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bimbigiocanoPor Adriana Gnani
PALERMO
Centro/oratorio San Giovanni Decollato
06 de Abril de 2013
Hoy “comenzó” el primer día del laboratorio. Los niños, a quienes ya había conocido tanto estando sola como junto a Mara Testasecca, me recibieron con entusiasmo ¡curiosos por saber lo que había llevado en una inusual cartera desbordante de objetos! Me los encontré a todos a mi alrededor como si fuera un árbol de la cucaña. Avasallada por miles de preguntas y pedidos de explicación traté de “sedar” un poco su curiosidad tranquilizándolos con que les daría todas las explicaciones durante nuestra lección de carácter artístico.
Solo algunos de ellos se quedaron en el jardín del frente del centro casi ausentes... ocupados en otras situaciones.
Como habíamos quedado de acuerdo me encuentro con 15 niños de 3° / 4° y 5° grado de la escuela primaria, tendrían que haber sido más, pero por motivos personales estaban ausentes.
Todos haciendo una fila, como si fueran muchos soldaditos, subimos por las escaleras para llegar a nuestra sala, y la primera batalla fue el modo autoritario, por decir poco, de acaparar los mejores lugares y hacerles entender que tenían que aceptar el hecho de trabajar juntos, incluso con aquellos niños que por lo general ocupan otras salas. El problema entre ellos era que no aceptaban en su propia sala de trabajo a otros coetáneos... no se si me explico... se auto limitan; no estaba permitido atravesar el umbral de las demás salas. Todos contra todos, rivales, cada uno en su propio “espacio vital” perfectamente circunscrito. Una vez superada esta primera piedra en el camino comencé a explicar el trabajo que había que hacer. Otro obstáculo: al ser una actividad completamente nueva todos querían hacer todo y rápido. Con el amor más profundo y con mucha paciencia expliqué qe no era necesario ningún frenesí: que nadie era mejor ni que serían premiados por el hecho de terminar unos antes que otros.
Al ejecutar las diferentes fases, como por ejemplo pasar el color de fondo de una pintura, recortar imágenes y pegarlas, en algunos de ellos surgieron muchas dificultades y el deseo de abandonar inmediátamente el trabajo, llevados por un incontrolable malestar con respecto al resto de los niños.
Una primera victoria de mi parte fue la de derribar la barrera de la posesión, del objeto propio, personalizado y finito. ¿De qué forma? De propósito, apenas terminamos la primera fase de trabajo intercambié los objetos, pasándoselos al niño de al lado o al de enfrente. ¡No se hicieron esperar las quejas! Pero fue una estratagema muy útil. En el grupo se destacaron por su diligencia y paciencia 6 niñas que a pesar de ser molestadas por sus compañeras, lograron terminar su trabajo.
A mitad del proceso de trabajo muchos de ellos desistieron porque prevelació la distracción, el deseo de abandonar y hacer todo lo que les venía a la mente, con tal de salir de la sala e ir a otros ambientes. No los retuvimos por la fuerza, los dejé libres para que se fueran y seguí con los que quedaron presentes y que estaban más atentos y entusiastas por lo que estaban creando.
Así fue que cuando transcurrió alrededor de media hora quienes se habían ido regresaron y al ver los trabajos que sus amiguitas tranquilas y felices habían casi terminado reaccionaron imponiéndose con el modelo autoritario de sus ambientes, habrían querido retomar sus trabajos a partir de donde los habían interrumpido.
Me mantuve firme y decidida para explicarles que no era justo, que había habido un pacto inicial que no había sido respetado, es decir, comenzar todos juntos y terminar todos juntos.
Traté de dejar de lado mi corazón de madre que habría querido perdonarlos. Su reacción fue violenta, casi amenazadora, pero con una postura indiferente permanecí firme y continué con las actividades. Poco a poco “los resquemores” se calmaron, los niños casi volvieron a ubicarse y se quedaron con nosotros en silencio mientras observaban a sus compañeras que trabajaban.
