Esta página web utiliza cookies de carácter técnico propios y de terceros, para mejorar la navegación de los usuarios y para recoger información sobre el uso de la misma. Para conocer los detalles o para desactivar las cookies, puedes consultar nuestra cookie policy. Cerrando este banner, deslizando esta página o haciendo clic sobre cualquier link de la página, estarás aceptando el uso de las cookies.

mariana100Por Mariana Trejo

Newen, hermanos mapuche, newen (fuerza hermanos mapuche, fuerza)

Donde el cielo se confunde con el azul-turquesa de los lagos, donde las estrellas se acercan a las cumbres nevadas de la cordillera,  en donde es posible escuchar a las hadas y los duendes en medio del bosque de árboles milenarios y la belleza de la naturaleza nace, muere y florece en maravillosos colores. En este escenario casi fantástico de los cuentos de Andersen, como en el País de las Maravillas donde Alicia ve en una dimensión transfigurada otra realidad, aquí invisible para los miles de turistas que se agolpan cada verano e invierno para hacer excursiones y encontrar la mejor cerveza Artesanal, o llevarse algún recuerdo (souvenir) con algún motivo característico de los mapuches.

Una realidad borrada para los lugareños que trabajan directa (o indirectamente) para las empresas Multinacionales allí instaladas, una realidad que está, persiste y grita al mundo que todavía existe. Si levantas la vista la descubres detrás de algún pasamontañas en esos ojos profundos y oscuros, y que solo conocen una forma de vida: la Resistencia Mapuche.

En este otro mundo, desconocido para muchos u otros quizás buscando comprenderlos a través de los instrumentos expuestos en algún museo, pude ver cómo las epistemologías filosóficas del ser humano se volvían casi ridículas, frente a su lucha tan genuina y justa hacia la libertad.

A menudo reflexionamos acerca de la búsqueda de la verdad, la verdad que nos libera, y buscamos palparla, sentirla para acercarnos a ella, para aferrarnos, y a veces reflexionamos mucho pero hacemos poco, y eso nos aleja más.

Para el pueblo Mapuche, la libertad significa despertar del sueño de este sistema egoísta, materialista, auto destructivo, para vivir despiertos con las leyes de la naturaleza, amando al hermano, respetándolo, luchando por sus valores y su cultura milenaria, y si es necesario morir por ello.

Un antagonismo de un mundo que no merece tanta desidia de sus propios hermanos.

¿Cuándo empezamos a creer que es mejor caminar por la vereda, despertarse con un despertador, comprar verduras congeladas y apurarse tanto por un billete, o que festejar los cumpleaños de los niños es con panchos y Coca-Cola? ¿Cuándo empezamos a anestesiarnos con una pastilla ante la mínima molestia física, o que si llueve y no hay luz no se sale afuera?

Muy rápidamente nos acostumbramos a este sistema empaquetado e importado, olvidando que muchos de nosotros, quienes no nos identificamos como gente “Originaria”, si visitábamos a nuestros padres o abuelos en el campo donde la vida era más sencilla, donde los dolores se curaban con algún remedio casero, y se comía lo que se cosechaba. Cambiamos todo eso, completamente, por el hacinamiento y esclavitud en las ciudades en búsqueda de oportunidades, para ser parte de la “urbe” y progresar en la escalera infinita del sistema capitalista, donde el que no tiene pierde, un sistema que adormece cada vez más nuestro sentir, nuestro espíritu…

Y desde cuando permitimos que se aniquile lo otro? Qué fácil olvidamos quiénes somos.

Lo cierto es que al ir, compartir , vivir dentro de la Resistencia Mapuche hemos percibido el latir de la Tierra dentro nuestro al Tun-Tun del Kultrún, hemos sentido el dolor de una piel curtida y unos pies cansados gritando con toda el alma “Marichiwew!” hasta hacer temblar el suelo, los hemos visto convocar a las fuerzas de la Naturaleza y al Ngencordillerano del viento derrumbar las vallas policiales.

Allí estuvimos frente al Poder Judicial, pidiendo que liberen a los lamien injustamente detenidos por el Gobierno Provincial. Quizás fuimos, un poco por el llamado desolador de nuestro querido amigo Sergio Nahuelkir de la LofFemMapu que inmediatamente nos llamó y nos contó lo que había pasado, y un poco porque en ese llamado también sentimos que eran nuestros propios hermanos a quienes estaban golpeando otra vez.

Mientras esperábamos entre purruqueos, bajo el sol, la lluvia que nos despabilaba de a ratos y el viento, entre los cantos de los niños, acompañados de las resonantes trutrucas, ejecutadas por los hombres, y luego de varias horas entre mates y charlas con los Mapuches y la gente que se había acercado a apoyarlos, dentro del juzgado estaban en esa audiencia interminable, los 7 compañeros a quienes retrasaban su libertad.

