.

Precisamente aquí, acerca del destino de la Tierra y de la Humanidad el monje ruso Grigori Yefímovich Rasputín (1871-1916) recalcó la misma matriz divina del mensaje de Fátima: “... Los hombres están caminando hacia la catástrofe. Serán los menos capaces quienes llevarán las riendas. Así será en Rusia, igual que en Francia, en Italia y otros lugares... La humanidad será aplastada por el alboroto de los locos y de los malhechores. La sabiduría será encadenada. Serán el ignorante y el prepotente quienes dictarán la ley al sabio y también al humilde... Los venenos abrazarán a la Tierra como un fogoso amante. Y en el mortal abrazo, los cielos tendrán el hálito de la muerte, y las fuentes no darán más que aguas amargas, y muchas de estas aguas serán más tóxicas que la sangre podrida de la serpiente”. Hablando del monje blanco, el mensajero de las potencias celestes, Eugenio Siragusa, nos recordó que “el engaño es peor que la traidión”. Si Rasputín no hubiera sido traicionado la historia de Rusia y de todo el mundo no habría quedado marcada con el fuego del Engaño que hoy impregna todas las cosas, en un trágico juego de espejos deformados. Hace un siglo Grigori Rasputín predijo:

“Habrá un tiempo de paz, pero la paz será escrita con sangre... Pocos hombres y pocas cosas quedarán; pero lo que quede deberá ser sometido a una nueva purificación, antes de entrar en el nuevo paraíso terrestre”. Hoy Giorgio Bongiovanni, que es Hijo del mismo Espíritu, nos revela que Rasputín anunciaba de esta forma: “... los acontecimientos en el cielo y en la tierra.  La verdadera paz será instaurada sobre la tierra, pero con justicia, amor y autoridad divina, por aquél que dijo: ‘No os dejaré huérfanos, volveré en medio de vosotros’. ¡Pronto! ¡Muy pronto!”.   

Con esta conciencia fuimos a visitar el Palacio Yusupov, donde Grigori Rasputín fue envenenado, pero antes habíamos estado en el río Neva congelado: hace cien años esas mismas aguas heladas contuvieron los últimos latidos de Rasputín, después de haber caminado 7 km a lo largo de la ciudad, bajo el peso de las puñaladas y de los disparos. La corte de los nobles no aceptó las enseñanzas crísticas que Rasputín le dio a toda la familia imperial, las tergiversaron. Entre espasmos de vida frívola confundieron el amor celeste con el sexo, el ultraje y la prostitución. Si le hubieran creído la historia habría sido diferente. Pero a partir de allí comenzó un largo y trágico destino: Primero vino la revolución, el martillo que tomó el lugar de la cruz, luego llegó la dictadura, luego el ateísmo y el dolor. Todo había sido escrito: “... Tengo la premonición de que moriré antes del primero de enero (1917). Le escribo al pueblo ruso, a Papá [el Zar Nicolás], a Mamá [la Zarina Alejandra] y a sus hijos, a toda la Patria Rusia, aquello que ellos deben saber y comprender. Sí he de morir por la mano de gente ordinaria, especialmente por mis hermanos – los campesinos rusos – entonces tú, Zar de Rusia, no has de preocuparte por tus hijos: ellos gobernarán Rusia por los siguientes cien años. Pero si he de morir por la mano de los nobles y los aristócratas, si son ellos quienes rieguen mi sangre, y mi muerte queda en sus manos, entonces 25 años pasarán antes de que puedan lavar mi sangre de sus almas” (Fragmento de “Las Profecías de Rasputín”, por Renzo Baschera, Capítulo 1).

En las habitaciones en las que se tramó todo nos encontramos de repente frente a una estatua, realizada en yeso, que representaba a Rasputín, cascadas de agua cristalina, la luz de Nuestro Señor nos invadieron.

Mientras una lágrima se desliza lentamente, que la amable y consoladora brisa del Espíritu Santo seca, nos acordamos de Giorgio y de sus enseñanzas transmitidas en forma incansable en nombre del Amor Crístico: “Tenéis que amar con un amor espiritual, por encima de todos vosotros lo único que existe es Cristo, apoya a los justos que han descendido a la Tierra, en Cristo y por Cristo. Son hombres y a menudo son laicos porque el hombre jamás creyó en Cristo directamente. Al punto tal que lo crucificaron. Ahora llegará la justicia de Dios”. Miramos en el interior de esa lágrima, como si fuera una película que se estaba proyectando en el Palacio de la conjura. Y en dicha película iban pasando las trágicas imágenes que describían los textos escritos por manos de Rasputín. Entonces es verdad todo lo que ocurrió... El brazo de Cristo ha sido liberado... Y por consiguiente la justicia divina comenzará en Rusia, a través de un hombre que no será absolutamente consciente de las profecías y de la Verdad Crística. Él será un medio. Nada más que un medio. Mucha sangre volverá a correr, en Europa y en Medio Oriente, en todo el mundo. Y a quienes con reverencia, humildad, valor, amor no se llegaran a separar de la Obra de Juan que Giorgio Bongiovanni lleva a cabo ni un solo cabello le será tocado porque él es la puerta para llegar hasta Cristo. “El que hallare su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 10, 39). Ahora realmente ya no hay tiempo, ya no hay espacio, para lo único que hay lugar es para Cristo y para la Justicia Divina. Pero, al final de la película, era como si se pudiera divisar al Consolador que, de la mano de Grigori Rasputín, caminaba por las praderas de San Petersburgo llenas de flores.

