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marcomarsiliExperiencia de Marco Marsili
15 de Septiembre de 2014
Noche de luna menguante.
Donde se levanta la nueva iglesia de la Virgen del Puente, en el gran jardín que rodea mi casa, recorro el sendero que termina entre dos viejos árboles y me acerco a un aparato metálico de color gris oscuro con reflejos color bronce que, semi escondido por la alta vegetación, se encuentra precisamente detrás del árbol de manzanas: se trata de una nave espacial similar a un boomerang, de alrededor de 12 o 15 m. de largo, con 4 o 5 m. de ancho y quizás 3 m. de altura.

Sobresale de los arbustos mostrando en su parte superior tres grandes ventanillas opalescentes, a una distancia de unos 2 m. una de la otra.
Subo a bordo y me parece entender que el vehículo no toca el suelo, sino que está ligeramente suspendido a pocos centímetros de tierra, perfectamente inmóvil.

En el interior, en una atmósfera plateada, hay muchos pasajeros (quizás incluso de nacionalidades diferentes) entre los que identifico a dos o tres conocidos, amigos de mi infancia. El clima es alegre y todos nos sonreímos unos con otros... a decir verdad esas hermosas sonrisas demuestran mucho más de una simple alegría: ¡un gran entusiasmo invade a todos los presentes! Un entusiasmo que se revela por todos lados en alegres carcajadas, que inmediatamente dan lugar a un comportamiento que en ese contexto todos sentimos más oportuno!

Un par de Señores muy altos pasan silenciosamente entre los presentes, repartiendo sonrisas y miradas bondadosas.
Ambos llevan puesto un uniforme color azul real con reflejos perlados, de un material aparentemente plástico y llevan una capa que les llega hasta los tobillos. Llevan unas botas azules que parecen ser muy ligeras y cómodas. Su porte armonioso transmite una gran fuerza y un carácter imposible de describir... digamos que su aura energética emana afecto fraternal y al mismo tiempo una sensación de fortaleza inexpugnable. Darían ganas de hacerles una reverencia mientras pasan. Además son muy parecidos en su aspecto: cabello lacio, muy claro peinado hacia atrás, largo hasta los hombros; la nariz afilada, perfectamente proporcionada en su cara alargada, al mismo tiempo un aire severo y manso. Digamos que no dan lugar a dudas: son ellos quienes manejan la situación, pero esto no provoca ningún temor, es más: su presencia transmite una instintiva sensación de confianza que hace que todos se sientan cómodos.  

Uno de estos dos Señores se me acerca a paso seguro y con una gran sonrisa abre los brazos con un gesto de bienvenida fraternal que me transmite una alegría a la que no estoy acostumbrado... esto me hace muy feliz y, sinceramente, recordarlo me emociona. Un poco más tarde me acompaña a una sala más pequeña, de forma oval, con las paredes curvadas hacia el exterior, cóncavas, construidas con una sustancia que se parece a la madera blanca... parecería que hasta incluso son blandas. Me muestra un tablero de control que a primera vista no es más que una pequeña tablilla metálica, perfectamente lisa. Pero cuando concentro mi atención en ella me doy cuenta de que el color del “metal” sufre vibraciones según la intensidad de mi concentración... algo increíble. Apenas me doy cuenta ello, quedando casi perturbado por la emoción, porque ante mis ojos hay colores maravillosos, arcoiris metálicos e irisados, y veo como cambian a medida que cambia mi nivel de atención... y esto es realmente indescriptible.
Mientras tanto percibo el afecto y el aura tranquilizante del Señor que está a mi lado.

