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palomas.jpg2Por Daniel Amaral

La vida en este mundo es muy difícil. Por momentos puede ser una vida insoportable, al punto tal que nos viene a la cabeza la idea de desaparecer, o el deseo ferviente de que algún hecho inesperado nos haga el favor de esfumarnos y así poder escapar del calvario en que vivimos. Pero al mismo tiempo si miramos a nuestro alrededor, podremos ver cómo la vida fluye a pesar de todos los desastres que nosotros como humanidad le causamos a nuestra querida “Madre Tierra”.

Por lo tanto, cuando en el camino de nuestras vidas aparezcan dificultades o alguna nube negra se pose sobre nuestra cabeza, o un mal momento irrumpa en nuestra aparente vida tranquila, o algún hecho de dolor que no estaba en nuestros planes se ponga delante de nuestras narices, no perdamos la fe y asumamos que así como el mal apareció, pronto puede desaparecer.

Tenemos que aprender a disfrutar de las pequeñas cosas y tratar de sobrellevar cualquier trago amargo, buscando interpretar los hechos de la mejor manera posible.

Es en estas circunstancias que debemos preguntarnos cuál es la mejor manera de sobrellevar nuestra existencia, cuál es la mejor firma de llevar adelante una obra espiritual, que va de la mano de un trabajo social, que nos conduce inexorablemente a encontrarnos con distintas visiones de cómo debe ser nuestra humanidad.

¿Pero cómo es que podemos darle a los demás una visión sobre la existencia, un análisis sobre la coyuntura actual por la que atraviesa nuestra humanidad, si adentro de nuestros espíritus no hemos captado cuál es la perspectiva, cuál es el camino a seguir, para no perdernos como especie?

Es aquí donde tenemos que detenernos a pensar y buscar el ingrediente más efectivo para transmitir lo que queremos, para difundir las enseñanzas de Cristo que hemos recibido a lo largo de tantos años, en principio por aquel hombre increíble que fue y es hoy en nuestros días, manifestado en el espíritu, nuestro querido Eugenio Siragusa, quien fuera el padre espiritual y maestro en los años jóvenes de Giorgio Bongiovanni. El mismo Giorgio que cambió definitivamente su vida desde el momento en que recibió los sagrados estigmas y de ahí en adelante se transformó en el verbo hecho carne y sangre, pan y vino, es decir que él, en cuerpo, espíritu y alma se convirtió en el Cáliz de la Comunión Crística. Es de ellos que hemos recibido un sinfín de enseñanzas y un sin número de conceptos, que provienen del universo macrocósmico y de la emanación directa del Espíritu Santo.

Una y otra vez Giorgio nos dijo que debemos gritar con rabia en la plaza pública las injusticias de este mundo, pero que debemos hacerlo con alegría, con amor, con conciencia y totalmente comprometidos con las causas justas. Pero nunca debemos manifestar nuestras ideas en una forma pesimista o enojados, mucho menos con tristeza; nosotros tenemos que manifestar la alegría de vivir, la alegría de sabernos poseedores de un conocimiento universal, que no es nuestro sino que es para todos los seres vivientes.

Esta es nuestra clave para transmitir un mensaje, que sea capaz de generar conciencia, de sacudir los corazones de millones de personas, de llegar a lo más profundo del espíritu individual y colectivo, y sólo lo podemos lograr a través del ejemplo más auténtico que sepamos brindar a los demás y ese es donarnos de cuerpo entero, demostrando que es posible hacerlo con alegría, con la alegría de tener un conocimiento único y verdadero.

La alegría de vivir, la alegría de sabernos libres pensadores, la alegría de reconocer a los mensajeros, a los justos, a los niños que son los ángeles encarnados, la alegría de tenernos unos a otros, de ser amigos, de ser una sola cosa con el Gran Espíritu, la alegría de sobreponernos a cualquier dificultad; en definitiva la alegría de existir.

Queridos hermanos, así debemos ser, alegres luchadores de la justicia, de la paz y del amor.

Daniel Amaral
Montevideo, Uruguay
25 de enero de 2015
 

 HASTA LAS PIEDRAS VAN A HABLAR. PERO ANTES TENEMOS QUE VIVIR EL CÁNCER, PARA DESPUÉS EXTIRPARLO.

Está escrito, y ha sido dicho muchas veces por el verbo encarnado en la tierra, que si los hombres de buena voluntad no se atreven a decir las verdades que toda la humanidad debe saber, hasta las piedras hablarán.

Este concepto que por momentos puede sonar en nuestros oídos como algo alocado, o algo demasiado simple, podría transformarse en una verdad absoluta, porque el “Creador” podría utilizar como instrumentos a las piedras y darles el verbo, ese verbo que nosotros los seres humanos pensamos que es una exclusividad nuestra.

