El cielo, profundamente enamorado del Mar, se derritía por no poder unirse a él.
Reflejándose en las aguas cristalinas, observaba su triste reflejo flotando sobre tanta belleza.
Los días pasaban y el dolor, ahora insoportable, comenzó a condensarse en nubes oscuras. El corazón cada vez más lleno de amargura.
Su grito de desesperación se convirtió en rayos de luz y rugidos que cruzaban su infinita bóveda.
De repente, en el silencio, una gota brotó de su vientre, el resultado de esa sensación que su amado anhelaba.
Al igual que las lágrimas dulces, las abundantes gotas se derramaban en las aguas del mar y se fusionaban con ella.
El sol en la distancia fue sorprendido por el gran ardor. Profundamente emocionado, dejó que sus rayos pasaran por las pequeñas gotas.
Una cascada de colores se deslizó desde arriba. Como un sello viviente para simbolizar esta consagración.
Así nació el arco iris, de una unión sagrada de amor.
Michela Raddi
4 de julio 2019