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amore bambini100Por Adriana Gnani
La voluntaria Adriana expresa vivamente las emociones de su experiencia de educadora en el marco del proyecto “El Laboratorio de Oz”. Se trata de un laboratorio artístico que nace para ayudar y favorecer el desarrollo armónico de las capacidades de los niños en situación de riesgo a nivel cognitivo, manual, de comportamiento, comunicativo, creativo y expresivo. El laboratorio es un medio didáctico de conocimiento activo, un lugar de liberación de su interioridad y creatividad, un espacio de superación de los conflictos.
El año escolar pasado “El Laboratorio de Oz” emprendió su trabajo con el lenguaje del arte (pintura, decoración, materiales). Desde que comenzó el nuevo año, en septiembre, hemos agregado las actividades de canto y teatro. Por lo tanto son el arte, la experimentación y la reflexión, los instrumentos de camaradería y crecimiento.
Las actividades involucran a niños de la escuela primaria que frecuentan el centro diurno “San Giovanni Decollato” de la ciudad de Palermo, a cargo del Padre Cosimo Scordato.
Aquí me encuentro escribiendo… y pienso en todas las personas que se esfuerzan en dar una palabra de consuelo a quienes la necesitan, en quienes trabajan por el prójimo. Os siento como hermanos y hermanas... en cualquier lugar que os encontréis me siento parte de vosotros y esto me da fuerza, me hace sentir parte de esta humanidad... desde mi pequeño lugar trato de dar un poco de amor, trato de secar las lágrimas de sufrimiento, allí donde hay incomprensión e indiferencia entre los niños que el Buen Dios tanto ama. Los niños tendrían que ser la sal y la levadura del mundo. Pero no es así. Terminan siendo ahogados, violados, asesinados. Daría mi vida por cada uno de ellos...
Han pasado ya 3 meses desde que comenzó el nuevo año escolar en el centro del Padre Cosimo Scordato. El tiempo pasa velozmente, y nunca me parece suficiente. Cuando estoy con los niños querría que el tiempo se detuviera, pero en cambio es inexorable, las agujas del reloj marcan el tiempo y cuando tengo que irme del centro y dejarlos es siempre una tristeza. Todos los días tengo la misma sensación, quisiera protegerlos siempre, ser su escudo, quisiera, quisiera... y todos los días ruego que todo termine... que llegue el día en el que al pasear por las calles de sus barrios lo único que se sintiera fuera el sonido de sus risas como cantos en el viento, poder ver sus juegos serenos en un mundo sereno... ¡el juego de la mancha, la escondida, la rayuela! Y verlos volar en una gran rueda como ángeles en el cielo.
Dirijo mi plegaria, mi sueño a estos niños así como a todos los niños del mundo. Nunca podré agradecerle lo suficiente a FUNIMA International por haberme dado la posibilidad de participar con ellos en este gran proyecto.
Mi experiencia como madre al haber criado a mis dos niños, hoy dos espléndidas personas adultas, y mi presencia constante en el centro me han ayudado mucho a trabajar con los niños. Me he puesto a su nivel, de palabras, de pensamientos, tratando de entrar en cada uno de ellos, pero sobre todo escuchándolos, confrontándome con ellos con claridad y sinceridad, aceptando mis límites con serenidad, tratando de no exagerar nunca. Ellos han comprendido esto y me respetan en cada una de las cosas que hacemos juntos durante el laboratorio. Detrás de sus sonrisas, de sus actitudes, hay todo un mundo por descubrir e intento día a día formar parte de ese mundo suyo, para poder tomarlos de la mano cuando los abrume la tristeza o estén desorientados.
Es difícil lograr que no se peleen entre ellos, tienen una actitud de fuerte competencia, pero en todas las actividades que desarrollo mi intención es la de ayudar a los niños a comprender el hecho de compartir, de vivir la alegría de estar todos juntos estrechándose las manos y cuando se alcanza un éxito en el trabajo que han realizado juntos ¡compartir el resultado incluso con un afectuoso abrazo!
