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aliciaontimuro1Por Alicia Conti
La fragancia del aceite redentor embriaga el planeta.
El Maestro cósmico, Jesus Cristo, decide emplear un instrumento disponible, un ser devoto, obediente, humilde, sacrificio permanente de Su amor, para manifestarse.
Lo llama, lo escoge, lo ha creado, desde la sublimación de una copa.
Le dice: algunos sospecharán con Quién estás, Quién eres y Quién habla por ti; y otros, te mirarán con desprecio como un mortal más.
El Maestro del Amor se acerca a su hermano y obra un eterno y nuevo milagro, que los seres del cosmos, no quieren descifrar, sólo reverenciar, absortos de que el Cristificado, desee, una vez más, venir a rescatar a sus hermanos de un lejano planeta llamado Tierra.
Le trasmite: ahora voy a caminar con tus pasos, mirar con tus ojos, acariciar con tus manos, sangrar en tu cuerpo, copa divina, recipiente contenedor de la sangre consagrada en la Última Cena. El Cáliz, el Cáliz Sagrado, el Cáliz que nos reúne a los pies del Cristo, el Cáliz de la Comunión Crística, mientras nos marca con Su Luz, como candidatos a un Reino de Amor y Justicia.
Quien te ame, me amará, Quien te odie, me odiará…
Mientras, dure el tiempo de la redención, la Copa, se desliza con el aroma del Ser que lo personifica, porque ya no es solamente un copa, un espíritu en servicio; es El Ungido.
El bálsamo de la luz crística lo ha marcado, como él a nosotros, y maravillados por su humanidad gritamos al Padre mientras pedimos su Justicia:
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Alicia Conti
2 de Setiembre 2013