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eugenio_riganello

CON JESUS CRISTO. VIVENCIA DE HACE DOS MIL AÑOS
(26 de diciembre de 2009)
La tarde del 26 de diciembre de 2009, tuvo lugar un encuentro con Giorgio en el Arca 3, el Arca central de su gran obra.

Esa tarde yo no respiraba un clima navideño, basado en las clásicas festividades, sino que solo percibía la alegría de estar unido a mi familia espiritual.
Durante ese encuentro sagrado me sentía en una proyección distinta, es decir, percibía otro lugar a mi alrededor, si bien no me sentía separado de los hermanos presentes, estaba proyectado al abierto, en una tarde de hace 2000 años donde Jesús hablaba a las multitudes, acompañado por sus discípulos. Me daba cuenta de que si bien mis ojos físicos veían a Giorgio que hablaba sentado en una silla mi ojo místico percibía que aquel era Jesús Cristificado. Me veía a mí y a todos alrededor de él, que lo escuchábamos, pero en  realidad percibía que era Cristo quien nos hablaba. La presencia del Maestro estaba viva, desde antes que Giorgio comenzase a hablar. Desde el principio de la noche mi estado de ánimo estaba inmerso en ésta doble visión.
Participaron con nosotros una pareja de amigos herboristas que conozco desde hace un año. Para mí fue un placer cuando aceptaron la invitación para esta tarde especial y para el día siguiente, en la jornada de la Conferencia pública. Desde el comienzo mis amigos asumieron una postura de enfrentamiento hacia Giorgio y hacia nosotros y mientras yo vivía esa particular forma de sentirme entre el presente y el pasado, observaba con mucha atención el diálogo que se estaba instaurando entre Giorgio y éstos dos amigos. Lenguajes distintos, distintas formas de ver la vida, distintas opiniones surgían, como por ejemplo, el estar de acuerdo con lo nuclear o la convicción de que Giorgio fuese un catastrofista. El intercambio de ideas fue activo y exhaustivo, como siempre Giorgio estuvo práctico, conciso, profundo en todos los aspectos que se trataron.
Escuchar a mis amigos después de la lección espiritual con Giorgio, fue una sorpresa. Admiré sus ojos, sus miradas se habían transformado, en vistazos dulces y curiosos. Su lenguaje era distinto, estaban aturdidos y encantados. Con ojos más luminosos me agradecieron la oportunidad que les había sido dada y me confiaron que en éste lugar habían encontrado esa energía de amor, de hermandad, de simplicidad, de armonía y de humildad, todas cosas que hasta ahora no habían encontrado nunca en otras experiencias que habían tenido. Incluso expresaron la estima por Giorgio, definiéndolo como un gran hombre; un ser especial que tocó los corazones de cada uno, hasta formar estos maravillosos grupos en todo el mundo, grupos de hombres y mujeres inteligentes que aman buscar y conocer cada vez más la verdad, pero permaneciendo en la simplicidad del ser y con la cabeza sobre los hombros. Personas que no siguen un argumento en forma dogmática ni fanática.
Antes de disponernos a comer la sagrada comida del buffet, Giorgio invita a todos a concentrarse con el Altísimo porque hay un pan y el vino para bendecir y distribuir, como para revivir la alianza entre nosotros y el Cristo, como Él nos ha pedido que hagamos. Desde el momento del Sacramento continuaba reviviendo dentro mío la escena del Maestro Jesús, con su túnica blanca, los cabellos largos que le acariciaban los hombros, precisamente como hace 2000 años. Percibía a Jesús en los campos de Jerusalén, que caminaba sobre dunas de tierra blanca y luego se sentaba entre nosotros para instruirnos con mucho amor. En ese momento me sentía afortunado y especial, porque yo y mis hermanos estábamos entre esos seres sobre el planeta Tierra y estando en contacto directo con el Maestro Jesús.
No hacía más que agradecer al amado Padre por tanta gracia. Cada vez que Giorgio hablaba, su voz me llevaba a evocar en la mente un recuerdo ya vivido en el pasado. Mientras muchos hermanos estaban conmovidos, de mis ojos no caía ninguna lágrima, porque mi corazón se alegraba por la promesa de su retorno. Una profunda Alegría que no me llevaba hasta las lágrimas era también la presencia de Giorgio, gran mensajero de Cristo, que saca a la luz muchas verdades, a pesar de los ataques y las amenazas.
Lo que mi espíritu repetía constantemente en ese momento era: “Después de tanto camino y tanta búsqueda te he reencontrado Maestro y nunca más te dejaré. Daré todo de mí para servirte. Apoyaré tu misión a través de la obra de éste gran hombre y mensajero de Cristo que es Giorgio Bongiovanni, daré todo por el todo, hasta la vida misma”.
Me inclino realmente con toda mi alma al querido hermano Giorgio por haber llegado hacia él gracias a su servicio. Junto a todos los hermanos de las Arcas del mundo llevaremos adelante su misión que la Madre Celeste y Jesús nos han confiado y lo haremos con la espada Cristica hasta la victoria final.

Con fe
Eugenio
Arca de Crotone

4 de Enero de 2010