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fotomarc3Por Marco Marsili

¡Oh gran Inteligencia!
En las cosas creadas revelas las reverberancias de tus innumerables atributos,
proyectas las infinitas cualidades hacia los secretos que habitan en el corazón del hombre
y con un gesto haces enmudecer al mundo.
Te ruego:
Haz que callen las multitudes vertiginosas de los tumultos mentales
para que yo pueda oír el vértigo de tu canto.
Madre eterna, dame las llaves del sueño,
quiero superar los umbrales del gran despertar
para cantar la justicia de tus leyes.
Dame las antiguas llaves perfumadas de oro,
abriré las puertas de los Mandatos eternos
para alzar el cáliz de las virtudes solares
y beber el vino siempre nuevo de tu Verbo,
néctar que hace sobrios y vírgenes los recuerdos.
Saciarme con la ambrosía verbal,
Embriagarme con el himno de las verdades perennes
y recibo las visiones que tu bondad me concede.

¡Oh gran Inteligencia!
Te imagino en los reflejos luminosos
 en el arco del iris te observo
y cuando descubro una reverberacion iridescente
me sumerjo en el espacio de tus cielos
y me encuentro revoloteando en los conciertos siderales.

 El sol de la aurora es tu ojo derecho,
Alcoba de promesas y de esperanzas.
El sol del atardecer es tu ojo izquierdo,
silencioso refugio en el que anida el mañana.
El mediodía es el ojo de tu celeste frente,
Vertiente genial de pastores resplandecientes
Que envías a alumbrar los rebaños de los vivientes.

¡Oh Madre inviolable! ¡Miel de los sabios!
El vuelo de la mariposa delinea los contornos de tus juegos,
retumban lejanos tus vagas diversiones
como voces de jóvenes enamorados y como fuegos
que esparcen plegarias de inciensos iridiscentes.

¡Oh divino Amor que todo lo puede y que todo lo rige
En esta esfera se refleja lo pequeño en lo grande,
la creación es una metáfora viviente
y el eco de las alturas nos recuerda tu ley.
Las rocas son gigantescos huesos,
los árboles en flor, cabellos de colores,
tierra, hongos, bayas y frutos, teces perfumadas,
las montañas son los senos de jóvenes lactantes
en los que los ríos calman la sed de los habitantes afortunados
en el vientre reverdeciente de los valles.
Y ¿qué es el mar?
Es la linfa de tus meditaciones,
los peces son ideas que zizaguean de aquí para allá
las inaccesibles profundidades son el podio de los sueños,
las olas son las carrozas de los deseos,
las reliquias abandonados son los restos de antiguas penas,
y la sal es tu fuerza omnipresente.
¡Oh Madre, quiero sumergirme en tus aguas!
Quiero ahogarme en el éxtasis de tus contemplaciones!

Y ¿qué es el cielo?
Es una diadema en tu deslumbrante cabeza
y el firmamento es el lecho de tu rostro.
Quizás las nubes tiene la forma de tus pensamientos
que nacen y renacen del océano de las ideas.
¿Qué son los colores del cielo?
Son el aura de las bendiciones
Sobre las multitudes de tus hijos.
 
El huracán es la rabia que destruye los deshechos del mundo,
pero el viento calmo es tu santo aliento
que transforma los humores del vagabundo destino
y acaricia la vida con el rocío de tu llanto.
Trueno y volcán, allí está tu poderosa voz
que hace parir a los animales y despierta el alma del hombre.
Pero tu canto gentil está en el gorjeo del alba
y la nenia de los crepúsculos es tu despedida.

 Gran Inteligencia ¡eres la fuente del amor!
¿Qué son los aromas de la primavera?
Son el soplido de los amores.
¿Qué es el calor del verano?
Es una cuna de amor.
¿Qué es el encanto atento del otoño?
Es una provisión de amor.
Y ¿qué es el frío reposo del invierno?
Es una espera de amor.
El círculo de las estaciones es un anillo de amor puesto en el anular de la vida.

Gran Inteligencia, tú revelas el pasado y el futuro:
leo el futuro en las manos y en la corteza de un árbol, lo leo en las hojas, lo leo en las minúsculas metrópolis de liquenes y en los microscópicos paisajes del musgo salvaje. Lo veo en las geometrías de las piedras, de las algas y de las conchillas, en las plumas de los pájaros y entre las majestuosas vértebras del horizonte. Leo el futuro y quiero contarlo.
Tu palabra no es la palabra del hombre:
Hablas el alfabeto de la vida
y para entenderlo debo encontrar el místico silencio
y en el silencio las magias de tus mensajes.
Ayúdame ¡Oh Madre, quiero narrar tus caminos a los humanos!
¿Quedan aún hombres que quieran escucharte?
O bien ¿lo que pretendo es la locura de un loco?
¡Muéstrame tus señales, gran Inteligencia,
consuélame con un pequeño beso!
¡Aquí estoy! ¿Por qué estoy aquí? ¿Quién soy?

Si no viviera por ti ¿qué valdría la vida?
Si no fuera tu amigo, habría vivido en vano.
Es por ello que te canto y que hago de mi canto un voto sagrado.

Marco Marsili
3 de Agosto de 2018
02:41 hs.
Funtana Meiga, Cerdeña (Italia)