¡Tal vez haya sido otra pequeña victoria... quién sabe!
El tiempo pasó volando y los niños no se querían ir porque estaban muy entretenidos con lo que hacían.
Qué difícil es tratar hoy en día de entrar en esos pequeños seres que se ven obligados por su propio ambiente a hacerse pasar por adultos, niños marginados por ellos mismos y por su ambiente violento y mafioso que los ignora, que no los apoya para nada.
Con el amor que el Buen Señor nos ha dado lograremos alcanzar una pequeña meta.
II° jornada. Una semana después
Programa de hoy: actividad deportiva. Los veo llegar a todos felices, con zapatillas y chándal de gimnasia, entusiastas por poder salir del ambiente habitual. Pero no todos tenían la vestimenta adecuada y llegaban con un bizcocho o un helado en la mano.
Zina, el brazo derecho del Padre Cosimo Scordato y columna vertebral del centro San Giovanni, me dijo que lo que tenían en la mano era su almuerzo porque ninguno de ellos es ayudado por sus padres, ni siquiera en este sentido.
Me puse muy triste, mucho más aún cuando – con una sonrisa en los labios – dieron lugar a las mentiras y a todas sus fantasías culinarias al preguntarles cuál había sido realmente su almuerzo...
Formando una fila de a dos, como soldaditos, nos dirigimos a la escuela en la que teníamos el gimnasio a nuestra disposición. O mejor dicho... así creíamos. En realidad, cuando llegamos al lugar los preceptores no querían dejarnos pasar.
Fue una situación humillante. La excusa expresada fue que el gimnasio estaba ocupado... y que quizás había habido un malentendido con la fecha.
La responsable se hizo cargo de la situación e inmediátamente fue a hablar con el director... la vi bastante enfurecida. Así fue que casi por milagro las puertas se abrieron y nuestros niños, salieron corriendo como potros desbocados por los pasillos interiores de la escuela hasta llegar al gimnasio.
Miré a mi alrededor y pensé en cuántas veces entré en las escuelas de tantas ciudades distintas. A pesar de que las aulas estuvieran vacías y que las lecciones hubieran terminado la vibración positiva de los niños es algo que se percibe siempre, es como si todavía se escucharan sus voces, su divertido murmullo. En cambio me parece estar en un ambiente hospitalario, triste, con las aulas despojadas como los árboles de otoño, las frías paredes sin ni siquiera un cartel pintado colgado, sin ni siquiera un solo mapa, sin ningún dibujo de los niños colgado. Escuela italiana de Sicilia, Palermo... Me repuse de la sensación de desolación que sentía gracias al cotorreo de nuestros niños que habían comenzado el calentamiento muscular en el gimnasio.
El objetivo del día era el de hacerles vivir y comprender el juego de la calle, la disciplina y el respeto de las reglas deportivas.
El dolor de espalda me impedía participar... pero no podía faltar. ¡Viva los analgésicos! No podía incumplir el compromiso tomado.
No se hicieron faltar las peleas y enfrentamientos internos, pero al final prevaleció el espíritu de grupo y la diversión. Hicieron falta dos horas y media de muchísimo movimiento para llegar a cansarlos. Sedientos y hambrientos, volvimos todos juntos al centro para hacer la oración de agradecimiento y merendar.
Es mucho el trabajo por hacer y seguramente Zina, que ha comprendido y vive la importancia del proyecto, programará reuniones con las voluntarias, para concentrar juntas las estrategias para poder ayudar de la mejor manera a los niños del centro.
Agradezco a la vida recordando las palabras del Maestro Jesús en el Evangelio de Mateo 19, 13-15 “En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos les regañaban. Jesús dijo: Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos. Les impuso las manos y se marchó de allí”...
Un abrazo a todos
Adriana Gnani
20 de Abril de 2013
 


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