Queridos hermanos, en esta Semana Santa, en estos días de pasión, en estos meses de duras pruebas que tratan de debilitar nuestros espíritus, pero que en realidad si sabemos superarlas fortifican nuestros corazones, nos sentimos muy cercanos, todos, uno por uno, sin excepción de nadie, con la preciosidad de vuestro corazón, con la especialidad de vuestro talento puesto al servicio de esta gran misión.

Con la consciencia de que las dificultades nos empujan a sacar lo mejor de nosotros mismos, que el sacrificio es el Maestro de grandes enseñanzas, que la lucha nos forja por dentro, que la renuncia enriquece nuestro espíritu, que las desilusiones nos ayudan a mantener vivo el valor de la humildad con la vida y con el prójimo, seguimos recorriendo juntos este extraordinario camino hacia la redención, tratando de hacer nuestra cada día más la más sublime de las enseñanzas que nuestro Rey y Señor Jesús Cristo nos dejara en herencia: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. “Amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos”. Es indispensable entender este valor para poder ser reconocidos por el Maestro Jesús en el día de Su retorno, así como Él nos ha recordado y advertido a través del mensaje de la Santa Pascua transmitido en estos días a Giorgio Bongiovanni y para poder acercarnos a entenderlo tenemos que comprender otro imprescindible valor que el Maestro nos ha transmitido: “Deja todo y sígueme”. Dejar todo aquello que sea efímero, todo lo que pertenece al valor material significa entender que no tenemos que poseer ni siquiera a nosotros mismos y por lo tanto hacernos cargo de nuestras responsabilidades familiares y operativas con esta consciencia, con la consciencia de que los hijos no son nuestros sino que nos han sido dados en una custodia temporal, con la consciencia de que el amor por un hombre o una mujer, o por un amigo, un hermano, por la Verdad se conquista con el amor, el amor desinteresado. Porque el amor no se posee sino que se conquista con la renuncia y el sacrificio, se conquista con la entrega cotidiana sin obtener nada a cambio, sólo por el deseo de amar y de ver brillar la hermosura en los ojos del hermano.
Para volar hacia las alas de la libertad del espíritu y proyectarse hacia nuevos lugares del universo, conocer las infinitas maravillas de la Creación y la belleza de los infinitos seres Creados, nuestros hermanos universales. Para dar gracias a nuestro amado Jesús quien inmoló Su vida para devolvernos la libertad. Ayer, sábado Santo, el prodigio de la pasión se manifestó una vez más en el cuerpo sangrante de Giorgio … los espasmos de dolor … la dificultad de recuperarse … la dulce sonrisa de dolor a todas nosotras mujeres bajo la cruz … y luego un esfuerzo sobrehumano para ponerse de pie … se levanta de esa cama … cierra los ojos tratando de contener el dolor, las puntadas fuertes en las manos, pies y costado, en un dolor que se vuelve único y se concentra en la cabeza … “¿Porqué no te quedas otro poquito acostado? ¡Al menos para recuperarte de la sangración!” le pregunto. “Los hermanos me esperan” responde. Las lágrimas surcan mi cara en silencio. No tengo palabras. Pienso, mientras al mismo tiempo siento una gran emoción mezclada con una rabia que me crece por dentro, en cuán injustas son todas las cosas que le dicen a este hombre cuyo accionar está impulsado sólo por el deseo de Amar, un Amor verdadero, un Amor que no es débil sino justo, Amor por todos nosotros, Amor por el hombre y por su salvación, Amor por el Cristo. Cubre sus heridas y sube al coche este hombre incomprendido muchas veces. Cinco minutos después se encuentra frente a la pantalla de la computadora para hablar con sus amados hermanos. Con todos vosotros para la conexión a través de livestreaming, para escucharos, para hablar con vosotros, para responder a vuestras preguntas, para volver a amaros. Todo el tiempo con los estigmas descubiertos que acompañan esta noche sagrada que recuerda el martirio padecido por Jesús, la desorientación de los apóstoles, su desesperación … pero faltan pocas horas para la resurrección … después de haber hablado con todos vosotros queridos hermanos, Giorgio bajó en silencio las escaleras que llevan al comedor del arca, saludó a los hermanos presentes, luego, con una vibración difícil de describir pero intensamente profunda, alzó con sus santas manos un pedazo de pan con la forma de un pez ...ese pan es levantado hacia el cielo bendito por las señales sangrantes de los estigmas visibles en el devoto y conmovido silencio de los hermanos … estabais todos allí una vez más … os vi uno por uno … con la intensidad de vuestra mirada … con el perfume de vuestro corazón … con vuestro profundo amor por el Cristo, el cual está allí presente con toda Su potencia, que se percibe fuerte como pocas otras veces, con toda Su vibración de Amor y de Justicia … Giorgio nos ofrece el pequeño pedazo de pan para dividirlo entre todos los hermanos, la emoción es indescriptible … ahora levanta el vino hacia ese Cielo que está en él y lo ofrece nuevamente a todos nosotros en el silencio de la fe, en el silencio del prodigio, en el silencio de una alquimia que sana las heridas, que perdona el pecado, que vivifica el espíritu devolviéndole la propia identidad divina.

Que la bendición descienda sobre todos vosotros y sobre vuestros espíritus.
Unidos devotamente a vosotros por la Gloria del Cristo, por un nuevo mundo para dejar en las benditas manos de nuestros hijos.

Os amo.
Vuestra en Cristo
Sonia Alea

24 de Abril de 2011