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tierraorbitaEL HOMBRE Y SU RELACION CON  EL UNIVERSO
(Compartimos este escrito que hemos recibido)
La redacción
22 de enero 2010

La civilización humana es hija de Dios: el padre del universo; creador de la vida, del espacio,  los soles, galaxias, planetas y de todos los objetos, elementos y sustancias que conforman lo conocido y lo desconocido (el misterio y el vacío que se da en la capacidad de racionalizar la vida en si misma por el raciocinio humano); de esta forma como bien escribió por obra de Jesús-Cristo, la vidente Bertha Dudde (Astros Leyes de la naturaleza) el hombre no es el único presente en la inmensidad de su universo; existen civilizaciones en universos, galaxias, soles y planetas en dimensiones inimaginables para el hombre, porque cada cuerpo celeste tiene la finalidad de servir de hogar a innumerables seres, tanto es así que, las condiciones de cada uno de ellos son totalmente diferentes y distintas para el entendimiento humano. Ninguna civilización donde se desarrolla vida inteligente puede subsistir sin la luminosidad de un sol, porque cada planeta tiene la finalidad de servir de morada y hogar a  innumerables seres. Cada civilización en el cosmos se desenvuelve según las leyes que rigen su naturaleza esencial; de esta forma cada universo y cada planeta se rigen con leyes propias. Establecer leyes sobre el universo sería como querer explicar a los animales que la forma de pensar de cada hombre es distinta. De esta forma, el conocimiento y la razón humana jamás podrán desvelar ese misterio, por que el conocimiento científico basado en las leyes del planeta tierra, siempre se basará en leyes naturales, siendo imposible comprender las otras leyes que rigen las moradas de Dios.

“¿Quién puede afirmar que las creaciones de Dios hayan sido hechas de la misma manera en todos los astros? Un astro, con las correspondientes leyes que le permitan albergar a los seres que le han sido atribuidos, es tan diferente de otro como distinta es su finalidad. Las leyes que el Creador del universo ha impuesto a los diversos astros según su sabio criterio, son totalmente incomprensibles para la mente humana. Al contemplar la Creación inmensa, todos los seres debieran reconocer la magnificencia del  Padre creador. Cuando el hombre observa la Creación y consigue tener una mínima idea de una parte minúscula de ella, de la Tierra, sin ser capaz de revelar cabalmente sus secretos, ¿no debería brotar de él un sentimiento sagrado ante la infinitud del universo y la inconcebible magnificencia del Creador? ¿No debería afirmar que todo está creado según una sabia idea divina y que el hombre, formando parte de la obra de la Creación, está proyectado en ella, por supuesto con una tarea cuyo cumplimiento tiene que ser la finalidad de su vida terrenal? Quien procura estudiar la Tierra y los astros que se encuentran alrededor de ella, si reflexiona bien sólo debería desear servir al Señor del universo; porque inmenso es el universo y minúsculo es el hombre”. (Bertha Dudde, Astros Leyes de la naturaleza)

Es por estos motivos que el Padre Creador del Universo solo nos pide que nos amemos los unos a los otros, que invirtamos en el corazón, que es lo esencial para el alma, porque el Padre Creador del hombre insufló la vida al cuerpo que es lo abstracto. De esta forma el Planeta Tierra es como la célula que alberga el cuerpo, que es lo abstracto, y el alma es la esencia que solo se alimenta con amor.

Ante las leyes naturales, los objetos y los animales no reportan acciones hacia el Padre Creador; los hombres al tener alma y ser “esencia” sí, y mucho tienen que reportar ante Dios, porque en eso se distingue su libre albedrío con relación a otros seres angélicos, de vida extraterrestre, que habitan en las moradas del universo. De esta forma la tierra sería lo abstracto, el globo terráqueo; y la esencia sería el humano: constituyendo el alma del planeta tierra los seres humanos, como hijos de Dios.

La civilización humana ha sido aniquilada, cual depredadores, por el hombre, porque en lugar de transfigurarse en su esencia: alma de Dios, se ha apartado de la Ley esencial que rige las almas en las moradas de Dios: el amor. Porque el hombre no tiene vida propia (santísima trinidad), su vida y su alma procede de Padre Rey del universo; porque la primera ley que debe respetar el alma del hombre es la de ser misioneros del amor; la misión de la creación del hombre no es colonizar el espacio, porque solo Dios puede colonizar su creación.

El trigo ya está maduro en la tierra, es el tiempo de la siega, de las bodas con el cordero de Dios, porque como bien esta escrito: Dios solo salvará a su pueblo oprimido; por tanto solo los hombres (en cuerpo y alma) elegidos heredarán la nueva tierra. Conversión, oración… porque los que queden en la tierra serán purificados con los zigos (terremotos, agua, fuego y viento) para transformación en vida de su alma en otros planetas o condenación eterna. Las señales están en los cielos… amen…

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Zulia.

Julio Mauricio García
22 de enero 2010