Pero la creación que es un devenir constante de movimientos, de impulsos, de latidos, de formas y sustancias que en su “seno” guarda como un tesoro a la inspiración, que es la musa que se transforma en “verbo”, ese verbo que entra en sintonía con nuestra conciencia, pero si eso no sucede y una parte de la creación corre el riesgo de entrar en una fase de “destrucción”, el verbo tiene que sacudirnos de la forma que sea, para que reaccionemos y podamos despertarnos. Y si es necesario utilizar una simple “piedra”, la divinidad “creadora” lo hará.

De momento y mientras eso no suceda, tenemos la posibilidad de transmitir ese verbo a través de la palabra escrita o hablada. Podríamos decir que tenemos el deber de hacerlo, por convicción o por temor, antes que nuestras hermanas las piedras lo hagan por nosotros. Por eso debemos darnos cuenta de que la conciencia colectiva de esta humanidad se ha enfermado y está entrando en un camino que nos conduce a un gran riesgo, donde se vuelve necesario e inexorable que vivenciemos una de las peores enfermedades. Y es que como humanidad nos hemos impuesto un “cáncer”. Quizás no seamos conscientes del grado de enfermedad al que nos exponemos, pero como todo mal, por peor que este sea, tiene su antídoto y es posible extirparlo, pero debemos actuar con rapidez y con total convicción.

La herramienta fundamental para llegar a la cura de la enfermedad es el verbo, que nos lleva al conocimiento de las teorías más esenciales, que al mismo tiempo mientras aprendemos, debemos actuar en consecuencia y poner las enseñanzas en práctica.

El primer camino que debemos emprender es el de la humildad, para luego abrirnos paso hacia la aceptación, sin caer en el desconsuelo del “por qué a nosotros”. Por eso, con mucha paciencia, debemos preguntarnos para qué a nosotros. Para qué debemos pasar por este dolor, que nos lleva a sufrir hasta el espasmo, al punto tal de cortarnos la respiración, Y con la misma humildad, con la misma paciencia, nos tenemos que dar cuenta y buscar dentro de nosotros, el punto de “referencia”, que nos ayudará a retomar la respiración y poco a poco encontraremos las respuestas. Y aplicando una a una las enseñanzas, encontraremos la puerta de salida que nos conducirá hacia la solución.

Nunca hemos estado tan cerca como ahora de poder pasar el umbral y dar un verdadero salto cuántico hacia la luz o hacia la oscuridad, hacia una materia más sutil o a la desmaterialización, hacia una memoria colectiva de carácter universal o hacia una humanidad de la cual no quedará ni memoria. La oportunidad es única y la estamos viviendo en vivo y en directo, podemos verla en la pantalla como una película que ocurre fuera de nosotros, o podemos ser protagonistas de nuestro destino. Lo que sí debemos hacer es poner todo el esfuerzo por llegar a la meta y no detenernos, haciendo siempre más y más obras, más y más frutos y nunca pensar que es poco o mucho, simplemente debemos hacer y ser cada día mejores individualmente, apostando a estar más y más consustanciados con el colectivo.

Tomar el ejemplo, vivir el ejemplo y dar el ejemplo, con el verbo y las acciones, como hace dos mil años lo hizo Jesús Cristo, que nos dio miles de ejemplos, pero que en una sola acción logró resumir toda su grandeza; en el momento en que se dejó crucificar, Él nos mostró cuál era el camino, dando la vida por sus amigos y sus hermanos y dando la vida por todas las generaciones futuras hasta nuestros días.

Pero ese tiempo está llegando a su fin, así como la posibilidad de extirpar el gran cáncer que padecemos. Todo tiene su límite, ¡setenta veces siete!, setenta veces siete también tiene su límite. Por lo tanto, sin pensar cuál es ese límite, pero conscientes de que será muy pronto, que es este el tiempo. Lo mejor y lo más sabio es vivir el día a día, poniendo todo lo que tengamos en cada momento, cada uno sabe dónde están las limitaciones, también dónde están nuestras virtudes. En ese sentido y con ese grado de conciencia, es que tenemos que vivir este tiempo y vivir cada instante como si fuera el último.

Dejemos que el verbo que se hace carne nos guíe, dejemos que el mismo verbo entre en nosotros, que nos envuelva, que nos inspire, que nos proteja y que nos llene de conocimientos para después salir al campo de batalla, que algún día será un campo lleno de flores. Pero ahora es lo que es y no nos confundamos, porque la primera batalla es con nosotros mismos, con nuestros miedos y nuestras debilidades.

Aún tenemos tiempo de hablar y de demostrar con los hechos, que existe la posibilidad de un mundo mejor y que nosotros queremos entrar en él, pero que también queremos que entren muchos más.

Si nosotros no hablamos, si nosotros no nos damos por entero a esta causa, que es la más grande y la más digna. Y que está comandada por Jesús Cristo y que ha sido difundida ampliamente en todo el mundo por el verbo encarnado, que es nuestro querido hermano Giorgio Bongiovanni; si no somos capaces de dejar la vida, donando toda nuestra existencia por las causas justas, si nosotros no lo hacemos… ¡hasta las piedras hablarán!

Daniel Amaral
Montevideo, Uruguay
20 de enero de 2015