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hambre_20VENCER EL HAMBRE ES UN IMPERATIVO MORAL
Cada vez que los países ricos se reúnen para combatir el hambre, en el mundo hay más famélicos.

 

Es más, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) no puede reunir los fondos necesarios para reducir a la mitad el número de hambrientos que tiene el planeta, porque los países más poderosos se oponen.
El hambre a nivel mundial aumenta dramáticamente: son 960 millones de personas, cuarenta millones más que en el 2010 y los expertos advierten que la situación puede agravarse aún más.
Hay que tomar conciencia de que el mundo tiene sobreabundancia de alimentos, pero cada año los hambrientos son más. Que el problema del hambre no es de producción sino de distribución. Por eso la pregunta sigue siendo la misma: ¿se acabará con el hambre?
Entonces la conclusión se impone: el del hambre no es un problema económico sino político y –desde ya- esencialmente moral.
La desigualdad de acceso a la alimentación y a los medios de producción sigue impidiendo a millones de seres humanos gozar del derecho más fundamental: el de alimentarse según sus necesidades.
El problema del hambre en el mundo es una mancha en la conciencia de la humanidad. Es un flagelo que persiste y hasta se agrava en ciertas regiones. La persistencia del hambre en un mundo de abundancia -a veces con épocas de opulencia-, requiere de nuevas iniciativas mundiales y de un nuevo contrato social.
El costo económico del hambre es exorbitante, tanto para los individuos como para las sociedades. El hambre lleva a la enfermedad y a la muerte; obliga a las familias a gastar sus escasos recursos en atención sanitaria; limita las capacidades de aprendizaje de los niños; disminuye la productividad e impide a las personas explotar sus capacidades naturales; frena el crecimiento económico y deja a los países sin medios para alcanzar un nivel de desarrollo aceptable.
La lucha contra el hambre en el mundo no es solamente un imperativo moral: representa además un factor benéfico para la economía y la seguridad de todas las sociedades. En efecto, el hambre es muchas veces no el resultado, sino la causa de conflictos y de disturbios civiles e influye directamente sobre el éxodo rural y la emigración.
En Argentina, el hambre y la pobreza –rostros e historias humanas- son la expresión más patética y visible de la exclusión. La tan sola presencia de estas situaciones y de millones de personas que viven privadas de sus libertades, del pleno desarrollo de sus capacidades, de los derechos socialmente constituidos como tales son la muestra más cabal de que algo funciona mal desde el proceso económico, desde la política pública que atañe al conjunto de las instituciones.
Todos los modelos políticos-económicos que tuvieron vigencia hasta la actualidad han fracasado y ahora se adiciona uno nuevo: el desconocimiento del gobierno de una parte importante de esta problemática social a partir de su subestimación en las mediciones oficiales.
El hambre –especialmente en Argentina- no es el comienzo de la problemática de la postergación social sino que es su mayor riesgo y expresión. El hambre es una vergüenza nacional y en cada ciudad del país se va extendiendo, justamente porque los gobernantes no lo quieren aceptar.
31/03/11 - www.diarioelargentino.com.ar