Con sorpresa allí en la plazoleta en medio de la avenida, de donde no se movío nadie durante todo el día, veo un rostro conocido, Nadia. En seguida nos reconocimos y saludamos, ella es sobrina de Sergio, una hermosa niña de cabellos largos y oscuros, ni bien reconoció a Jazz, nuestra hija, se puso a trenzarle el cabello. Me alegré muchísimo de verlas a ella y su madre, Irene, una mujer luchadora y de una gran percepción, con el espíritu de esas machis que conocen las bondades de la naturaleza, para sanar. Me contó los esfuerzos que hacían para sobrevivir luego que quedó sin su trabajo en Agricultura, un trabajo en el que visitaba las Comunidades y productores pequeños, y donde aprovechaba para capacitarlos en sus derechos y autonomía.

Ella y sus hijos viven en el Maitén, un pueblo rodeado literalmente por la Multinacional Benetton. Una gran impotencia nos invadió al ver tanta persecución hacia ellos, como si los que levantan un poco la cabeza recibieran un palazo en las piernas, para que no puedan levantarse más. Pero esto a Irene no la doblegó, sólo le dio más fuerza y certezas para ir allí con su chamal, levantar el puño al cielo y reclamar justicia por los suyos.

Así es esta lucha, cruda, sin medios tintes ni dudas, sino con todas las certezas de que están del lado correcto, y con la plena conciencia de saber a qué se enfrentan.

“Nosotros estamos dispuestos a cambiar esa forma que nos han impuesto a vivir, que nos han puesto para crecer también y volver a recuperar el territorio para volver a ser mapuches de vuelta. Sabemos que nos van a seguir reprimiendo, y así nos van a seguir hostigando, pero nosotros, quiero que sepan, que no le tenemos miedo a eso. Nosotros no le tenemos miedo porque nuestra ideología y nuestra fuerza con el legado que nosotros hemos recibido de nuestros ancestros, es mucho más fuerte. Es mucho más fuerte que sus fuerzas policiales, que sus fuerzas represivas, que sus fuerzas de judicialización. Es mucho más fuerte que eso. Nosotros nos vamos a parar acá, hasta que consigamos lo que queremos, que es la autonomía y la liberación de nuestro territorio para volver a ser mapuches” En palabras de un compañero de la Lof en Resistencia repetía sin cansarse a los medios y la gente que se acercaba.

Pasamos esos días entre el Juzgado, el Penal, donde estaban recluidos otros jóvenes, y el Territorio recuperado, haciendo notas, grabando lo más que podíamos con la filmadora.

Escuchar el llanto desgarrador de una lamien después de que entraran a los tiros tras sus jóvenes hermanos, ver esos ojos oscuros expresar lo que 500 años de historia no nos dicen, mientras el viento le acaricia el rostro y su silbido la consuela como un canto silencioso,  como  arrullando a esas criaturas que no merecen de ninguna forma tanto odio, solo nos hace alejarnos  más de este mundo inventado por el “hombre progresista” manipulado por fuerzas oscuras, y nos hace anhelar más la justicia Divina del Cristo.

Resuenan las palabras de nuestro Maestro mientras pasa todo esto: “Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y en sus sinagogas os azotarán. Seréis llevados aun ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio a ellos y a los gentiles” (Mateo 10), porque la Causa del Cristo también es la Justicia para los oprimidos, los que protejen la Madre Tierra, la ÑuqueMapu, o también la Pachamama.

Algo importante tengo que mencionar acerca de los que viven en el Territorio Recuperado de Cushamen: la unión, es respeto y el amor entre ellos. Estos tres pilares los hace inquebrantables, no importa cuántas balas tiren, ellos dan la vida por cada uno de sus “hermanos”. Esta es la base de su Newen (fuerza espiritual), son un solo espíritu.

Saben cómo tomar las decisiones, saben defenderse, conocen bien sus fundamentos político- históricos que los legitiman, respetan y cuidan su cultura y la Tierra, y eso los vuelve mapuches.

Podríamos aprender mucho de ellos, así como Giorgio nos dice que nosotros debemos “aprender de las mafias”. Será que el extremo bien y el extremo mal se pueden polarizar como lo indica el principio Hermético? Solo haciendo lo contrario? Viendo cómo las acciones que uno realiza pueden interferir en un sinfín de situaciones, comunidades y humanidades futuras, donde nada es al azar ni insignificante, quizás si cada cosa que hacemos, si estamos convencidos de ello, lo hacemos con todo nuestro esfuerzo humano, con todas las herramientas posibles, en un punto máximo, sin condicionamientos ni dudas, entonces podemos polarizar algo de ese “extremo mal” y alquimizarlo en el bien. Como lo hace Giorgio, incansablemente, viniendo a este mundo para mostrarnos y atraernos al camino. Y quizás la clave también está en el modo en que accionamos, recordemos… unión, respeto y organización.

Las Comunidades mapuches tienen un Lonko, una persona que coordina las familias de las Comunidad (lof). Algunos Lonkos son elegidos porque los ancianos los designan, por sus cualidades espirituales, sociales, su kimün (sabiduría), y algunos los asignan los Ngen (espíritus) que conviven en la Naturaleza y que les revelan a menudo que hace, o a través de las Machis. La palabra del Lonko (cabeza) es respetada, y el Lonko hace partícipe a su Comunidad respetando la palabra de cada uno, su sentir. Pero una vez la decisión está tomada, la palabra y la acción del Lonko es la misma de la Comunidad, son una Unidad. De la misma forma que nos han enseñado nuestros hermanos del Cosmos que existe una jerarquía Celeste a la cual ellos respetan y obedecen para mantener el equilibrio cósmico y la Obra creativa del Espíritu santo siga proyectándose en cada rincón del Universo.