“... Pasarán los tiempos del viento, del fuego y del agua; y después regresará el arcángel. Pero todo será cambiado. En Siberia crecerá la vid, y muchos palacios de Petersburgo serán embellecidos con limoneros. La voz de la Santa Madre llegará a la Luna y más lejos. Pero no llegará a la intimidad del corazón de cada ruso… El zar será alejado por el viento, y regresará con el viento. Y el mismo viento llevará un zar que no será tal, pero tendrá más poder que el zar. El nuevo zar pasará con el caballo blanco a través de las plantaciones agrias, y muchos ancianos le detendrán para recordarle que, donde había solamente nieve, ahora germina el olivo… Y en las tierras del olivo crecerá la nieve. Porque todo en aquel tiempo será trastornado. Y las montañas las hallaréis donde están los mares; y los mares los hallaréis donde estaban las montañas” (Fragmento de “Las Profecías de Rasputín”, por Renzo Baschera, Capítulo 49).

“... Sobre Petersburgo caerán las tinieblas. Cuando su nombre sea cambiado, el imperio habrá terminado. Y cuando su nombre otra vez sea cambiado, sobre Europa entera estará a punto de desencadenarse la Ira de Dios. Retornará Petersburgo cuando el sol haya acabado de llorar y la Virgen de Kazan ya no esté. Petersburgo será la capital de la nueva Rusia y de sus entrañas se levantará un tesoro, que será llevado a todas las tierras de la Madre Santa” (Fragmento de “Las Profecías de Rasputín”, por Renzo Baschera, Capítulo 11).

La magnificencia del arte desbordaba en cada rincón. Afuera reinaba el clima Navideño pero no había stands. Hacía mucho frío pero aquí estábamos, siguiendo las huellas del espíritu de Juan. Cada uno de nuestros pasos parecía estar guiado por el Cielo. Todo lo que excede a la búsqueda espiritual para aprender a actuar, en nombre del retorno de Cristo, nos es impedido por pequeños factores externos. En la ciudad existen muchos monumentos de indudable fama histórica y que cuentan con una mística irresistible. Pero nosotras nos sentíamos atraídas por la Catedral de la Virgen de Kazan, gracias a las profecías del monje blanco transcriptas por Renzo Baschera, entonces entramos en ella. Nos encontrábamos frente al gran cuadro de San Juan el Bautista y nos arrodillamos en reverencia ante la Virgen de Kazan que tiene a Jesús en sus brazos e interiormente comprendimos la grandeza del espíritu ruso, la fuerza de la cual nosotros, que vivimos en la nueva Galilea de los Gentiles, necesitaríamos realmente para afrontar estos últimos tiempos con seriedad, diligencia y atención. “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no’.” (Mateo 5, 37). Las lágrimas brotaban lentamente mientras que nuestros corazones enloquecían de amor. Ya sabíamos que saldríamos de allí con una conciencia nueva.

“... Cuando se avecine el tiempo de la cosecha, al hombre le serán enviados siete signos. Y cada sabio comprenderá que el grano está maduro, y no faltará mucho para que sea echada la guadaña sobre la tierra... Los temblores de la tierra, en este tiempo, irán en aumento; tierras y aguas se abrirán y entre sus heridas engullirán a los hombres y otras cosas. La violencia la encontraréis todas las mañanas en la puerta de casa, porque el hombre volverá a convertirse en bestia y, como todas las bestias, agredirá o será agredido este hombre no sabrá ya más distinguir el bien del mal. Lo que sea honesto, o que sea moral, se volverá amoral. En este tiempo, veréis a un asno con la cabeza de chacal, la cola de serpiente y las patas de gato, que guiará el carro; y encima, habrá otros asnos que serán saciados por un ejército de zorras encadenadas unas a otras. El alimento, en este tiempo, será cada vez más escaso, porque todo estará envenenado. Los graneros estarán llenos, las fuentes darán agua fresca, las plantas darán frutos; pero quien coma de aquel grano y beba de aquel agua, morirá; y quien coma de aquellos frutos, morirá. Sólo los alimentos recogidos por la generación precedente no llevarán la muerte... En este tiempo, la angustia se casará con el hombre, y de su unión espiritual nacerá la desesperación; una desesperación como jamás se ha visto en la Tierra. Y en este tiempo, también las estaciones estarán angustiadas, porque la rosa florecerá en diciembre y la nieve caerá en junio” (Fragmento de “Las Profecías de Rasputín”, por Renzo Baschera, Capítulo 30).

Durante el viaje observamos a este pueblo fantástico. Que nunca se queja. Humilde y alegre. Fuerte y serio. Mientras que nosotros, que estamos destruidos por el consumismo paroxístico y por la mentira falaz, hemos perdido las prioridades, el significado profundo de la Vida, el sentido de la Cruz. Hemos puesto en la Cruz a Cristo. Ahora nos toca a nosotros llevar esa Cruz y, con amor, servicio, devoción y discernimiento, apoyar a los justos en nombre de Cristo y actuar con seriedad y sacrificio en la Obra del Sagrado Cáliz de la Comunión Crística, en los últimos tiempos, sin pensar en nada más y despojarnos de todo lo superfluo para regalarle una sonrisa a otro hermano.

rasputin

Con profundo y eterno amor.

Margherita y Loretta

Pordenone, 21 de Enero de 2017