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giorgioerika100Por Erika Pais

Como inspira el Padre Creador la gnosis que trasmite aquel que camina inexorablemente a la muerte?

Sus ojos de fuego que en un segundo centelleante miran hacia el alma enferma de sus hermanos.

El conocimiento transmitido con palabras que duelen a morir.

Palabras que se estrellan en el vacío de la ignorancia y regresan alimentando el espacio luminoso de la Verdad.

Morir o vivir, esas ya no son sus dudas.

¿Qué significa acaso morir y qué es realmente vivir?

Tener o perder, ya no son sus miedos.

Amar, ya no es una simple palabra pronunciada por los poetas que escriben en las noches rancias de soledades y cigarros humeantes.

Poco a poco la música suena en el alma y comprendemos que el final se acerca.

Un final transformado en principio.

Las lágrimas humanas mojando nuestras mejillas humanas, solo denuncian aquello que jamás podremos tocar con nuestro espíritu macro cósmico a menos que lo merezcamos.

Y para eso, para merecerlo, andaremos su camino.

Renuncia, obediencia y sobre todo disponibilidad.

Tres llaves que nos abrirán las puertas a ese mundo que tanto anhelamos construir.

Si lo queremos y si lo merecemos.

El amor invade cada partícula de nuestro Ser y solo deseamos vivir en él, nadar en él, morir en él. Un amor real, sincero, fuerte como el acero, inviolable, impenetrable.

Un amor que abraza el alma.

Un amor que nos deja sin aliento.

Un amor que nos transporta en un perfumado chasquido hacia mundos lejanos.

Un amor que escribe sobre los muros corroídos que este sistema ha construído alrededor de nuestros seres.

Y nosotros aún a pesar de no merecerlo, podemos elegir.

Podemos elegir entre bailar al compás de la soledad sobre ese muro escrito.

O podemos elegir dejarnos caer suavemente hacia el otro lado donde las mariposas aletean sobre nosotros en el campo de batalla y donde la perfumada muerte hará trascender nuestros pensamientos y ellos sembrarán el suelo para esas dulces vidas que hoy comienzan.

Podemos elegir pertenecer a un batallón de soldados que en el día solo respiran lucha y en la noche descansan, apenas un momento, pero abrazados al sueño del amor. El sueño de los Justos, donde se rememoran las caricias suaves de los amantes y se observa una y otra vez la sonrisa inocente de un recién nacido.

A eso hemos venido a este mundo, hemos venido a morir en él.

Hemos venido a morir por él.

Llegamos a este mundo absorvidos por esos ojos de fuego, esa mirada que escruta el horizonte de la utopía con la misma fuerza con la que escruta nuestras almas.

Para esos ojos, nuestras almas y el horizonte son la misma cosa,  ambas cosas los empujan a seguir caminando.

Hemos venido a morir, una vez más y para siempre porque ganemos o perdamos moriremos de todas formas. Pero si morimos luchando renaceremos al universo.

Almas que danzamos en el mundo de la ilusión, engañadas en las formas, en el espacio cruel del sin razón.

Almas sedientas de algo, de todo, pero temerosas hasta del miedo que nos atrapa y nos impide despojarnos de las largas cadenas que dan vueltas sobre nosotros una y mil veces.

Pero él está allí y aquí, en todos lados y nos trae el aroma de las constelaciones, el sonido de la luz del Sol, el suave algodón de las nebulosas cósmicas.

El trae a nuestras vidas el Amor que no puedes describir, que escapa a la comprensión lógica de los mejores escritores.

La melancolía de largas y eternas noches de vacíos y silenciosas ausencias da paso a esa fuerza arrolladora que solo el verdadero amor trasmite.

Nuestros corazones estallan de necesidad victoriosa de Justicia.

Nuestros ojos se abren hacia realidades que enamoran y comprendes, en un instante, que tu alma no es tuya.

Comprendes que debes dejarla ir hacia donde ella te guíe.

Eres consciente en un suspiro de colibrí que es ella que debe arrastrarte hacia ese azul y profundo mar de estrellas. Donde somos libres de verdad y donde esos ojos te esperan para ser uno solo con el universo.

El titilar de las estrellas escribe para vos dulces poemas que hablan del amor, de los sueños olvidados, del canto de los niños y del volar de las aves.

Todo el Universo te susurra al oido que vueles lejos.

Que abras tus alas, cargues tu cruz y dejes los miedos olvidados en el cajon de la mesa de luz.

La invitación a luchar tiene el sonido de la liberación crística.

La disponibilidad profunda, eterna y extrema tiene el sabor del dulce beso de quien tanto deseas. Las alas del corazón generan plumas nuevas, listas para ese vuelo.

Solo te queda pegar el salto y dejarte caer al vacío.

Y esa caída libre a la que te entregas irá tomando forma de luz.

Irá tomando sabor al dulce nectar de las flores.

Irá tomando la forma del Ser que tu espíritu desea abrazar en la eternidad del tiempo.

Como negarse a abandonar este mundo denso, que huele a mal para ir más allá de la brisa del mar?

Como querer doblar la espalda frente a las injurias del ayer y negarse abrir el plexo a la majestuosidad del universo infinito.

Porque morir de amor, es vivir mil vidas, sin embargo vivir sin él es morir eternamente.

Erika Pais.

5 de diciembre 2015