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ramiroPor Ramiro Cardoso
Estaba ansioso, la Navidad se acercaba y luego del almuerzo solidario y la última campaña de donaciones, nos quedaba pendiente nuestro último encuentro del año en Salta. Fue un viaje inesperado para mí, me encontraba un poco por sorpresa, ya que era la primera vez que iba a ayudar a los Coyas y Tastiles que viven en la montaña precordillerana.
Partimos de Rosario en la madrugada del pasado viernes 18 de diciembre. Conmigo estaban Daniel Torreggiani, Patricio Alod y Ricardo Griostra, un simpatizante que con su presencia y trabajo en todas las conferencias y eventos nos ayudó en este labor solidaria durante todo el 2015. Con el auto cargado de panes dulces y otras donaciones, el viaje que nos esperaba era largo, de hecho uno de los más extensos que realicé en mi vida, pero mi alegría y mi entusiasmo hacían que nada fuera más importante que estar allá.
Luego de las horas de viaje llegamos a la casa de Ramón Gómez, allí nos recibió su familia con unos ricos mates. En un momento, mientras charlábamos, nos percatamos de que en la televisión estaban pasando un documental sobre ufología por el canal History Chanel, en el que estaba siendo entrevistado, nada más ni nada menos, que Jaime Maussan. Todos estábamos atentos a la increíble experiencia que narraba Jaime a través del televisor mientras esperábamos que vuelva Ramón de juntar donaciones.
Cuando llegó en la traffic de la fundación, rápidamente cargamos lo que habíamos llevado y en seguida salimos hacia Santa Rosa de Tastil, un hermoso pueblo ubicado en medio de la montaña que apenas lo alcanzamos nos impactó con su paisaje. La naturaleza que lo rodeaba por completo, la luna que alumbraba todo con su suave luz y el cielo cubierto de estrellas, me hizo quedar fascinado por tanta belleza.
ramiro1Después de cenar, ayudamos a Ramón a armar paquetes para entregar los panes dulces, turrones y budines recibidos. Aunque estábamos muy cansados, nos llenaba de alegría el simple hecho de saber que aquellas donaciones serían entregadas a las familias originarias de ese territorio al día siguiente.
En la mañana del sábado nos pusimos todos en camino, subimos al vehículo y partimos por una ruta de tierra para entregar lo cargado, encontrando a lo largo de esos 200 kilómetros los  pequeños puestos de las personas que se alegraban tanto al vernos llegar. Yo me sentía igual de feliz y nervioso, preguntándome ¿Qué le diría un coya a un chico de ciudad como yo? ¿Me aceptaría? ¿Me  ignoraría? Interrogantes que se desvanecieron al instante de encontrarnos.
Cuando llegamos a la primera parada nos encontramos con una casa que debía estar a 500 metros o quizás más del camino. Tocamos bocina y dos mujeres salieron a nuestro encuentro. Estaban acompañadas por sus hijos. Una de ellas cargaba con sus bebés en su espalda y brazos, la otra llevaba un bebé recién nacido, el cual Ramón revisó ya que había sufrido un golpe unos días atrás.
ramiro2Los niños se acercaron impacientes y contentos esperando a ver qué era lo que le habíamos llevado. Nos saludaron cálidamente y Ramón les explicó que éramos unos amigos que íbamos a ayudarlos, lo que los hizo abrazarnos y agradecernos por todo lo que habíamos llevado. Ramón, siempre tiene un trato muy cercano y atento con cada uno de ellos, les preguntó por su salud, como se sentían, si necesitaban algo más, pero estas personas son muy modestas y siempre responden con alegría, agradecidos y si piden algo lo hacen en muy pocas ocasiones. Por ejemplo, un hombre pidió un par de zapatillas y nos mostró que las que tenía estaban todas rotas y ya no servían. Así fuimos recorriendo los puestos escuchando a los ancianos y repartiendo todo lo llevado a cada familia.
Me dio rabia y tristeza el abandono por parte del pueblo salteño y sus gobernantes a ese sector de la población, pero al ver que ellos con tan poco son tan felices me llenó el corazón. Me sentía en el fin del mundo como si atrás de esas montañas no hubiera nada más. ramiro3Pero eso no importaba, a ellos los problemas no los estresan, no los llenan de odio, todo lo contrario. Me di cuenta que a miles de metros de altura, a kilómetros de la “civilización” se encontraban más unidos que yo, o que cualquier otra persona que vive en una ciudad o en un pueblo. No existe la envidia, el orgullo ni la vanidad, al final fueron estas personas las que me ayudaron, no al revés como yo pensaba.
Terminamos de hacer el recorrido y volvimos a la sede de la fundación, paramos a comer algo y salimos hacia Las Cuevas, que es un merendero ubicado a unos kilómetros de Santa Rosa de Tastil. En el camino se encuentran algunas casas de los coyas a los costados de la ruta. También hicimos paradas para entregar paquetes con dulces para las fiestas a las familias que viven allí. Al llegar al merendero Ramón atendió a las madres que estaban cuidando el lugar y a sus hijos. Observé que había un cuadro de San Francisco en el cual estaba escrita la oración “hazme instrumento de tu paz”. En ese momento recordé que tenía la cruz tau colgada al cuello y la saqué de adentro de la remera. Leandro, el hijo de Ramón, me vio y me contó que él había tenido la misma cruz hacía unos años. Luego de hablar un rato le pregunté por el merendero y él me mostró unas fotografías que estaban colgadas en la pared en donde se lo podía ver a Giorgio Bongiovanni junto a Raúl Bagatello. Me contó que ese establecimiento había sido construido con la ayuda de la asociación Funima International, fundada por Giorgio.
ramiro4Cuando volvimos empecé a bromear con Leandro sobre subir la montaña, pero al final terminamos subiendo todos los jóvenes. Al llegar a la cima, al principio jugamos con el eco que se producía, pero de un momento a otro todos nos quedamos en silencio contemplando las estrellas y esperando alguna luz que se nos apareciera en los cielos. Los minutos pasaron y cada vez se hizo más de noche, pero seguimos perdidos en ese hermoso momento, cuando nos quisimos acordar ya estaba demasiado oscuro y la única luz que teníamos era la de la luna, pero igual bajamos, aunque debo admitir que a mí me costó bastante.
Sandra y Ramón nos esperaban con un estofado riquísimo. Después de cenar, contar chistes y brindar, Ramón nos contó cómo era la vida allí, cómo funciona la fundación y también respondió a todas nuestras preguntas. Aunque yo sabía que a la mañana siguiente, temprano teníamos que volver, no me importó quedarme escuchándolo hasta la madrugada.
La mañana del domingo, mientras preparaba los bolsos para volver me sentí algo triste, ya que el viaje había durado muy poco, pero también me sentí contento ya que habíamos cumplido con lo que fuimos a hacer. Nos despedimos de Ramón y su familia y emprendimos el viaje de vuelta a Rosario. Cuando me di cuenta, en un segundo, ese viaje tan corto pero intenso se había acabado. Esto también significó que con tan solo un día había cambiado mi forma de pensar, de saber que mis problemas son insignificantes y de poder afrontarlos con alegría. Ahora sólo quedaba esperar la llegada a Rosario.
 
Ramiro  Cardoso
(16 años) 
21 de diciembre del 2015
 
Arca Lily Mariposa
Rosario, Santa Fe, Argentina