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angeloaiello100Por Angelo Aiello
La justicia… un concepto muy difícil de comprender para nuestra naturaleza humana ya que a menudo cae en la subjetividad de cada uno. Solemos poner en el centro a nuestra persona, como si fuera el centro del mundo, y considerar todo en función de ella.
Bastaría solo un instante para pensar en la infinidad de los universos y de los mundos, imaginarnos por fuera de nuestro contexto vital y observar todo desde arriba: miles de millones de universos compuestos por billones de galaxias, así como también estrellas, planetas (de los cuales el nuestro no es más que uno de los más pequeños).

Y luego la inmensidad del mar y de las tierras sobresalientes, entre extensiones verdes, desiertos y playas... los animales, las plantas y finalmente nosotros, los seres humanos.
De vez en cuando sería necesario pensar en cuán pequeños y aparentemente insignificantes somos, cuánto lo es cada uno de los átomos que componen el universo.
Redimensionarse sería un acto de humildad muy saludable para nuestras vidas, ayudaría a erradicar el orgullo, la presunción, la rabia, la sensación de poseer y de superioridad... los peores vicios que acompañan a nuestras existencias.

Reubicarse en una dimensión más adecuada, como “parte activa” de la economía del cosmos.
En este sentido, únicamente, asumiremos nuestro verdadero significado existencial, o sea reconocernos como parte de algo realmente grande y por lo tanto útiles pero no indispensables.
Podemos ser creyentes o no, pero esta comprensión va más allá del don de la fe...
Y entonces ¿qué es la justicia? ¿Porqué no vemos la “justicia” en nuestras vidas?
Creo que la respuesta forma parte de la pregunta misma: porque todos miramos en la dirección equivocada, o sea “nuestra vida”...

Los seres humanos no son un fin en sí mismo, son parte de una gran comunidad y están íntimamente conectados entre ellos.
Siempre me ha gustado imaginarme a la humanidad de la Tierra como a una multitud de partículas de polvo magnético, cada uno dotado de una fuerza interior propia capaz de establecer la orientación con respecto al campo magnético terrestre.
Las decisiones de cada uno, las alegrías, los dolores, se repercuten en los que tenemos a nuestro alrededor, así como las partículas cercanas interfieren entre ellas.
Hoy parecería que estamos viviendo en medio de un campo magnético despotenciado, en el que las partículas se influencian negativamente asumiendo posiciones y orientaciones caóticas.
Solo mirando hacia la misma dirección, cooperando solidariamente para alcanzar objetivos comunes seremos capaces de avanzar en la escala evolutiva planetaria.

En otras palabras, solo en el momento que las partículas, los dipolos magnéticos, se ubiquen a lo largo de las líneas de campo asumiendo la misma orientación (porque habrián “aceptado” la “ley” que regula el campo magnético inferior), lograremos adquirir una energía tan grande que podría permitirle a la Humanidad dar un “salto”.
Es así que la justicia de Dios, técnicamente la aplicación de las leyes que están detrás de toda cosa y de toda sustancia existente, en un contexto universal asume el significado del “fluir natural de las cosas”, a la que es “conveniente” no oponerse...
A menudo intento describirla a través del paralelismo con la física de un resorte: este puede ser estirado desde un extremo o desde el otro aplicando diferentes fuerzas, puede ser “aparentemente” modificado en su forma, adaptado a los deseos de cada uno, de alguna forma “experimentada”, pero está destinado a volver a su posición de equilibrio en el momento que las fuerzas externas dejen de ser aplicadas.

Así es en la vida: se puede tratar de cambiar, transformar, modificar según nuestra voluntad las leyes naturales que están detrás de las cosas, el alma de las personas, pero tarde o temprano la Naturaleza, el Universo, se restaurarán a sí mismos volviendo a su posición de equilibrio. Y esta fase será tan furiosa como obstinados y extenuantes hayan sido los intentos de violar su esencia.
En otras palabras la justicia divina representa la naturaleza intrínseca del universo, de cada una de sus partes: reequilibra cada una de las cosas e indica el camino correcto...
En la cultura moderna, que ya está empapada de “ciertas” enseñanzas católicas, a menudo la justicia queda contrapuesta al concepto de amor: pero es tan evidente cómo no puede existir Amor sin Justicia, así como no puede existir Justicia sin Amor (un gran Hombre, hace muchos años, vino a mostrárnoslo en una forma maravillosa). Y esto es porque uno forma parte del otro, porque ambas cosas son indisolubles y se confunden en el “concepto” mismo de inteligencia universal.
Este es el motivo por el cual una Madre que sufre, la Tierra, que desde hace tiempo espera que su criatura (la Humanidad a la que nutre y a la que le da todo sin pedir nada a cambio) se “recomponga” debajo de su mando, merece Justicia como una señal del inconmensurable Amor por parte de su Esposo...
Un hijo no puede abusar del amor de su madre para siempre…
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San Giovanni La Punta
3 de Mayo de 2014
Angelo

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