De todos modos un poco más tarde me doy cuenta de que el tablero de controles posee una especie de inteligencia propia, una forma propia de interpretar mis dinámicas psíquicas... ¡y así me doy cuenta de que no es como aprender a manejar un medio de transporte cualquiera, sobre todo es como emprender una relación con alguien, como conocerse y convertirse en amigos! Algo increíble. Y bien, una vez que la relación se ha establecido y se ha creado una especie de confianza recíproca, comienzo a ver que los colores se hacían más tenues y una vibración llena el ambiente... algo está ocurriendo. Luego de unos instantes, intuyo la posibilidad del despegue... ¡mientras aún elaboro esta intuición ya nos hemos elevado del suelo! No siento miedo, no hay ningún problema: mientras todo esto está ocurriendo percibo claramente que la situación es supervisada y manejada siempre por el Señor que está a mi lado... además tengo la neta conciencia de que “el coche” jamás podría efectuar movimientos repentinos, porque es evidente que no obedece a ninguno de mis impulsos emotivos. Al máximo “el coche” prevé y armoniza mis dinamismos psíquicos: no tanto mis pensamientos, sino sobre todo mis verdaderas intenciones, mi voluntad que no despega de los efectos de la emotividad. Es algo realmente sorprendente.

Entonces, una vez que finalmente me he tranquilizado y me siento sereno, es cuando comienzo a navegar mentalmente sobre la superficie terrestre, mientras comienzan a pasar imágenes vívidas de la nave espacial en movimiento.

Haré lo posible por explicar mejor esta situación:
Mientras mi voluntad se encuentra ocupada en empujar el artefacto, en mi mente se manifiestan las escenas (límpidas y claras, como una proyección de video en directo) de lo que está ocurriendo; ¡de esta forma tengo la posibilidad de ver en mi mente todos los movimientos de la astronave, como si me encontrara afuera de ella! Y esto no es complicado, es más: es algo natural e inmediato y no tengo ninguna dificultad para manejar la situación.
Cuando decido subir aún más, el artefacto realiza un ascenso vertical a gran velocidad y todavía puedo recordar esa maravillosa sensación de “suave y delicado vértigo”... recuerdo haber pensado en cuán primitivo, en comparación, es el vuelo de los aviones terrestres... recuerdo que me los imaginé como autobuses de hierro con alas... ¡y quizás esta comparación llegó a provocar un cierto enojo en el Señor que está a mi lado!

De repente me doy cuenta de que he superado la atmósfera terrestre y por un instante siento pánico, entonces el artefacto, con una suave inercia, se detiene allí arriba, no tengo idea a qué altitud... gradualmente, los muros se vuelven transparentes para mostrar la maravillosa majestuosidad del imperturbable firmamento. Debajo de nosotros, silenciosamente el manto celestial de la gran Madre Tierra envuelve con su gracia la vida de miles de millones de personas, que muy a menudo son ignorantes del hecho de estar sumergidas en tan grandiosa belleza.
Pasan algunos instantes de vehemente contemplación, y mi Amigo que está conmigo me hace señas de que tenemos que descender. Obedezco, sumergiendonos nuevamente en la atmósfera terrestre.
 
De repente me vino a la mente lo que el amado Giorgio Bongiovanni ha dicho alguna vez, hablando de cómo será de simple, algún día, trasladarnos de Europa hasta Australia en pocos minutos, gracias a la utilización de artefactos similares a aquel en el que me encuentro...
¡Un segundo más tarde nos movemos nuevamente a una velocidad inconcebible, en dirección a Australia!

Logro ver debajo del disco los pueblos que pasan velozmente mientras que atravesamos el éter como una piedra plana en el filo del agua... ¡MARAVILLOSO! En pocos instantes estamos en la tierra de los canguros. Ni bien me doy cuenta de la situación la astronave emprende vuelo nuevamente a la misma velocidad para regresar en un instante al viejo continente. ALGO INCREÍBLE.
A partir de ese momento somos dos los que dominamos el viaje: el Señor que está a mi lado y yo.
Sobrevolamos la parte de la península italiana y me sorprendo al ver las miríadas de iluminaciones artificiales que sirven para la vida nocturna de la gente humana. Poco después nos encontramos en los cielos de Sicilia y mi Amigo me invita a observar el volcán Etna y las hermosas cascadas lávicas, haciéndome entender la gran importancia que tienen los volcanes y transmitiéndome telepáticamente una sensación de urgencia, una urgencia que toda la Tierra está viviendo y que los volcanes no tardarán en manifestarse...

