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addolorataDEL CIELO A LA TIERRA

UN HERMANO DE LOS ANTIGUOS DÍAS ME HA ESCRITO.
HE DADO GRACIAS CON CRÍSTICO AMOR.

LEED, MEDITAD Y DEDUCID.

5 de Agosto de 2015
San Giovanni in Polcenigo-PN (Italia)
G. B.

Querido Giorgio:
Que la caridad que manifiesta la magnanimidad de Dios Creador hacia Sus criaturas sea para tu corazón la que otorgue salvación para aquellos que se benefician de ella con el fin de que tú puedas gozar desde ahora de las agradables percepciones producidas por la celeste beatitud.
Adjunto a este envío la última versión de mi composición titulada “La Pasión de la Beata Virgen María”.
Buena meditación y oración.
 
En Cristo, María y José te saludo cordialmente.
 
Fabio Maccari
Terni 29/07/15

LA PASIÓN DE LA BEATA VIRGEN MARÍA

El suplicio de tu alma comenzó cuando la tempestad de Satanás 
se arrojó sobre Tu hijo, 
a través de la traición de Judas Iscariote 
quien rechazó abyectamente Tu realeza 
y la del fruto de Tu vientre. 
 
Así comenzaste a sufrir con lamentos inenarrables, 
aunque siempre estuviste consolada por una poderosa e indómita fe, 
inagotable fuente de gracia 
incluso para quienes siguen siendo subyugados por las redes del tentador, 
y Tus lágrimas de penitencia inundaron Jerusalén, 
por cuya salvación Jesús lloró lágrimas de sangre para redimir los pecados de los incrédulos.
 
Y cuando Jesús se ofreció humildemente a quien lo terminaría condenando 
como usurpador de la autoridad constituida, 
en observancia de la profecía testamentaria, 
te volvió a la mente el tiempo en el que, aún siendo niño, 
le enseñaste la compasión con el perdón del pecado ajeno, 
la templanza al sostener el privilegio de la cruz, 
la aceptación de la llamada divina para la 
cosecha de los copiosos frutos de la divina piedad.
 
Luego Jesús fue privado de su cetro frente al Sanedrín, 
que se había reunido para acusarlo como un justo entre los malhechores, 
y tus lágrimas aliviaron Sus penas  
derramadas por la compasión hacia los que lo renegaron, 
como custodios de la ley de Moisés e impregnados de un falso juicio sobre su  
observancia además de hacia los soldados mercenarios 
que se convirtieron en instrumento de Su pasión.
 
Entonces el templo de Tu cuerpo 
se llenó de la sal derramada por el martirio de Tu hijo, 
como alimento de los pecadores en el camino del arrepentimiento, 
a tal punto que Tu vientre conoció el germen 
que recibiría el espíritu santo Paráclito en el cenáculo de la Pentecostés 
y que guiaría a la joven iglesia por el camino 
de una radiante evangelización en el mundo entero.
 
Y cuando el cuerpo de Jesús, 
martirizado por los flagelos de los verdugos, 
derramó su preciosísima sangre, 
sentiste compasión por la encarnizada ofensa de la muchedumbre cegada por el odio y olvidadiza de los frutos del testimonio de Tu hijo,  
así fuiste consolada por el pensamiento de la potencia de intercesión de Tu hijo por esos míseros pecadores
y la pena que sentiste por dicha profanación 
fue bálsamo para aquellos sacrílegos aclamadores 
quienes habían sellado Su fin,  
para el germen de arrepentimiento que surgió en sus corazones. 
 
Fue entonces cuando seguiste la estela de Tu Hijo en el camino del Calvario 
en comunión con los que habían creido en Su palabra 
y que habrían custodiado el testimonio de Su martirio 
para la nueva descendencia de los pueblos de Abraham.
 
Finalmente, oh María,
dirigiste Tu radiante mirada hacia el rostro de Jesús lleno de llagas, 
consciente de Tu coparticipación en el plan de redención de Tu Hijo, 
además de la gloria que coronaría Tu asunción como madre  
del Emanuel.
 
Con Su llanto Jesús te entregó Su cruz
para que Tu corazón inmaculado fuera traspasado por un dardo de amor 
que lo llenaría de gloria, 
y Tú, respondiendo, caíste a Sus pies, 
para secarlos con Tus oraciones y contribuir a sanar el pecado
de quienes no aprecian el don del divino perdón
dirigido incluso a los que odian a los mensajeros de la luz divina.
 
Luego llegó Simón de Cirene para asistir al Jesús martirizado
y Tú le ofreciste Tu compasión para aliviar con Él el peso de la cruz, 
para que los justos honraran a su salvador 
y el resto de los fieles siguieran perseverando en la fe 
de manera tal de poder llevar la buena noticia
a los que todavía no habían logrado perseverar en la fe
y también a los que, en cambio, ya habían comprado el aceite de la lámpara
para la llegada del Esposo. 
 
Fue en ese momento cuando Verónica secó el rostro de Tu Hijo, 
regado por la sangre ofrecida en la última cena, 
y Tú perfumaste ese lienzo con el incienso de Tu mirada, 
para que no sucumbieran en la prueba 
aquellos que han ofrecido su fe en el altar 
del casto José, protector del niño divino y de la sagrada familia 
además de vencedor en la lucha contra la inmunda serpiente.
 
Su última caída desgarró el velo del templo profanado 
y Tú te arrojaste al suelo con Tu Hijo dilecto, 
ya que con el humilde servicio se manifiesta la libertad de los puros de corazón, 
con la sumisión al yugo de la carne se manifiesta la obediencia a la divina sabiduría, para que podamos saborear el celestial alimento de las bienaventuranzas y la corona de los elegidos sea entregada como premio a quienes hayan sabido atravesar 
la oscura noche de las tinieblas asumiendo el sacrificio salvador de la cruz.
 
Así fue como Tú transformaste la madera de la cruz en hoz benigna 
para nuevos milagros y frutos de gracia que puedan ser entregados a la gente y a su progenie 
y para poder recoger las espigas del celestial alimento
para brindarlo con generosidad a los 
que quieren recibir a Jesús en su corazón 
para gozar de la libertad propia de los hijos de Dios.
 
En aquel entonces se consumó el sacrificio del cordero divino
y un grato holocausto fue elevado a Yavé
para hacer resplandecer entre las nubes del cielo la espada profetizada por Simeón  
en el día del santo viaje hacia la ciudad eterna 
a la espera de que Tus restos fueran recibidos inmaculados en el Reino de Tu Hijo
a través de Tu beata Asunción.
 
Terni 13/10/06
 
Revisión del 27/04/14 – Fiesta de la Divina Misericordia
Revisión del 26/05/14 – Fiesta de San Felipe Neri
Revisión del 23/09/14 – Fiesta de San Pio de Pietrelcina.

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