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etna100Por Rosario Pavone
Como ocurre a menudo nos reunimos sin una planificación hecha con días, o semanas de anticipación y de espera.
Así fue que nuestro amigo Marco Mazzarella, a quien conocí en Nápoles, y que había expresado su deseo de venir a Sicilia para encontrarnos y además para “conocer” de cerca el sugestivo Etna, gemelo de “su” Vesubio”, incluso para filmar “algo”... ya que él siente esta actividad con mucho fervor y seriedad, más o menos como lo vive Antonio Urzi. Entonces nos avisó que el día sábado 20 de Junio vendría a visitarnos a Belpasso para estar juntos fraternalmente y logicamente para subir a la montaña.
Estaría con nosotros Giovanni Andaloro, oriundo de Sicilia pero residente en la zona de Nápoles, aprovechando que él vendría aquí con su familia para hacer algunos trámites.
 
Luego de una comida simple y reconfortante en mi casa salimos con Giovanni y Marco para dirigirnos hasta nuestra sede, que como todos sabéis la llamamos el “Arca”. Allí nos recibieron Giorgino, Antonio, Maria Stella y Angelo, los demás hermanos no habían podido venir por diferentes motivos de trabajo o por impedimentos logísticos. Mientras tanto el cielo se había... “cerrado” mucho, con una manta grande y espesa de nubes que nos cubrían, incluso algunas pequeñas gotas se hacían sentir tímidamente presagiando que empeoraría con el paso del tiempo...
 
Nos quedamos sentados durante un par de horas, hablando de varias cosas y tratando de focalizarnos principalmente en lo que es, justamente para cada uno de nosotros, lo más importante que nos mantiene conectados con esta “aventura” a la que defino sobre todo de carácter espiritual y sobre todo lo importante que hemos recibido, o comprendido.
Fueron muchas las explicaciones y todas eran complementarias entre sí: corazón y mente se superponían unas con otras.
El deseo de Justicia y de un mundo diferente en el que no exista lugar para las tinieblas del espíritu y el Amor que siempre tiene que impulsarnos a amarnos y motivarnos constantemente en nuestro accionar constituían el denominador común.
 
Eran casi las 20:15 hs. y a pesar de la hora que era decidimos igualmente subir hasta el monte Sona/Manfrè para honrar de alguna forma la presencia de Marco. “Pero quizás – pensábamos en los 6, o 7 km que nos separaban de la meta – el cielo se abrirá...”. Al llegar comenzamos a subir por el sendero que nos llevaba a los bordes del cráter apagado por el caminito que lo rodea y comenzamos a observar el cielo que en el lapso de 3, o 4 minutos se volvió literalmente terso y libre de nubes permitiéndonos apreciar la noche con el brillo de la luna y con la resplandeciente luminosidad de Venus y de Júpiter. Algunos comenzaban a ver en el cielo unos flashes, casi como si fueran una llamada de atención: “Aquí estamos...”.
Permanecimos allí por aproximadamente media hora y al ver que la cúpula celeste volvía a cubrirse de manera impetuosa decidimos, dada la hora, regresar para comer al menos una pizza en el restaurante ubicado a unos cien metros abajo. A pesar de la música ensordecedora del sábado por la noche intentamos mantener la armonía, tratando de sacar siempre algo bueno y hermoso de esta subida a la montaña que parecía... estéril, carente de señales y de experiencias... “En fin...  – pensé – lo siento por Marco que ha viajado hasta aquí con tanto entusiasmo para ver, para filmar... se ve que tenía que ser así”.
 
Al final, al prepararnos para saludarnos y volver cada uno a su casa, nos encaminamos para salir del local... y apenas estuvimos afuera vi que algunas personas estaban mirando con atención y sorpresa unas luces y como para poder observar  estaban en los bordes del estacionamiento de la pizzería.  Observaban algo insólito que estaba ocurriendo en la punta del volcán, pero que claramente estaba separado del mismo, en el cielo. Marco intentó hacer algunas tomas, a pesar de que no reflejaban el esplendor de verlas en vivo, logró de alguna forma inmortalizarlas en un video que publicaremos más adelante. En resumen era una gran luz fuerte e intensa, que del blanco-mercurio pasaba al azúl eléctrico, pulsaba intensamente en una especie de sístole y diástole continua y a veces se desdoblaba y luego se volvía a unir.
 