Estos niños tienen que enfrentarse continuamente con un ambiente de vida que para ellos es muy hostil, a pesar de que gracias a su ingenuidad no se den cuenta. No saben controlar sus emociones, en momentos de alegría querrían explotar en una enorme sonrisa tratando de involucrar a quienes tienen enfrente con su entusiasmo, buscando un simple abrazo, pero inmediatamente, y muy a menudo, se encuentran frente a un muro que apaga ese sentimiento. Y así se tragan el entusiasmo que tienen ya que se lo hacen pasar a un segundo o tercer plano y les basta una sonrisa a medias. Las relaciones que han instaurado a lo largo del tiempo han creado una máscara en ellos ¡pero no les pertenece! Nuestra intención es la de hacer que se alegren por sus propias emociones, libremente. Es la de poder lograr que se expresen con un “te quiero mucho”, sin por ello ser juzgados o burlados, porque para ellos manifestar amor es símbolo de debilidad.
Cuando estoy con ellos, en cualquier cosa que haga, les hablo de Amor, de cuán grande e importante es este sentimiento, que no hay que sentir vergüenza al manifestarlo. Nos da alegría en nuestros corazones y si un amigo no comprende la caricia que le haces no tienes que afligirte sino que hay que reaccionar y ayudarlo a comprender tu gesto.
Y así fue que hace poco tiempo, mientras terminaba una clase, se acercó una niña y me dio un papelito blanco diciéndome que lo abriera, me miraba y me sonreía, pensaba que se trataba de un trabajito que tenía que hacer ¡abrí el papelito y un calor inmenso invadió mi cuerpo! Decía: “Querida Adriana Te Quiero Mucho, mucho, más que todo el mundo. ¿Ok? Esto te gustará. ¿Ok? Y en el centro del papel había un gran corazón dibujado con la palabra “muchoooooooooooo” (escrita así) que lo rodeaba. Y como esa carta luego hubieron otras. Tengo la puerta de la habitación en la que duermo cubierta por sus cartas y cada vez que la miro le agradezco a Dios por la alegría que me dan.
Quiero contaros otro episodio. El programa que estoy desarrollando con los niños, que comienza desde ahora hasta Navidad, es el de canto, baile y teatro con el objetivo de hacer una presentación navideña en la que invitaremos a todos los padres y a todos las personas del barrio que quieran participar. A cada niño le asigné una parte de las canciones y no os podéis imaginar su felicidad. Se sienten protagonistas de algo, se sienten pequeños cantantes (¡y lo son!) y lo hacen con mucho entusiasmo. Con tal de estar media hora de más en la hora de canto se organizan para apurarse con las tareas. Incluso antes de que llegue la responsable que abre el centro. ¡A mí, que por lo general llego antes, me toca ver escenas increíbles! Veo a estos niños sentados en el muro o sobre sus mochilas estudiando, haciendo las tareas, ayudándose y estimulados por ese momento que para ellos es tan mágico: el canto.
Volviendo a ese episodio que os había adelantado, estaba asignando una canción a una niña, cuando decidí hacerles escuchar otro tema, mientras esta niña escuchaba la canción para decidir si le gustaba (¡siempre los dejo decidir a ellos!) levanta su cara y me mira fijo a los ojos, noté que sus ojos se llenaban de lágrimas, luego me dijo: “¿Adriana tú sientes lo que yo siento?” Y le pregunté: “Dime ¿qué sientes?” Y ella me respondió: “Me quema el pecho, tengo muchas ganas de llorar porque siento esto y no lo puedo detener”. Y yo que estaba más emocionada que ella al escuchar esas palabras le respondí: “Sientes esto porque la canción habla de ti, habla de lo que tú corazón querría de la vida”. Me abrazó conmovida, todavía siento sus manitas alrededor de mi cuello, y me dijo: “Adriana, te quiero mucho, estoy muy feliz de que estés aquí, no te vayas nunca”.
¡Podéis imaginaros cómo estaba mi corazón en ese momento! Al abrazarla me parecía ver la luz que salía de cada uno de los poros de ese ser tan frágil. Y por esa luz que vi, mi vida está en sus manos, siento que existo gracias a ellos. Y le agradezco infinitamente a Mara Testasecca, a Barbara Drago, a Giovanni Bongiovanni y a Giorgio Bobngiovanni de FUNIMA International por esta enorme oportunidad de colaborar en el proyecto, en este gran proyecto.
Una pequeña voluntaria. 
Adriana
3 de Diciembre de 2013