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caliceEl templo de Dios y las luciérnagas de Cristo

He visto. He escuchado y he escrito.

Son las obras las que hablan de los hombres. Las obras de toda una vida.

La coherencia de palabras pronunciadas incansablemente retumban en el aura de aquellos que se sienten llamados por la fe en Cristo en este tiempo de pruebas y de señales: “Estad unidos... Amaos”. Palabras vivas, verdaderas en el ejemplo de las acciones de una vida transcurrida al servicio del prójimo, en defensa de los justos, sosteniendo a los últimos, en la denuncia contra ese sistema criminal que gobierna el mundo para despertar a una nueva Conciencia Universal. En el sacrificio de cada paso vivido al servicio de Cristo y de esos Seres maravillosos que, desde el cosmos, hablan al corazón del hombre. La coherencia a lo largo del tiempo convierte en verdadero su testimonio. Una coherencia impregnada de sacrificio, entrega y servicio que ha demostrado la trascendencia de las señales y la autenticidad de su mensaje.

He visto sus ojos húmedos perderse en la inmensidad del universo. He visto su mirada de amor infinito desgarrar el corazón de sus hermanos desatando el lazo engañoso de la ilusión de Maya en un llanto liberador.

He sentido su cuerpo gemir de dolor.

He oído su verbo pronunciar lentamente, con un hilo de voz de una dulzura indescriptible, Palabras de Verdad que llevan al verdadero Camino y a la verdadera Vida.

“Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2, 19) dijo Jesús a los maestros del Sanedrín “Refiriéndose no al templo de piedra sino que a su propio cuerpo”. Un hombre en su lecho de pasión habla a sus hermanos recordando las palabras de Cristo. “El cuerpo es el templo del espíritu es por ello que tenemos que cuidarlo, no solo desde el punto de vista de la salud sino también de las ideas, de los pensamientos. El templo en el que el espíritu puede actuar es sagrado pero cuando nos dejamos condicionar por la materia el espíritu no es más contemplativo en el templo de Dios y el templo se convierte en una prisión, se transforma en la cárcel del espíritu. Cada templo es una iglesia. Cada uno de nosotros es una iglesia. Por lo tanto la verdadera Iglesia de Cristo es la Humanidad. Cada templo es un ser único y todos juntos formamos el Cuerpo Místico de Cristo. Tenéis que estar bien, si el cuerpo y la mente están bien el espíritu puede actuar en el templo porque el cuerpo es el instrumento del espíritu. El templo tiene que estar limpio. La iglesia necesita perfumes, cuadros hermosos, un altar con su tabernáculo. El altar es el corazón del hombre en el que desciende Cristo. Tenemos que mantener limpio el templo con pensamientos positivos y con acciones positivas entre nosotros porque somos hermanos, hemos sido salvados por Jesús Cristo. A veces muchos se pierden en la noche y no encuentran el camino, entonces las luciérnagas se encienden y gracias a estas pequeñas luces finalmente encontramos el sendero porque todas esas luciérnagas juntas se convierten en un faro. Cuántas veces me tocó estar, andando los caminos del mundo, ante miles, millones de luciérnagas que iluminaban la noche. Es un espectáculo único. Pero algunas veces vi muy pocas que se encendían porque muchas otras se habían dormido. Vosotros sois esas luciérnagas que pueden iluminar el camino de mucha gente en este mundo de tinieblas pero recordad que una luciérnaga por sí sola no ayuda a encontrar el camino a nadie. Sois las luciérnagas en las tinieblas de este mundo y habéis sido llamados para iluminar el camino de los hermanos que han perdido el rumbo pero para poder hacerlo tenéis que estar unidos y es por ello que estas son las palabras que repetiré hasta mi último respiro de mi vida en esta Tierra: “estad unidos”. No os disperséis, no nos dispersemos. No tenemos que permitirle a la mente que tiente al cuerpo y someterlo a la materia sino que tenemos que someterlo al espíritu. El cerebro tiene la función de preservar y hacer feliz a la materia, por lo tanto a todo lo que el espíritu ordena que provoca sufrimiento por amor, el cerebro lo rechaza. Si nos privamos de algo, el cuerpo se resiente sentimental, física, o mentalmente y por lo tanto tenemos que tener la fuerza del amor espiritual para superar el sufrimiento. Tenemos que tener la fuerza espiritual de ordenarle al cuerpo que alquimice ese sufrimiento y lo transforme en alegría por haber entregado con amor. Cualquier cosa que le demos al prójimo sin pedir nada a cambio es un acto de amor crístico. Por lo tanto el cuerpo del hombre se convierte en el templo de Dios en el momento que obedece a la Ley del Espíritu. Cristo, en el Evangelio, nos enseña que la Ley del Espíritu no es dominar, someter, esclavizar, imponer, sino servir. Si la vida te ha dado un poder, ya sea económico o de responsabilidad social, o de gobernar un pueblo, dirigir una empresa, una asociación, un partido,  tienes que vivirlo sacándole provecho para los demás, trabajando para que todos puedan estar bien, para que todos puedan tener lo necesario para vivir dignamente, para que todos se sientan hermanos, para que todos tengan derecho a curarse, o que tengan derecho de hablar si tienen que expresar ideas. Por lo tanto tu administras este poder para servir y también si estás en poder de cien mil millones los usas para servir. Lamentablemente es lo contrario de lo que ocurre en la Tierra donde cuanto más le quito a mis hermanos y más los someto mejor estoy yo. Este es el anticristo. Cristo demuestra exactamente lo contrario, El que tiene poder de vida y de muerte sobre los hombres, Él que es el hombre más rico del mundo porque domina la materia, Él que es el hombre más poderoso del mundo porque es el Hijo de Dios, no ejerce el poder para dominar sino que se deja arrestar, torturar y matar para salvar a sus hermanos y luego de tres días resucita de la muerte para demostrar que la muerte no existe, que Él era el Avatar Supremo, el amor Universal que además es la Justicia Suprema. Cuando regrese ya no será el de hace dos mil años. Será el mismo Jesús de Nazarét pero será severo, duro, justiciero. Es cierto que, cuando lo veáis juzgar a un justo veréis al mismo Jesús pero serán breves instantes porque justos y buenos hay muy pocos en el mundo. Sigue y seguirá transmitiendo Su Amor Incondicional a las buenas personas, a los puros de corazón, a los justos, pero no a toda la humanidad. Aquella de hace dos mil años fue una oportunidad única que no volverá a repetirse nunca más en este mundo. Entonces cualquier tipo de poder que Dios te de tienes que utilizarlo para servir, entonces será Él mismo quien te de la justa recompensa, así como Jesús nos dijo en el Evangelio: 'Dando es como se recibe'. Si no damos no recibimos. Luego también nos dijo 'Pide y te será dado. Llama y se te abrirá'. Este es nuestro camino.

Entonces recordad siempre que estamos aquí para hacer la voluntad de Cristo y que el templo del Padre es el cuerpo de los hombres y en él reside el espíritu, la chispa divina”.

Abrazando a sus hermanos, uno por uno, lentamente vuelve a levantarse. Ya no hay tiempo para descansar. No hay tiempo para la salud. No hay tiempo para uno mismo, porque ya no existe uno mismo. Están sus hermanos. Está la voluntad de Aquel que dijo “No os dejaré huérfanos. Regresaré en medio de vosotros”.


Con profunda devoción
Sonia Alea
Palermo (Italia)
5 de Junio de 2016

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