Durante esta breve conversación silenciosa, nos movemos a gran velocidad y visitamos otros dos o tres volcanes que se encuentran en creciente actividad... por algunos minutos seguimos observando los impresionantes movimientos del magma y me viene a la mente que en el mundo son muchas, muchísimas las actividades naturales que revelan los fuertes cambios que se están desarrollando en el Planeta. Al formular este pensamiento la astronave comienza a moverse a una velocidad increíble para llegar a zonas de la Tierra en las que estos cambios están ocurriendo. De esta forma tengo la posibilidad de ver enormes cascadas fragorosas y montañas que le dan paso a desmesuradas masas de agua, luego terremotos y maremotos y remolinos gigantescos, luego desiertos barridos por vientos impetuosos y árboles arrancados por las tempestades, luego derrumbes y desprendimientos de tierra de dimensiones colosales y, además, enormes erupciones volcánicas dignas de la era prehistórica... todo esto está ocurriendo, pienso en ese momento, y todo esto ocurre precisamente ahora, mientras el género humano se deleita en lo absurdo de sus oficinas terrenales, sin importarle nada de lo que lo rodea y sin prestar atención a las aberraciones de sus infamias, sin remediar su imperdonable indiferencia, su desmesurada ignorancia. Y pensando en estas cosas me pareció natural y obvio, lógico y correcto, que la Tierra desee sepultar a estos degenerados hijos suyos cuya brutalidad ha superado los límites de las Bendiciones Celestes.

Después de estas “apocalípticas visitas”, el artefacto volvió lentamente al lugar del despegue, mientras me desacostumbraba, gradualmente, al nivel de concentración que había mantenido hasta ese momento.
Luego de pocas horas aterrizamos con ligereza en el gran jardín del cual habíamos partido.
Pero antes de saludarnos los dos Señores uniformados quisieron hacerme un regalo literalmente inestimable: después de haberse ubicado uno enfrente del otro, en forma especular, uno de ellos abrió su mano “en forma de cuchillo” y, con el brazo extendido en horizontal, lo dirigió hasta la frente del otro en forma tal que su dedo medio le tocaba exactamente en el punto central entre ambas cejas.
Mientras tanto, siempre el que tenía la mano en esta posición, emitió claramente, distinguidamente, una intensa afirmación mental:
“¡POR CRISTO! ¡CON CRISTO! ¡EN CRISTO!”
 
Al pronunciar estas palabras un aura de luz muy blanca envolvió y compenetró primero a uno y después al otro, transfigurándolos y volviéndolos casi irreconocibles por su angélica luminosidad que inunda los cuerpos y que emana de todo su ser.
Mientras tanto, telepáticamente, me transmiten estas palabras:
“DE ESTA FORMA ES POSIBLE RESTABLECER LA SINTONÍA Y SANAR”.

Cuando dijeron esto, con el corazón desbordado de agradecimiento, saludé a los dos Señores al clarear del alba y emprendí mi camino de regreso.
Mientras caminaba, en un cierto punto me di vuelta y vi que el artefacto todavía estaba allí, detrás del árbol de manzanas, y me detuve un instante para admirarlo... la tenue luz solar de la mañana reflejada en las resplandecientes gotas de rocío, iluminaba a esa maravilla y dejaba al descubierto su espléndido color bronce. Una sensación de nostalgia me acompañó hasta casa.
Cuando abrí los ojos, esa nostalgia no se había desvanecido y pensé una y otra vez en que TODOS tendríamos que vivir una experiencia similar para emerger de la confusión de nuestras actividades humanas, para desvincularnos de las costumbres y finalmente aprender a “ver las cosas desde arriba”.

Marco Marsili
19 de Septiembre de 2014