Esta página web utiliza cookies de carácter técnico propios y de terceros, para mejorar la navegación de los usuarios y para recoger información sobre el uso de la misma. Para conocer los detalles o para desactivar las cookies, puedes consultar nuestra cookie policy. Cerrando este banner, deslizando esta página o haciendo clic sobre cualquier link de la página, estarás aceptando el uso de las cookies.

foto Flavio100Por Flavio Ciucani

Una vez terminada la conferencia realizada en Arese, después de las preguntas de la gente que quería saber, estrechar la mano, felicitarnos, y ver de cerca la “el signo” de las heridas de Jesús, finalmente Giorgio pudo relajarse y conversar con los amigos y hermanos que lo acompañábamos. No se por qué el tema de conversación fue a caer sobre el episodio de las Bodas de Caná que había surgido durante la conferencia. Todos teníamos deseos de comprender el verdadero significado del milagro realizado en ese momento, alrededor de Giorgio se creó un gran silencio y de repente planteó una pregunta que da lugar a cualquier hipótesis y curiosidades espirituales: “¿Quién era el esposo de las bodas?”

Un poco más tarde recordé algunas cosas que había leído, sobre el pensamiento y la vida de los primeros cristianos y sobre las obras y el pensamiento de los llamados “padres de la Iglesia”, antes de emprender una lección espiritual con amigos y hermanos. 

Antes que nada leí nuevamente, con mucha atención, el pasaje de Juan. El primer capítulo del Evangelio de Juan termina con la elección de los Apóstoles debajo de la higuera con Natanael (según la tradición el Apóstol Bartolomé), que era originario de Caná.

“2 Al día siguiente,[a] se celebró una boda en la aldea de Caná de Galilea. La madre de Jesús estaba presente, 2 y también fueron invitados a la fiesta Jesús y sus discípulos.

3 Durante la celebración, se acabó el vino, entonces la madre de Jesús le dijo: —Se quedaron sin vino.

4 —Apreciada mujer, ese no es nuestro problema —respondió Jesús—. Todavía no ha llegado mi momento.

5 Sin embargo, su madre les dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga».

6 Cerca de allí había seis tinajas de piedra, que se usaban para el lavado ceremonial de los judíos. Cada tinaja tenía una capacidad de entre setenta y cinco a ciento trece litros.[b]

7 Jesús les dijo a los sirvientes: «Llenen las tinajas con agua». Una vez que las tinajas estuvieron llenas,

8 les dijo: «Ahora saquen un poco y llévenselo al maestro de ceremonias». Así que los sirvientes siguieron sus indicaciones.

9 Cuando el maestro de ceremonias probó el agua que ahora era vino, sin saber de dónde provenía (aunque, por supuesto, los sirvientes sí lo sabían), mandó a llamar al novio.

10 «Un anfitrión siempre sirve el mejor vino primero —le dijo—, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora!».

11 Esta señal milagrosa en Caná de Galilea marcó la primera vez que Jesús reveló su gloria. Y sus discípulos creyeron en él”.

Siguiendo este texto uno tiene la impresión de que Jesús reprende a su Madre como si le hubiera pedido algo. Ante todo hay que considerar que la invitada es la “madre”: “se celebró una boda en la aldea de Caná de Galilea. La madre de Jesús estaba presente”. Por consiguiente Jesús había sido invitado, porque era hijo de la “madre”: “y también fueron invitados a la fiesta Jesús y sus discípulos”. Esto nos da a entender que entre María y los futuros esposos había algún tipo de afinidad de parentesco. En un determinado momento se acabó el vino y María le dijo a Jesús: “Se quedaron sin vino”. Sinceramente si se lee literalmente no parece que le está pidiendo algo sino que está informando a Jesús de un hecho, de una triste realidad, tanto para los novios como para los invitados. Entonces ¿por qué Jesús habría respondido?: “Apreciada mujer, ese no es nuestro problema”. ¡Porque evidentemente no es la versión correcta! El texto en latín dice:  “Quid mihi e? tibi” que traducido literalmente significa: “¿Qué nos hace a mi y a ti?” Más que una reprimenda parece significar: “¿En qué infiere esta contingencia en nuestra misión, la tuya y la mía?”, o algo por el estilo. Es como si la observación de María generara en Jesús dos evidencias sustanciales. Que quizás no era el momento de “hacer” algo y que lo de la madre no era un simple conocimiento del hecho sino una especie de “rogatoria”. ¿Qué significa en nuestro idioma la palabra “rogatoria”? Solicitud por parte de un ente a otro ente de que realice actos para los cuales el primer ente es competente. En pocas palabras María le dice a Jesús: “¡Muestra tu potencia!” De hecho Jesús le responde: “Todavía no ha llegado mi momento”. Y además el mismo Juan concluye el episodio: “Esta señal milagrosa en Caná de Galilea marcó la primera vez que Jesús reveló su gloria. Y sus discípulos creyeron en él”.

