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Claudia100Por Claudia Marsili

He conocido a un hombre que con las mismas manos con las que ha estrechado las mías ha quitado la vida. Un hombre que con los mismos ojos con los que me ha mirado a mi ha mirado  otros ojos en el último instante. Un hombre que ha derramado sangre para defender una causa que para él era vital. La única causa que valía la pena defender. El único camino posible.

Pero un día los llamados de la Santa Madre alcanzaron su corazón y a pesar de que antes sus oídos los advertían solo como una débil voz lejana, poco a poco fueron tomando forma y se convirtieron en gritos desesperados y afligidos de dolor... dolor de una madre que quiere enderezar a su hijo para que regrese a ella... enderezarlo para que regrese al Padre.

En sus ojos se ve todo el sufrimiento de una vida destruída... en su voz quebrada por la emoción todo el pesado fardo de los actos cometidos y que jamás olvidará... en sus recuerdos está la ingenuidad misma de esos actos cometidos por devoción a su “mamá”, cometidos como actos inevitables para garantizar la continuidad de la “especie”.

Esa “mamá” que lo había criado y alimentado de repente terminó siendo lo que era realmente y como un puñal en el pecho regurgitó entrañas de sangre y dolor mostrándole toda su podredumbre.

La intensidad de un renacimiento, la oportunidad de una segunda vida, marcada por un gran talento y por una enorme pasión: la de la pintura. La voz quebrada al contar su experiencia ha tocado profundamente mi corazón que parecía desgarrarse. Es como si hubiera sentido en mi las heridas de las armas que él utilizaba para matar, y al mismo tiempo la hoja de ese puñal que había atravesado su corazón para despertarlo del letargo… del dolor…

figliolo... Y entonces todo me queda claro, es como una fulguración. Giorgio siempre nos dice que Dios está listo para recibir a todos, hasta en el último respiro de vida, si nos arrepentimos en lo más íntimo y profundo y ponemos todo el tiempo que tenemos a disposición para reparar los daños provocados, colaborando a favor de la Vida.

Una vida transformada, un hombre que desde hace años colabora con la justicia, que siempre está presente y dispuesto a hablar de su experiencia, para que pueda servir de enseñanza, de ayuda, de sostén, de consuelo, un hombre que con sus cuadros regala emociones y se conmueve por ello, mientras nos lo cuenta desnudándose por completo... sin sus ropas y desarmado...

… Me gusta pensar en que cuando deje este cuerpo mortal Jesús Cristo lo estará esperando y lo mirará profundamente a los ojos, lo tomará en sus rodillas y le dirá: “Hijo, tus pecados han sido perdonados”.

Claudia Marsili
Gubbio – 7 de Abril de 2015