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corazonmichelaPor Michela Raddi

En un día en que el mundo florecía con el canto de la vida y su luz, el Corazón se escapó corriendo entre los prados en celebración. A su alrededor, una avalancha de colores, sonidos y vibraciones. Todo era un himno eterno para la Creación.

Con un salto rápido, lo vi aferrarse a una nube blanca que viajaba sola en el azul claro del cielo.

"Vuelve" lo llamé.

Pero su respuesta fue una sonrisa rebosante de alegre curiosidad. "Pequeño corazón" pensé melancólico "no todo lo que quieres ver te dará felicidad. Pero es correcto que descubras tu camino".

Candidamente transportado por la amiga suave, el Corazón admiró valles, montañas y paisajes enteros que mostraban con orgullo su belleza. Estaba asombrado por los ríos, que aparecían como collares que embellecían la tierra, y luego se fundian en un cielo sin estrellas, pero brillando con los rayos del sol sobre las crestas de las olas.

Allá arriba, el mundo parecía encantado: los árboles bailaban lentamente en una melodía susurrada por el viento y las pequeñas flores se dejaban besar por abejas revoloteantes. El corazón palpitante de esos Seres entonó su agradecimiento a la Vida.

Pero de repente se estremeció. Debajo de ellos, la tierra cambió. Los colores ardientes de la naturaleza habían estado ocultos por toda esa oscuridad que se llamaba ciudad. Un gris terrible era el soberano de ese reino inmerso en una bruma de humo. Paredes de hormigón también parecían limitar el amor.

Pero lo que trajo más dolor al pequeño Corazón no fue la mera visión de tierras áridas en las que pueblos enteros luchaban por sobrevivir, sino una mayor aridez que estaba oculta en los seres humanos. Sus corazones eran prisioneros. Privados de su verdadera naturaleza, de su maravillosa esencia. Corazones sufrientes Endurecidos por la indiferencia. Corazones heridos, decepcionados, traicionados.

Desde que la voz del corazón no fue más escuchada, todo fue privado de la pureza primordial. Un grito de tristeza se vertió en sus ojos. "¿Cómo ha podido el hombre olvidarnos?"

La amiga nube dijo suavemente: "Pequeño Corazón, no llores. Mira los rayos de nuestro Sol, continúan realizando su tarea todos los días, desde el amanecer de la Creación. Nunca han dejado de besar la Tierra con su Luz". Tranquilizado por esas palabras, el pequeño Corazón entendió que el Sol era la manifestación más elevada del amor incondicional, y sintió que quería imitar su humilde ejemplo. Él entendió que nada debería ser restringido para sí mismo, y que la belleza se desborda donde no hay límite para el flujo de la vida.

Regreso con una sonrisa más amplia, diciéndome:

"Viajé por rincones del mundo y vi los corazones de mis hermanos, llenos de amor y bondad. Y otros, vestidos de odio, venganza y poder. Corazones que sofocan el dolor, y muchos otros obligados a reprimir su propia naturaleza.

Me escapé para comprender el propósito de mi existencia. No quería limitarme a combatir en un cuerpo. No. Tenía que buscar valor, virtud, mi propio tesoro para poder ofrecerlo al mundo y a su humanidad. Y entendí que todos los sentimientos nacen en nosotros, y que a su vez dan vida a las acciones que vosotros humanos cometéis. Para bien o para mal. Manteniendo el recuerdo de este día, me comprometeré a dar a luz valores nobles en ti y te inspiraré en gestos y palabras que alivien a otros corazones. Nos necesitamos unos a otros. Ambos seremos instrumentos de un Algo que vive y permea arriba y abajo. Te recordaré lo que es realmente importante e incluso si me lesiono, no dejes que el dolor te detenga. Cuídame, pero nunca me dejes atrás".

Así es como cada pequeño Corazón puede darse vida a sí mismo y a los demás. Penetrando en el fondo de la materia y flotando sobre el Todo. Así es como puede buscar su potencial invaluable, llegando a la puerta que se abre para comprender su propia existencia. Y al redescubrir su tarea suprema, nos permitirá descubrir la nuestra.

Michela Raddi

3 octubre 2019