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delia100Por Adriana Navarro-31 de marzo de 2017

En la tarde del  30 de marzo de 2017 me llama Loreley Latierro, una amiga de la vida y compañera de muchos años en distintas reivindicaciones sociales, para avisarme que Delia Villalba había fallecido. Quedé sorprendida pues a veces hay personas que nos parece que por su grandeza nunca van a irse. Grandeza de espíritu, que es la señal de que permanecerán junto a nosotros, en nosotros, como eterna inspiración.

Lore estaba conmovida, triste. Una guerrera sintiendo que otra guerrera se había ido.  Después de unos segundos le dije Lore “ella vivió, ella cumplió”, y creo que las dos sentimos una sensación de alivio pues realmente sabemos que Delia hizo su camino como pocas personas logran hacerlo en la vida, y pueden irse espiritualmente felices. Sabemos por cuanto hemos conocido a Delia que si fuera por su sentir humano,  no se iría nunca, seguiría dando la batalla contra el mal y el poder, a pesar de sus más de ochenta años.

Esta mujer, pequeña de estatura física, y sin embargo de gran estatura espiritual y humana ha luchado desde el año 1989 en distintos frentes, desde distintas organizaciones sociales, y también cuando hubo quedado sola contra lo que ha sido la implantación del modelo forestal primero, y el celulósico después. Su lucha fue para concientizar a la población y a las autoridades de  las consecuencias nefastas que éstos producen: o sea el envenenamiento de todas las aguas y suelos de este pequeño pero fértil país, cuya dimensión es tan sólo de unos 500 por 500 kilómetros. La incansable lucha de Delia Villalba fue también en contra del poder. Ese poder que usa la mentira y se enmascara detrás de políticos y gobernantes, como ella misma decía: “el discurso de los empresarios ha sido más honesto que el de nuestro gobierno”.

Recuerdo la mirada de esta hermosa mujer. Sus ojos brillaban. Con un brillo dulce y guerrero al mismo tiempo, que hacía que uno la volviera a mirar intentando saber qué tenía en los ojos que los hacía resplandecientes, manifestación viva de su ser lleno de amor y firmeza. Para darse cuenta que tenía unos cuántos años había que mirarla dos veces, porque tenía algo de niña en su ser que sorprendía. Siempre te quedabas con ganas de que hablara más,  pues no era persona de llenar discursos, sólo decía lo que salía de la profundidad de su ser, con sinceridad y emotividad, nada más, con la simplicidad de las personas sabias.

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Delia Villaba junto al Fiscal Enrique Viana

Junto a Loreley, Daniel Amaral y Domingo Silva conocimos a Delia hace ya unos cuántos años, precisamente cuando nos enteramos de que había un grupo, de tres personas, que eran las que habían alertado a la población de Gualeguaychú acerca de las terribles consecuencias que traería para ellos la construcción de la pastera Botnia, en las orillas del Río Uruguay, más que para Fray Bentos, donde se instalaría, pues el río –que no reconoce fronteras, como buscando a quienes quisieran luchar por él, y por la vida- por las características de la corriente, llevaría más contaminación del lado argentino que del uruguayo. Por otro lado, en esas márgenes supieron escuchar a Delia y a sus acompañantes, más que a sus propios coterráneos.

Para que aquéllos que no la conocieron, sepan que hay muchos “compañeros de ruta”, como diría Domingo Silva, aunque no estén en nuestro camino inmediato. Sepan que hay muchos espíritus y muy fuertes, que participarán de la batalla espiritual y humana por la vida en este planeta. Quiero transcribir sus palabras escritas en su libro “Haciendo Camino”, en la reflexión final del mismo: “Nadie puede desconocer que ir contra la corriente cuesta mucho; en este caso era ir contra la postura del gobierno, de las empresas, de muchos intereses políticos y económicos de algunos ciudadanos. Como creo en Dios, le agradezco siempre que me dio algunas virtudes en mi persona, como son la honestidad y la fortaleza que conviven con mis muchos defectos. Quizás por estas cualidades he podido mantener mi postura durante veinte años con convencimiento y sin claudicar en mis principios. Ya lo he aclarado en varias oportunidades que una sola golondrina no hace verano, que el trabajo en soledad no es conveniente, que siempre es necesario compartir ideas, tareas, responsabilidades, porque así se enriquece la participación. Es interesante reconocer los valiosos aportes de los otros, porque muchas partes hacen un todo. Es imprescindible el respeto, el estímulo, el reconocimiento y valorar los protagonismos cuando nacen de la generosidad y se suman a los intereses colectivos. En todos estos años ha primado en esta lucha la defensa del país y su gente; la defensa de Fray Bentos y su potencial turístico, en el que se pueden desarrollar las agroindustrias, las artesanías, la apicultura, las pesca, las artes, las actividades recreativas, las granjas, las áreas verdes,… la defensa de los recursos naturales para que los usemos en el presente pero que también los gocen las generaciones futuras. Seguiremos rechazando estos proyectos contaminantes y extractivos porque van en contra de todos, pero los más castigados van a ser los más pobres y los de menos recursos. Seguiremos luchando para que el trabajo sea digno y generador de posibilidades para las familias y las personas, es decir, que les permita acceder a una vivienda decorosa, al cuidado y mantenimiento de la salud, a una educación liberadora y a una vida placentera con sueños y esperanzas. Posiblemente hay muchos que no entendieron las razones de esta lucha y sólo se conformaron con algunas migajas en lo inmediato y no percibieron los peligros de cara al futuro. No se dieron cuenta de que los ambientalistas no somos los enemigos del pueblo”.

Gracias Delia, gracias por existir, gracias por tu ejemplo, gracias por “hacer camino”.

*Foto de portada: www.eldiadeGualeguaychú.com
* Foto 2: www.fundavida.com