De hecho el Padre de la iglesia San Ambrosio compara esta respuesta de Jesús con la que dio a la misma María cuando tenía 14 años. En dicha ocasión después de que los padres habían buscado por toda la ciudad, y que lo habían encontrado en la sinagoga enseñándole a los sacerdotes, se sintió reprender por la madre por haberse comportado de esa forma. Jesús, profundamente asombrado, le explicó a su madre que, a pesar de que ella fuera consciente de la misión por la cual él había venido a la Tierra, se estaba comportando como una mujer común ya que sabía perfectamente que él tenía que hacer las obras del Padre. En las bodas de Caná, dice Ambrosio, María tiene una actitud muy adelantada siendo que tiene un absoluto conocimiento de la naturaleza de su hijo: “¡Hagan lo que él les diga!”

San Ilario también niega cualquier oposición entre Jesús y su Madre: “El esposo está triste, la familia está perturbada, el banquete de la solemnidad del matrimonio ha quedado en peligro. Jesús involucrado, o solicitado (Iesus rogatur), no se opone, pero serenamente esa es su obra”. “Rogatur” ¡no es un mandato! Es una declaración de la incapacidad humana y un reconocimiento de la potencia divina!

Una vez aclarada la relación entre María y Jesús queda por saber: “¿Quién es el esposo?”

Algo importante es aclarar la frase: “Esta señal milagrosa en Caná de Galilea marcó la primera vez que Jesús reveló su gloria”. Aquello a lo que el traductor llama “milagro” en el texto en latín en cambio ha sido definido como “signum”: “Hoc fecit initium signorum Iesus in Cana Galilaeae”. Juan habla de señales y para quienes están acostumbrados a estudiarlas estas no siempre son milagros, en todo caso son mensajes del cielo, anuncios divinos. ¿Cuál sería en este caso el anuncio? Otra señal se ve representada por las tinajas llenas de agua transformada en vino: “Cerca de allí había seis tinajas de piedra, que se usaban para el lavado ceremonial de los judíos”. Es decir que Jesús utiliza el agua que estaba destinada al ritual de la purificación. Un judío respetable acostumbraba realizar siete abluciones por día: a la mañana manos, rostro y boca, a la hora del almuerzo manos, hasta el codo y pies hasta la rodilla, entonces después de almuerzo, antes de las tres oraciones diarias y finalmente a la noche antes de ir a dormir. Por lo tanto queda claro que ante un banquete los organizadores tenían que tener tinajas para las abluciones rituales. Jesús plantea un nuevo ritual, del viejo mundo nace uno nuevo. El “maestro de ceremonia” alaba la calidad del vino, pero, a pesar de que no aprueba el método de los tiempos de servicio, “no sabía de dónde provenía”. Pero ¿cuál es la fuente de ese vino? En el capítulo posterior, el tercero, del Evangelio de Juan, el Bautista, precursor del Salvador afirma:

“28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: 'Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de Él.

29 El que tiene la novia es el novio, pero el amigo del novio, que está allí y le oye, se alegra en gran manera con la voz del novio. Y por eso, este gozo mío se ha completado.

30 Es necesario que El crezca, y que yo disminuya”.

Además el salmo número nueve ya había anunciado la llamada del Señor: “Venid...  ¡a beber del vino que he preparado!” Entonces hemos descubierto el acertijo simbólico: Jesús, que era un invitado por ser “el hijo de la madre”, en cambio se convierte en el protagonista del evento. ¡El es el esposo! Otro gran padre de la iglesia, San Ireneo afirma, en varias oportunidades, que las bodas de Caná representan un símbolo eucarístico.

Y de esta forma se explica la afirmación de Jesús: “¡Todavía no ha llegado mi momento!”. En este caso tampoco hay una discusión con María, simplemente se verifica una necesidad temporal: los Apóstoles acababan de haber sido elegidos y no habían recibido una instrucción adecuada, por más que Jesús los hubiera instruido en la verdad, ellos habían demostrado no estar preparados, lo estuvieron recién después de que descendió sobre ellos el Espíritu Santo. Es decir que Jesús le plantea a su madre la duda sobre el hecho de que hubieran comprendido realmente el don de su carne y de su sangre. Todavía no era el momento de dar la verdadera señal del amor:

“26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.   

27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;   

28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. 

Con las bodas de Caná el esposo manifiesta su potencia y comienza su misión con una señal muy importante: Él inicia con la creación de un vino que partiendo de la purificación humana, de la conversión, se transforma en salvación, terminando su misión dando la salvación en si misma, su cuerpo y su sangre, porque el verdadero amor es dar la vida.

Sant'Elpidio a Mare (Italia)

8 de Marzo de 2016

Flavio Ciucani