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foto Flavioa100Por Flavio Ciucani
Hace algún tiempo que estoy siguiendo muy de cerca los artículos, el pensamiento y las acciones de los hombres de la Iglesia romana. El interés de estudiar el argumento surgió en mi cuando murió mi profesor de filosofía y “casualmente” llegó a mis manos un libro suyo: “Jesús el Cristo” de Walter Kasper. Lo abrí con gran curiosidad, hasta casi con devoción por mi viejo “profe”, el mismo estaba repleto de anotaciones, todo subrayado, con papeles y papelitos escritos y así comencé la lectura. A partir de allí inició mi investigación que me costó bastante y también me confundió. Mi confusión no era debida a que no comprendía sino a que me encontré en medio de un mar tempestuoso en el que jamás habría imaginado que navegaría. La negación de la divinidad de Cristo no es la opinión de Kasper y de algún que otro filósofo, en realidad es la convicción de una gran cantidad de “cristianos”, que nació, o que se fue reforzando a partir del Concilio Vaticano II. ¡Existen grupos de fieles que se reúnen periódicamente (ver Camino Neocatecumenal) y que hacen rituales y declaraciones de dudosa procedencia católica, algunos celebraban una Misa a puertas cerradas en las que no se rezaba el Agnus Dei (porque “el Cordero de Dios no quitó ningún pecado del mundo sino que se limitó a pagarlos todos anticipadamente a nuestro nombre, por lo tanto podemos seguir pecando, de todos modos ya estamos salvados!”), no se rezaba el Credo, ya que en el mismo se transmite la idea de que es un ritual de un anticuado aspecto confesional, como diría el Cardenal Kasper, Cardenal que descubrí que era  un conocido hereje pero también un ¡poderoso príncipe de la Iglesia!

Sin embargo todo esto ya se sabía: de hecho en el ritual de apertura de un Cónclave se celebra la “Misa pro Eligendo” del Pontífice Romano y el 18 de Abril de 2005 quien presidió el ritual fue el, en aquel entonces, Cardenal Ratzinger (que al día siguiente sería elegido Papa) y en la homilía declaró: “¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!... La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice San Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir a error”.

¡En el ámbito de la política hemos visto lo fácil que es pasar de una idea liberal a un comportamiento de libertinaje! Lo mismo está ocurriendo en la Iglesia de Roma. Pero ¿acaso no tenía que descender el Espíritu Santo en la “iglesia” de Cristo y darle fuerza a Pedro para que tenga firme el timón de su barco en el camino de la Verdad? Pero ¿cómo conciliar a la “iglesia de Cristo” con las afirmaciones del Cardenal Kasper: “Esta confesión sobre Jesucristo Hijo de Dios, es un residuo  de la mentalidad mítica, pasivamente aceptada”... y sigue diciendo: “Las nubes que ocultan a Jesús de la mirada asombrada de sus  discípulos, no fueron  un fenómeno meteorológico, sino un símbolo teológico”, por lo tanto, nada de apariciones: “Estas historias deben interpretarse a la luz de lo que ellas quieren expresar”;  donde se habla de un Señor resucitado que lo tocan con las manos y  consume comidas con los discípulos, “no deben ser tomadas a la letra”.

¡Todo esto apunta a sostener que Jesús jamás dijo que era el “Cristo”! Es un objetivo que surge de una elucubración con bases filosóficas materialistas, que deja sin efecto el relato de Mateo: “Cuando llegó Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, Jeremías o uno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos. Entonces ordenó a los discípulos que a nadie dijeran que El era el Cristo” (Mateo 16, 13-20).

Jesús, el Mesías invocado, el Cristo, era el tan esperado rey que sería ungido, según un ritual antiguo, antes de tomar posesión de su reino. Desde hace tiempo, desde siempre, desde antes de la Creación, Jesús ha sido el ungido por el Señor porque Él ya reina: lo afirma, sin lugar a dudas, o sin los banales colores de la simbología, a Pilatos. “Entonces Pilatos volvió a entrar al Pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Jesús respondió: ¿Esto lo dices por tu cuenta, o porque otros te lo han dicho de mí? Pilatos respondió: ¿Acaso soy yo judío? Tu nación y los principales sacerdotes te entregaron a mí. ¿Qué has hecho? Jesús respondió: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí. Pilatos entonces le dijo: ¿Así que tú eres rey? Jesús respondió: Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Juan 18, 33-37).  

