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marcoyfrancesca100Por Marco Marsili
Escribo este resumen con el corazón en la garganta por el enorme honor de haber vivido una experiencia similar y agradezco a la Divina Madre por haberme permitido conservar el recuerdo.
Me encontraba junto a Francesca (mi Ángel) con una quincena de personas en la tierra de Sicilia, en una soleada casa de campo, en la que el Amado Eugenio Siragusa nos había reunido para impartirnos algunas importantes Enseñanzas.
Luego de los alegres saludos iniciales cada uno de nosotros fue invitado a entrar en una pequeña habitación cúbica que no estaba revocada, era muy similar a las celdas de los ermitaños, el espacio interior era apenas suficiente como para albergar a una sola persona; a través de una minúscula ventanita rectangular filtraba la maravillosa luz del Sol que parecía transfigurar el pequeño ambiente convirtiendo el color de las paredes en uno similar al ámbar. 
De esa forma cada uno de nosotros se encerraba en meditación en su habitación, en espera. 
Allí, sentados, recibiamos por turno la visita de Eugenio, que nos instruía uno por uno con palabras de Amonestación y Consuelo, alternando miradas severas con encantadoras sonrisas de indescriptible amor.
Una vez que cada uno de nosotros había escuchado los importantes consejos y Enseñanzas ibamos tomando posición en forma de círculo, en el patio exterior iluminado por el Sol que envolvía todo con su cálido esplendor en el que Eugenio seguía hablándonos amablemente mientras nos explicaba algunos conceptos espirituales de gran valor. Al concluir su discurso cerró los ojos, de repente la luz solar se hizo aún más envolvente y todos juntos fuimos transportados dulcemente al cielo por una especie de densa ráfaga de viento azulado...
En un instante, sin tener ninguna percepción del viaje, nos encontramos en una montaña altísima que intuitivamente me pareció que era Machu Picchu (de hecho cuando busqué algunas fotografías para averiguar si era realmente Machu Picchu, reconocí que en realidad se trataba de la cima más alta, llamada Huayna Picchu).
Allí, en unas antiguas ruinas de épocas lejanas, nuestro grupo parecía minúsculo comparado con la majestuosidad de la montaña inmersa en el impresionante y reverdeciente paisaje. Todos nos sentíamos encantados por la más vívida e indescriptible emoción de gratitud.
Eugenio nos explicó que había sido llevado a ese lugar una gran cantidad de veces y allí tenía muchos de sus “Encuentros especiales” (me vino a la mente que jamás había leído estas cosas y que no recordaba haber escuchado alguna entrevista en la que él hablara sobre todo esto), luego dijo que había llegado el momento de saludarnos y después agregó: “PERO ANTES DE QUE NOS VAYAMOS, UN ÁNGEL TOCARÁ PARA VOSOTROS UNA MÚSICA COMPUESTA POR LA MADRE CELESTE”.
E inmediatamente apareció un joven con un traje luminoso como si fuera de Ópalo de Fuego, su blanca piel era como el marfíl enmarcada por una cabellera negra muy densa, el cabello no muy largo, tenía una postura de gran gallardía pero dócil al mismo tiempo. Se sentó junto a nosotros y comenzó a tocar un instrumento de cuerdas que jamás había visto, cuyas notas resonaban por todos lados, vivificando nuestras almas y el alma de todo lo que estaba alrededor. Una mezcla de sonidos similares a los del arpa y del piano llena el aire con armonías indescriptibles que fecundaban todas las cosas con una nueva y extraña luz, como si esos acordes fueran absorbidos por los elementos naturales y luego devueltos al éter y difundidos simultaneamente en cada átomo. Me viene a la mente que esa era la música del Hidrógeno cuando se prepara para la creación.
Extasiados por este Dono Espiritual vimos que poco a poco aparecía en el cielo una hendidura que gradualmente asumía la forma de una Almendra Mística, desde la que pódíamos admirar una Dimensión Superior cuya sublimidad nos dejaba con la boca abierta, elevándonos ligeramente del suelo.
Estando elevados algunos centímetros del césped luminoso observamos más allá del cielo abierto y vimos decenas y centenas de Nubes Blancas y como un firmamento de miríadas de Esferas Solares parecidas a las estrellas flotantes en un cielo arcoiris de auroras multicolores.
Era como si los Ejércitos del Cielo hubieran acudido inmensos y silenciosos y que hubieran abierto el velo que separa las Dimensiones para escuchar las melodías de la Madre Divina… me pareció comprender que en ese instante de gloria en realidad se presentaba ante nuestros ojos lo que siempre es invisiblemente omnipresente: una multitud de Vida que escapa a nuestros sentidos pero que realmente está presente en cada parte de la Creación.
Mientras ocurría todo esto apareció un Ser imponente, suspendido en el aire. Su traje era luminoso como el oro del Sol y su rostro permanecía oculto tras una niebla plateada que impedía que observáramos sus facciones.
Oleadas de colores emanaban del corazón de ese Ser y se unían a oleadas de colores emanadas del corazón de Eugenio, en un latido rítmico de intercambio de dulzura en la suavidad de la Música celestial.
Eugenio tomó la palabra:
“¿LO PODÉIS VER? ¡EL AMOR QUE SIENTO POR ÉL ES EL MISMO AMOR QUE ÉL SIENTE POR MI Y AHORA REALMENTE QUERRÍA FUNDIRME EN UN ÚNICO ABRAZO!”
Nosotros, encantados por tal magnificencia no nos atrevíamos a decir nada. Entonces el esplendoroso Ser del que no veíamos su rostro nos dedicó unas palabras... y su voz era un eco de maravillas:
“¡ESTÁIS PARTICIPANDO DE ESTE AMOR PERO PRESTAD ATENCIÓN A QUE LA EMOCIÓN DE VUESTRO CORAZÓN NO ENSOMBREZCA LA ENSEÑANZA! LA CONMOCIÓN QUE UNO SIENTE ANTE LOS PORTADORES DEL AMOR NO TIENE QUE ANTEPONERSE A LA ENSEÑANZA! ¿CÓMO PODRÁS ASIMILAR Y TRANSMITIR LA VERDAD SI TE DEJAS ARROLLAR POR LA EMOCIÓN?”
Y al pronunciar la última frase hizo un pequeño gesto con la mano hacia Francesca.
Y Eugenio agregó además:
“¡LA FELIZ PERTURBACIÓN QUE ESTÁIS SINTIENDO CON GRAN ALEGRÍA NO ES AMOR, TRANSFORMAD ESTA EMOCIÓN EN ALGO DÓCIL PARA QUE PODÁIS ABSORBER Y LUEGO TRANSMITIR A LOS DEMÁS LA ENSEÑANZA QUE OS LLEGA DEL AMOR!”
En el momento que dijo esa frase el círculo del Amaestramiento se cerró como una aureola sobre el nacer de nuestra intuición.
Eugenio se acercó al Ser deslumbrante y a ambos se unieron en un abrazo fraterno y filial… los vimos fundirse en el remolino de Amor emanado del abrazo que cerró el cielo… en un torbellino iridescente toda la mística Belleza del más allá fue reabsorbida en suaves latidos de resplandores astrales. 
Al instante la Música Maternal se desvaneció dulce sobre los despertares de nuestros corazones humanos. 
Gracias.
Marco Marsili
25 de Febrero de 2015
 
marcoyfranchescamachu