Pero esta obediencia a estos propósitos Divinos, requiere una desobediencia a los valores y acciones a los que el sistema de este mundo nos empuja, y éste no es un camino fácil. Requiere que abandonemos los valores de este mundo, todos, sin miedo y no traicionemos el Pacto con el Cielo.

“Porque los justos mirarán en la tierra y los íntegros permanecerán en ella.. En cuanto a los inicuos, serán cortados de la mismísima tierra; y en cuanto a los traicioneros, serán arrancados de ella” Proverbios 2:21. Los íntegros de espíritu que no se han dejado llevar por los contradictorios valores de este mundo, y que han puesto al hermano contra el hermano, al pobre contra el pobre. Los mismo Gendarmes y Policías enviados a reprimirlos tenían el mismo color de piel, hasta los mismos rasgos, y a veces el mismo apellido, de origen mapuche.

Así, sufriendo, resistiendo, aguantando los golpes, amando con todo el ser, luchando por un mundo más justo para sus hijos, así viven, juegan, cantan, ríen y se conectan con la tierra, con el cielo, en una utopía invisible para el mundo Wingka, felices y nunca bajando los brazos,  plasmando en el éter como dibujantes de la Historia de las Civilizaciones Cósmicas que han abrazado los Valores Universales de la Inteligencia Cósmica en un tiempo sin tiempo, porque parecen de milenios atrás.

Yo los siento como mis hermanos, su traición a este sistema y al mundo me dice que es así, aprendí con el tiempo a saludarlos con un “mari, mari, ¿Kümelekaymi?” y un beso en cada mejilla, a escucharlos en silencio, a no preguntar mucho sin establecer antes una armonía, una conexión,  a darme cuenta con sorpresa que ellos advertían al igual que nosotros las “señales celestes”.

Cuatro días después de recluirlos en el Penal de Esquel liberaron a Nicolás, Ariel y Ricardo, mientras su gente, algunas personalidades que habían ido a intervenir por los Derechos Humanos desde Bs. As. y otros lugares, y nosotros, haciendo el aguante afuera en medio de la Avenida. Los ánimos eran buenos ese día, los bastones se agitaban contra el piso, las chicas vestidas con el Chamal negro, azul y púrpura, el Xarilongko de plata en la cabeza, cantaban. De a ratos se armaban las últimas rondas de diálogo y reflexiones, y los chicos purruqueaban, alegres, bajo el sol de la tarde.

Al final de la Avenida el cerro se elevaba  imponente. Los autos pasaban y alguno que otro tocaba bocina en señal de apoyo. Hasta ese día casi todos ellos habían pasado muchas noches sin dormir, pero la energía estaba renovada. Una brisa que se acrecentaba perfumaba el ambiente con el aroma a lavanda que por allí florece en cada esquina, y al fin, los 3 chicos (porque eran chicos) salieron con el rostro encendido de alegría, todos se estrecharon en abrazos, mezcla de llanto, felicidad por haber vencido una vez más al poder opresor, algunos tocaban trutruca, la ñaña el kultrún, los niños saltaban al ver a sus cariñosos compañeros y los abrazaban. Luego uno de ellos simplemente habló a todos los que estaban allí, incluida la fila de policías que estaban frente al Penal: “…Va a haber más presos el día de mañana y la lucha va a seguir siempre, siempre va a ser así la lucha… Lo que dicen eso es mentira, nuestro pueblo siempre fue guerrero, hoy no es tiempo de paz, es tiempo de guerra”.

Arriba, a lo alto un gran águila, radiante bajo el Sol, sobrevolaba… la vimos, y ellos también la vieron. Quizás como un mensaje del cielo, porque el Águila para ellos es Ñancu, “águila que viene del sol” y es una señal de protección.

Ellos volvieron a su ruca y al día siguiente el sol volvería a salir, ellos lo saludarían como de costumbre y luego se organizarían para otro día más en su Tierra. Pasarán los días, meses quizás hasta que el mundo se olvide un poco, pero ellos saben que en cualquier momento vuelven a entrar, por eso nunca, nunca bajan la guardia. Nosotros volvimos a nuestra Arca, con nuestros pequeños guerreros animados con los cantitos que habían aprendido allí en Esquel con los niños mapuches, y al llegar compartimos cada anécdota, reviviendo cada detalle con nuestros hermanos.

Las palabras de Giorgio hacia este pueblo resume todo nuestro sentir: (http://www.unpuntoenelinfinito.com/messaggi-celesti/2010/2350-a-los-hermanos-mapuche.html)

Yo no olvido hermanos mapuches,  Marichiwew!!

Con profundo sentido de justicia y amor

Mariana Trejo
Arca Santa Cruz
17 de febrero de 2017