Era el fenómeno “OVNI” del cual había oído hablar pero que jamás había visto. Una “llamada” muy clara que duró algunos minutos, apenas nos dimos el tiempo necesario como para poder mirarnos a los ojos y dijimos: “¡Chicos, volvamos a subir!” El cielo, en el momento que lo dijimos... se había vuelto estrellado y maravillosamente limpio.
Nos quedamos en el valle, en la base del monte, con la mirada hacia arriba, y comenzamos a ver los famosos flashes y en ese momento comenzó el... carrusel de “luces”. Al inicio eran pequeñas “estrellas” en el zénit que dejaban una estela que duraba algunos segundos, aquí y allá en la inmensidad, luego aparecía otra, muy grande, que se “acercaba” y que rodeaba durante algunos instantes al “Gran Carrusel” que, tal vez por la altura en la que nos encontrábamos y por la nitidez del aire parecía casi como que pudiéramos tocarlo con las manos... Estábamos muy felices y bastante sorprendidos por haber recibido tanta atención. ¡Luego se vio otro flash, pero todavía no había terminado!
 
Me alejé un poco de los chicos, con los pensamientos que os podéis imaginar, dirigiéndome en la oscuridad más profunda hacia la base del monte y de repente mis ojos fueron más allá del borde derecho de la montaña, en el cielo. Una luz, siempre color blanco-mercurio y muy brillante, pequeña pero muy visible se agrandaba a medida que aparentemente se acercaba a nosotros hasta asumir las proporciones de una luz realmente grande, al menos del doble de las que habíamos visto antes. Al grito de “¡mirad, mirad!” partieron las lógicas ovaciones de alegría...
 
Todo duró unos pocos segundos, 7, u 8, pero era suficiente como para hacer vibrar nuestra alma. Luego así como se fue, literalmente disminuyó, se volvió más sutil y desapareció. No... contentos, nos seguimos quedando allí escrutando el cielo y del lado opuesto observamos, pero más distante, otras dos luces grandes que iban en dirección sur y otra de menor intensidad que iba a su encuentro, fueron segundos de observación y luego se desvanecieron para perderse de vista.
 
En ese momento, felices y radiantes, tuvimos una vez más la certeza de que Ellos, nuestros Hermanos, se manifiestan incluso a través de esta metodología cuando estamos serenos, tranquilos, pero sobre todo si en nuestros corazones permanece viva, e intenta perdurar en ellos, la Llama del Amor, la única que corresponde a nuestro documento de identidad... aquella que todo lo supera, que todo lo comprende y todo lo alquimiza.
 
Al dirigirnos a la salida para saludarnos tuve apenas la suerte de captar a lo alto un último flash, de color azul, como señal de un saludo, como para decir “Chau”. Fue así como lo percibí.
Al final, la cereza del postre, justo antes de subirnos a los coches nos llegaron las llamadas telefónicas de Enzo y de Carmela, que no podrían estar allí con nosotros, desde las diferentes zonas en las que cada uno se encontraba, para hacernos sentir su calidez y su abrazo fraternal. Espiritualmente estuvieron con nosotros esa noche.
¡Os aseguro, creedme, que si hubíeramos ubicado en el lugar varios equipos profesionales como para realizar una filmación nocturna, estas “lumiers dans le nuit” habrían sido dignas de tener una relevancia testimonial, pero lo que nos interesa es saber que nos observan, nos “guían”, de alguna forma nos toman en... consideración!
“Aquí estamos... volveremos a vernos...
Etna 1
Etna

Rosario Pavone
Kaggi (Italia)
27 de Junio de 2015