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agustin2 100Por Agustín Saiz
El evangelio de estos tiempos está preconcebido desde el inicio. Cristo hace participe en el plan de redención a Moisés y Elías durante la transfiguración en el monte “…aparecieron Moisés y Elías y hablaban con Jesús acerca de su muerte que pronto tendría lugar” (Mateo cap.17) y nos encomienda al Padre antes de partir, para poder realizarlo “te pido por los que no son del mundo y están en el mundo” (Juan cap. 17). Es decir, si perdemos de vista que la redención es un proceso histórico que nos involucra, perdemos compromiso con el presente, conviviendo con los problemas del mundo de un modo irreal. 

Desde la perspectiva de la tradición cultural actual, la proyección en el tiempo de nuestro proceso evolutivo queda un poco desdibujada. Si la redención está vista como un hecho puntual que ya ocurrió, no hay motivo para esforzarse por obtenerla, y corremos el riesgo de quedar disociados de esta historia. Por ejemplo, cuando presentamos a Giorgio como parte del cuadro de las apariciones de la Virgen del último siglo, no siempre queda en claro que son éstas las que construyen la antesala de un escenario mayor en el cual Giorgio es el protagonista.

Cumplidos los cien años de Fátima, se mantiene en pie el plan original.(*) La Santa Madre le permite anunciar, a partir de ahora, su verdadera naturaleza espiritual de manera pública. Esto implica que lo que antes era potencial ya está realizado. A partir de ahora, Su sacrificio de Amor ofrecido a la humanidad, le confiere suficiente autoridad, para generar un escenario de representatividad universal que defina nuestra redención. Su vida, prefigurada en la de Jesucristo, después de prodigios, conferencias, divulgación, encuentros y de construcción de lazos de amistad y unión, se encamina a la Glorificación del Padre.
 
Este evangelio es un proceso constante de apertura de conciencia, de verdades naturales que como la reencarnación, la vida extraterrestre, etc. no responden a necesidades dogmáticas. Descubrir que la Tierra gira alrededor del Sol, tiene valor como un acto de liberación (espiritual) de la conciencia que se abre ante la realidad de una manera distinta y la percibe diferente. Y no tanto como el avance de un desarrollo intelectual, que en realidad se desprende como consecuencia. De algún modo la revolución copernicana concluye con la realización interior de nuestra divinidad que se termina de forjar en el marco de los tiempos de la segunda venida de Cristo a la Tierra.

De esto es imposible quedar exentos ahora, sabiendo esto debemos prepararnos para una condición espiritual nueva. Para que el Cielo pueda seguir edificando en nosotros sobre una base más amplia. Debemos confrontar el miedo que no permite nuestro despojo. Nuestra actitud y conducta no pueden medirse a partir de los parámetros de esta civilización, si es que estamos invitados a transformarnos para entrar y formar parte de una confraternidad cósmica.

Una vez tuve la suerte de hacerle una entrevista para la televisión local a Giorgio. Él hablaba de su mensaje y del testimonio de sus experiencias. Le pregunté: “¿Qué le dirías a la gente que te escucha decir estas cosas y le da miedo?”, me respondió “Que tienen que tener terror…”.  Esta idea de la espiritualidad que nos pone en una situación adversa, pero que al mismo tiempo no podemos sortear ocurrió siempre y es el pasaje a un nuevo nivel de conciencia. Cristo en Getsemaní nos enseña a definirnos a partir de ella. Juan registra en el apocalipsis la perturbación que nos provoca el testimonio de los dos testigos de Dios “…Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra”.

La cruz en esta parte de la historia es fácilmente visible, a Giorgio le corresponde portarla hasta el final. Hoy como hace 2000 años nos está invitando abiertamente y advirtiendo. A Él lo hemos conocido a través de Giorgio, y a Giorgio lo hemos conocido a través de Él. Finalmente, podemos de nuevo estar a su lado y esta vez intentar hacerlo bien y superarnos.

Para ello es necesario desear la justicia de Dios por sobre todas las cosas, incluso a costa de uno mismo. Esta señal indiscutible nos habla de eso, no nos hemos quedado huérfanos. Sabemos el final de esta historia, (tenemos la certeza) pero en el centro de cada uno de nosotros hay un obstáculo que debemos permitir que lo remuevan. Poner la vida en esta causa no es una locura, sino justamente la propuesta.

Debemos descubrir en esta historia, la oportunidad de darlo todo.

Agustín Saiz
Campana, Argentina

31 de mayo 2017


(*) Links a la conferencia de Giorgio:

“1917-2017 La profecía de Fátima en el centenario de su aparición”
https://www.youtube.com/watch?v=NzI7u_cFxg8
https://www.youtube.com/watch?v=TpuQ50kJwV8