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testa 2016enespañol

panfili1Por Funima International

¿Cómo has conocido Funima International y por qué decidiste ser una volutaria nuestra?

En el pasado he sido voluntaria de otras asociaciones que se ocupaban de temas ambientales y humanitarios. Conocí a Funima en el 2010 y me hizo muy feliz porque yo deseaba ocuparme de proyectos que tuvieran que ver con la asistencia a niños que viven en la calle, con la cooperación internacional y la educación a la mundialidad. Por eso fue amor a primera vista.

Al principio éramos solo dos voluntarios en Gubbio, donde vivo, yo y mi compañero de vida Marco. Preparaba yo sola los stands solidarios en la plaza pero poco tiempo después, con la voluntad que teníamos de hacer y de ser más, se unieron a nosotros otros jóvenes. Y así se formò un grupo maravilloso de donde nacen muchas iniciativas, y a nivel local nos respondieron muy bien.

Cuéntanos tu experiencia de solidaridad durante tu reciente viaje a Uruguay…

Como voluntaria, antes de hacer este viaje, tuve la posibilidad de “tocar con la mano” los proyectos de Funima, también en otros lugares y así llegué a comprender la importancia del trabajo de los voluntarios que es fundamental. Hace años fui a Palermo al centro “Parco del Sole” (Parque del Sol), donde colaboramos con el Padre Cosimo Scordato. Después, hace cuatro años, fui a Paraguay, al centro Hijos del Sol, donde conocí a los dos responsables del centro, Omar e Hilda. Fue una experiencia muy intensa porque allí se vive un contexto de pobreza impactante de verdad.

El pasado mes de noviembre estuve con Marco en Uruguay. Fue una experiencia igual de fuerte porque participamos a las actividades de Funima y nos dimos cuenta de como trabaja nuestra asociación en estos lugares.

¿Nos describes la realidad de este País?

Es una realidad de gran pobreza que se vive sobre todo en la calle. Contextos sociales muy diferentes de los nuestros, de verdad tan lejanos de nosotros, lejos del llamado “mundo civilizado”, que demuestra las contradiciones del sistema capitalista, económico y social que ha colonizado el mundo, en perjuicio como siempre de los Países que llamamos del Tercer Mundo. Países que el Occidente desde siempre ha saqueado y en los que hoy los grandes colosos de las multinacionales siguen apropiandose de sus recursos y riquezas, imponiendo sistemas que son diferentes de los que ellos tienen.

A pesar de la pobreza, estas tierras son ricas de humanidad: ¿Qué emociones has sentido cuando entraste en contacto con una realidad tan distinta de la nuestra?

Lo que más me ha impactado es que frente a la pobreza que esta gente vive tú te derrumbas. Todo tu mundo se te cae encima, con todas sus estructuras, contradiciones y con los proyectos que has construído con el tiempo. Cuando te ves en semejantes contextos sociales, de repente es como si se parase el corazón y por primera vez te sientes humano y descubres en ti la humanidad perdida. Una humanidad que aplasta, donde abunda el malestar social. Me ha impactado por ejemplo ver por las calles a personas con problemas psíquicos que tendrían que estar en estructuras adecuadas, o personas destruídas por las drogas sintéticas que se pueden comprar a poco precio. Cuando nosotros les llevábamos comida, casi nos la “arrancaban” de las manos con gran dignidad pero también con fuerza porque el hambre que tienen es terribile. Un hambre que nosotros no conocemos. Es intolerable que la mayor parte de la humanidad occidental no se preocupe por ellos. Los últimos serán siempre los últimos, y es justo a ellos a los que nosotros tememos, y evitamos desde siempre. Los últimos son los que manchan y nos molestan, aquellos que nosotros ignoramos y fingimos que no existen, sin embargo son la mayor parte de nuestra humanidad.

Me ha emocionado ver que los colaboradores del centro “Un Punto en el Infinito” se ocupan de actividades con un inmenso espíritu de sacrificio. Estos voluntarios logran tener un contacto humano con ellos y esto me ha tocado mucho. Ellos les acarician, les miman, hablan con ellos, escuchan sus experiencias de vida dificilísimas, asisten a todas las contradiciones que viven sin juzgarles, se limitan a ayudarles regalándoles una sonrisa y un poco de consolación.

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¿De qué te has ocupado tú en particular?

