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DEL CIELO A LA TIERRA

MENSAJE A LOS LLAMADOS Y A LOS INICIADOS 

EL IMPERIO SE HA MANIFESTADO 

LAS DOS BESTIAS DEL APOCALIPSIS VIVEN Y OPERAN BAJO SU ÉGIDA. 
LA BESTIA QUE VIENE DEL MAR Y LA BESTIA QUE VIENE DE LA TIERRA SE FUSIONARON Y ESTÁN AL SERVICIO DEL GRAN IMPERIO, DE LA ÉLITE MUNDIAL: EL ANTICRISTO. 
LEED, LEED MUY ATENTAMENTE TODO LO ESCRITO EN LOS ANEXOS QUE SE AGREGAN A ESTE MENSAJE. 
EL IMPERIO DEL MAL PUEDE Y DEBE SER DERROTADO POR LAS FUERZAS DEL BIEN. 
AQUELLOS QUE CREEN EN CRISTO TENGAN FE, QUE ASÍ SERÁ. 
LA BATALLA DE ARMAGHEDON HA ALCANZADO SU CUMBRE Y SE DIRIGE A SU OCASO. 
EL IMPERIO Y LAS BESTIAS ESTÁN IRRITADAS PORQUE SABEN QUE PUEDEN PERDER LA GUERRA. 

