Para Cristo somos todos iguales. Aquél que vive en una hermosa mansión, como el que vive en la calle. Aquél que es ídolo de multitudes, y aquél que vive humildemente sin ser conocido casi por nadie. Aquél que tiene autoridad sobre muchos, como aquél que no es escuchado.

Ante la grandeza espiritual de Cristo todos somos igualmente pequeños, e igualmente amados por él. Ha venido a mostrarnos cómo ser más felices, sabios, y bellos; pero no le hemos escuchado…Todavía sigue dándonos una oportunidad.

Para Cristo todos somos iguales. Los que creen en Él como los que no creen en Él. Lee nuestros corazones, y ve nuestras acciones buenas o malas, grandes o pequeñas. No le importa si las buenas acciones, son vistas por mucha o poca gente, sino por el tamaño del sacrificio que significan para nosotros, y si nuestra intención de amor al otro es real o sólo aparente.

Un rico puede dar de comer a miles de personas y guardar muchos millones para sí, con el afán de hacerse querido de la gente; un pobre puede sacarse su comida de la boca y dársela a un niño y quedarse con hambre, porque quiere ver a ese niño feliz. Para Cristo habrá crecido más espiritualmente ese pobre hombre, y será más digno de ganarse su derecho a vivir en una sociedad evolucionada, en un mundo mejor, dominado por la fraternidad, y el amor al otro.

Muchos ignoramos esta verdad, y seguimos envidiando, robando, corrompiéndonos, y hasta matando para poder poseer cosas, y así continuamos perdiendo la oportunidad de ganar la evolución espiritual, que es una mayor felicidad, que es el derecho a vivir en un mundo mejor, que se dará cuando Él regrese tal como lo prometió.

Este es el tiempo. Por ello les decimos Feliz Navidad!!!

Adriana Navarro

28 dicembre 2018