Un jueves a la tarde fuimos al centro con los coordinadores y antes de que llegaran las personas de la calle empezamos a preparar la comida: pasta al huevo, harina y de espinaca. Tenían colores verde y amarillo que me cuesta olvidar con salsa de verduras y de carne, un plato proteico y nutriente. Después cortamos muchísimas rebanadas de pan. En cada bolsa poníamo la pasta en un envase de plástico, añadíamos el pan, las porciones que necesitaban. Había muchas manos que trabajaban y preparaban las bolsas. Nos pasábamos el pan de “mano en mano” para quitar el hambre a estas personas, pero en realidad eran ellos los que nos estaban quitando el hambre a nosotros. Atravesábamos un pasillo y también esto me impactó, porque era lo único que separaba el lugar donde estábamos todos en armonía, en la cocina, felices de poder hacer algo, y una realidad de absoluta desesperación: la calle. Sólo tres metros nos separaban de ellos. Entre el infierno y el paraíso. Ver las miradas de personas desesperadas, pero que te sonríen y te dan las gracias, te hace sentir en culpa, porque tú estás ahí con tu “legado cultural”, tu mundo occidental “civilizado”. Si de verdad hubiésemos sido civiles, estas personas no vivirían en esos contextos. O sea que lo único que podemos hacer es seguir ayudándoles, aunque la verdad es que son ellos los que nos ayudan a nosotros.

Se pueden aprender grandes lecciones morales de una intensa experiencia solidaria como la que tú has vivido ¿Qué enseñanza te ha dejado?    

La enseñanza más grande que me ha dejado es que es necesario seguir con lo que ya estamos haciendo, siempre ampliando cada vez más nuestra operatividad. Sobre todo tenemos que conocer a fondo la realidad social de estos lugares tan dramáticamente reales, porque están justo a la esquina. Tenemos que comprender y asimilar que nosotros somos esa mínima parte del 20% o menos de personas de esta humanidad que vive en condiciones acomodadas. Nosotros pertenecemos a los países que han saqueado estas tierras, por lo tanto somos deudores y no viceversa. Tenemos que informarnos y estudiar las historias y los sistemas económicos de estos países, comprender que existe por ejemplo el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las grandes multinacionales o las corporations financiarias que depredan los recursos de estos países, imponen políticas inhumanas y se aprovechan de la corrupción política que existe en estos Estados. Todas estas instituciones desarrollan y ponen en acto modelos y políticas adecuadas a depredar sus riquezas, pero sobre todo a destruir la cultura tradicional de estos pueblos.   

La enseñanza que me ha dejado es que hay que informarse, conocer y ver con tus propios ojos estos contextos, porque eso es un regalo que te queda por toda la vida y que puede ayudarnos a tomar nuestras decisiones de forma consciente y comprometida.  

Estas realidades no están lejanas de nosotros y nos pertenecen, porque somos todos hijos de la misma madre tierra y tenemos que vivirlo como si fuese la realidad que vivimos nosotros.  Tenemos que continuar con nuestra ayuda, porque las pequeñas asociaciones como Funima pueden hacer la diferencia en estos lugares, a través de un contacto directo con las personas que llevan a cabo los proyectos allí mismo en el lugar.    

¿Qué mensaje darías para que haya más sensibilización?    

Los pobres son una parte de nosotros y es inconcebible pensar que no se puede hacer nada desde el lado humano. Ocuparse de iniciativas solidarias debería ser para cada ser humano una razón de vida porque no podemos dormir serenamente por la noche sabiendo que hay hermanos, hijos, amigos, que viven en situaciones de absoluta pobreza y malestar.  

Todo esto es intolerable y es antihumano. Viola cualquier tipo de constitución, de principio y de derecho. Si somos de verdad humanos, tenemos que comenzar a partir del hombre mismo. Y para comenzar de ahí, tenemos que empezar ayudando a los demás, para que no haya más nadie que viva en difíciles condiciones.    

Es muy importante poner en tela de juicio nuestros modelos de desarrollo y nuestro modo de pensar. Tenemos que luchar contra la lógica que dirige la globalización de los mercados y de las mentes, porque ya no tenemos ni identidad ni cultura. Tenemos que poner en juego nuestra mejor arma, que es el cerebro, y razonar. Unirnos, aunque seamos pocos, para luchar contra un sistema corrupto y criminal donde pocos hombres multimillonarios deciden en teoría el destino de muchos otros que día tras día tienen que luchar por la supervivencia. Por la sangre de este últimos tenemos que empezar a cuestionar todo el sistema que guía y gobierna el mundo y denunciar toda lógica económica y social que se basa sólo en la explotación del hombre sobre el hombre, para que seamos o volvamos a ser finalmente humanos.  

 

 
                   

 

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