El hecho de seguir la “verdad” es escuchar la voz de Jesús. Los cristianos y los herejes, pares de Kasper, definen a Jesús como un maestro. Jesús enseñó y sigue haciéndolo a través de los Evangelios. Por mucho tiempo han habido varias nociones derivadas de la prédica evangélica que no han sido estudiadas, o en su defecto han sido explicadas mal, o hasta incluso han sido ocultadas y en el pasado también fueron consideradas herejes en algunas ocasiones. Sin embargo el Maestro había dado una orden bien precisa: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 18, 18-20). ¡Desde el momento que la Iglesia de Roma no hizo caso a esta orden del Maestro “se realiza lo que dice San Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir a error”, como dijo el Cardenal Ratzinger!

En este contexto se escuchó el grito de Giorgio Bongiovanni: “Hombres inmundos y sin Dios el juicio de Dios, a través de Cristo, está cerca y entonces para los príncipes de la Iglesia que han blasfemado en contra del Espíritu Santo habrá llanto y rechinar  de dientes” (http://www.unpuntoenelinfinito.com/messaggi-celesti/2017/7695-hombres-inmundos-y-sin-dios.html).

De los dichos del Señor surge claramente que Cristo es el jefe de la “iglesia” y que jamás la abandonó. El Espíritu de Cristo siempre ha sobrevolado por encima de la “iglesia”, pero ella sigue otros vientos tempestuosos que soplan desde la falsedad y desde el engaño: “El que descendió es también el mismo que ascendió mucho más arriba de todos los cielos, para poder llenarlo todo. Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error; sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo” (Efesios 4, 10-15). Pero si Cristo estuvo con nosotros y seguirá estando hasta el fin de los tiempos Él es el mismo Espíritu que habría tenido que quedarse al lado de ese Pedro, a quien le fue “revelada” la verdad primordial y que luego pasó a ser un traidor. ¡Por lo tanto renegar a Cristo significa no sentir el influjo del Espíritu que guía, que sugiere y que alimenta a la Iglesia del mismo Cristo!

“Lamentablemente – concluye Giorgio - los sucesores de Pedro el Apóstol, más allá de algunas excepciones (Juan Pablo I asesinado por el Vaticano y otros, incluído el actual pontífice Francisco), de los verdaderos santos (San Francisco de Asís, Padre Pio y otros), han sido todos discípulos del maligno. La iglesia que dirige nuestro amado hermano Pedro, como Cristo prometió, no atravesará las puertas del infierno, pero es verdad, cierto y verdadero que será purificada con el fuego de la justicia divina”.

“he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. ¿Cuándo será el fin de los tiempos? Jesús lo dice claramente, si queremos leer los Evangelios como textos de las enseñanzas del Maestro: “Más Él callaba y nada respondía. Le volvió a preguntar el sumo sacerdote, diciéndole: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús dijo: Yo soy; y veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del poder y viniendo con las nubes del cielo (Marcos 14, 61-62).

Pero antes del Retorno de Cristo como soberano regente de la Tierra, Giorgio Bongiovanni tendrá que cumplir la misión que le diera la Virgen María: descubrir el rostro del anticristo.

Desde hace muchos años Giorgio sigue cumpliendo su misión con gran devoción, con un sacrificio extremo, con el dolor de la cruz provocado por las llagas de Cristo, en el campo de la lucha en contra de la criminalidad organizada pero sobre todo en contra de la mafia. En ella se logra divisar claramente el modus vivendi demoníaco, pero el verdadero rostro, expresado por este cáncer de la sociedad, parece reproducirse, como un espejo prismático, mostrando sus lineamientos monstruosos en la política, en la economía, en las instituciones y estas no son las únicas caras con las cuales se presenta el Mal. En el mismo Vaticano, detrás de la imagen mediática de solidez moral y espiritual sopla el maléfico aliento de quienes se ocultan en las miserias humanas.

Pero cada vez es más claro que esta misión de Giorgio no es nada fácil, aunque jamás pensé que lo fuera. Es una especie de juego trágico de las cajas chinas en las que una contiene y esconde otra, hasta llegar al infinito. Esto es algo que también está ocurriendo en el mundo cristiano que oculta un rostro falso, cuya voz, similar a la del canto de un gallo, impulsada por ráfagas de helado viento diabólico a través de las fisuras de la Iglesia, pone a prueba la fidelidad del Apóstol Pedro. La cara del anticristo, que la Virgen le dijo que tiene que revelar, es la cabeza de las muchas otras caras y de las máscaras multicolores, ocultas y mezcladas de la falsa libertad de pensamiento, de la miríada de inspiraciones que han nacido de filosofías humanas, en lugar de haberlo hecho de las enseñanzas de Jesús el Cristo.

Flavio Ciucani

20 de Enero de 2017