GIORGIO BONGIOVANNI
 

Porto S. Elpidio
17de Julio de 2002

LA GUERRA DEL IMPERIO
Por Giorgio Bongiovanni y Mónica Centofante

Anexo 1

Sobre el teatro del mundo está en escena la guerra.
No una de esas guerras “cualquiera” de las cuales la historia nos ha habituado; no la batalla por el control de un territorio y de sus ventajas; no la expresión del odio racial de un pueblo hacia otro pueblo; porque nada de todo esto podría justificar los sucesos que, desde el 11 de Setiembre, se han ido sucediendo rápidamente bajo la protección de la lucha contra el terrorismo internacional. Terrorismo que no tiene una forma definitiva ni tampoco límites. Nos hacen saber desde arriba que podría alojarse en cualquier lugar y que, con el objeto de salvaguardar la seguridad e integridad de la población mundial, es necesario desalojarlo y destruirlo; aunque esto debiese llevar largos años de reiteradas operaciones militares a efectuarse en cualquier lugar que resultase necesario. No es un enemigo definido, tampoco un territorio, y las normas comunes estipuladas en la Convención de Ginebra no regulan este nuevo modelo de conflicto en el cual, al Estado de derecho se sobreponen leyes como la llamada “Atlantic Review”  que contempla la posibilidad de establecer la tortura para obligar a los enemigos a revelar los secretos de Al Qaeda; cosa sobre la cual dignos intelectuales de izquierda han encontrado normal ponerse a discutir. Además, a aquellos que se opusieron o que simplemente se plantearon dudas, se les colocó el mote de antiamericanos porque: “América, como declaró Gianni Riotta en respuesta a Ignacio Ramonet y Rossana Rossanda, no es sólo un país sino una ideología, una raza, un estigma...”. Afirmación que parece contener perfectamente el pensamiento que inspira a la casi totalidad de los medios de información occidentales, dispuestos para no considerar toda la verdad, para favorecer a esta “única  nación, los EE.UU.de América” que, según Williams Pfaff “dispone de un poder económico y militar sin rivales, y puede imponerse virtualmente en cualquier parte que desee hacerlo”.
¿La iniciada el 11 de septiembre es una batalla por el dominio mundial en versión live, que ha entrado en nuestras casas ocupando “un espacio indeleble en nuestra memoria”?. Así lo asegura Giulietto Chiesa que, en su último libro, La guerra infinita, definía a la que se encuentra en curso como la guerra del Imperio. Un imperio que no es identificable con los EE.UU. de América, pero donde “la cuota americana” es “mayoritaria” y “seguramente decisiva” tanto que, “nosotros -escribe- estamos viviendo el Imperio esencialmente como el Imperio americano. Pero está comenzando a ser algo distinto y más grande que América, por el poder real del cual dispone -continúa-, y algo más pequeño que América en cuanto a población. Ya no se puede definir el Imperio territorialmente. En la fase transitoria de crecimiento que atraviesa parece coincidir con los EE.UU. de América y, dato más interesante, esta coincidencia domina ya la mente de los leadership estadounidenses que se interpretan a sí mismos como los líderes definitivos del Imperio, mientras que no son más que las guardias avanzadas y transitorias”. En realidad está gobernado por una élite en la que se concentran los representantes de los llamados “poderes fuertes”, provenientes de diferentes partes del mundo, pero que en realidad están sujetos a la idéntica lógica de la supercivilización global. La expresión es de Aleksandr Zinoviev, autor del ensayo “En el Camino Hacia la Supersociedad” en el que explica cómo los EE.UU., estando en posición de representar mejor a tal civilización, habrían recibido el mandato y la investidura de todas las otras élites, dando vida al Imperio cuya gestación se remonta a cerca de 30 años atrás, pero cuya total conciencia no le habría llegado antes del pasado 11 de septiembre. Es alrededor del final del régimen de Breton Woods, explica Chiesa, que los hombres pertenecientes al vértice de la élite y que se encuentran sobre un “fantástico puente de comando, desde el cual se disfruta el mejor panorama de la Tierra”, convinieron en que a los EE.UU. se le consentía pretender más para sí mismo, viendo el rol de “guía mundial” que estaban cubriendo. De esto surge el empleo de la mayor parte de sus propias riquezas en el proyecto de eliminación del Enemigo Soviético y la puesta en práctica de un verdadero y propio decálogo que habría sometido las leyes del mercado a los EE.UU. y permitido a los ciudadanos americanos consumir mucho más de lo que producen. Y más todavía, permitir a una pequeña parte de ellos   “enriquecerse durmiendo”.
Y el decálogo no es sólo fruto de una especulación -continúa el autor- porque eso sería fácilmente verificable, aunque no se sea un especialista en política y economía. Se subdivide en 10 puntos fundamentales:
1.    Actúa de manera que tu moneda sea la insustituible moneda de reserva para todos o casi todos los otros países.
2.    No tolerar ningún control externo sobre tu emisión de moneda. Podrás financiar tus déficits comerciales con el resto del mundo volviéndolos prácticamente ilimitados.
3.    Define tu política monetaria exclusivamente en base a tus intereses nacionales y mantén a los otros países en condiciones de dependencia con tu política monetaria.
4.    Impón un sistema internacional de préstamos a tasas de interés variable expresadas en tus valores. Los países deudores en crisis deberán pagarte de más, justamente cuando su capacidad de pagar es menor. Los tendrás en un puño.
5.    Mantén  en tus manos las palancas que te permitan determinar, cuando se te ocurra, las situaciones de crisis o de incertidumbre en otras áreas del mundo. Aniquilarás  al nacer a cualquier aspirante a competidor.
6.    Impón con cualquier medio a tu disposición la máxima competencia entre exportadores del resto del mundo. Tendrás un flujo de importaciones a precios decrecientes respecto a aquellos de tus exportaciones.
7.    Mantén las mejores relaciones con la élite y las clases medias de los otros países sin prescindir de sus estructuras democráticas, porque esas son decisivas para sostener tu arquitectura. Es esencial que las élites y las masas de esos países no se unan alrededor de ideas de desarrollo “nacional” o que sean hostiles a tu dominio y a tu hegemonía.
8.    Promueve por cualquier medio una total movilidad de capitales, así como la libre inversión internacional de capitales. De este modo los capitales, bajo las condiciones arriba delineadas, se dirigirán hacia ti porque es el mejor lugar, el más seguro y con más rentabilidad. En cuanto a las inversiones exteriores, asegúrate que las corporaciones puedan libremente socorrer a las élites nacionales en la gestión de sus propiedades financieras, de la educación privada y pública, de la tutela sobre la salud, sobre los sistemas de pensiones, etc.
9.    Promueve de cualquier manera el libre comercio. Eso servirá para todos, es decir, para los otros que no podrán sustraerse, mientras tú lo aplicarás si te conviene y en el momento en que lo creas conveniente.
10.    Para controlar que todo esto se realice ordenadamente, sin conflictos demasiado evidentes, necesitas  una estructura institucional supranacional que en apariencia se presenten como reuniones de miembros que parecen tener los mismos derechos. Darás la impresión de respetar un cierto pluralismo, manteniendo su financiamiento y su control en tus manos.”
Es esta la tabla de las leyes que han permitido a los EE.UU. ejercer el control casi total sobre el resto del mundo, de tal forma que eliminan al nacer la amenaza de eventuales competidores. Una vez extirpado el peligro comunista, ellos han dado vía libre a un plan de imposición física e ideológica que se ha manifestado en su forma más prepotente y cruenta en las “pruebas de guerra” de Irak y Yugoslavia; etapas fundamentales para la definitiva afirmación de la potencia americana, que se mostraba lista para  usar su fuerza inequiparable contra cualquiera que intentara “levantar la cabeza”.
El primero de los dos ataques, denominado “Tormenta del Desierto” y calificado como operación de policía, comenzó la noche del 16 de enero de 1991, cuando los programas televisivos de todo el mundo dieron espacio a las inolvidables imágenes de los bombardeos aéreos sobre objetivos iraquíes. Sólo algunos años después se supo que “quince horas antes del inicio de las incursiones sobre Bagdad, una escuadrilla de siete B-52G (bombarderos de largo alcance) despegaba de la base de la fuerza aérea en Barksdale en Luisiana, por aquello que sería definido como la más larga incursión aérea de la historia de la aviación mundial”. Pasando de la costa este de EE.UU. y atravesando el Atlántico, España y el Mediterráneo de Oeste a Este y virando sobre el espacio aéreo egipcio, después por el saudita y, en menos de un minuto, sobre el iraquí. Tan breve lapso de tiempo les fue suficiente para descargar 35 misiles Cruise aire-tierra sobre 8 objetivos enemigos, antes de virar 180º y retornar a la base de Barsksdale.
Una verdadera demostración de potencia aérea global, como se comentará luego, en el curso de la cual fueron utilizadas armas (los misiles Cruise) construidas para portar cabezas nucleares, pero modificados para llevar bombas convencionales de altísimo poder.
Una acción experimental que “demostraba la posibilidad de los EE.UU. de atacar cualquier parte del mundo, partiendo de su propio territorio y sin necesitar prácticamente a nadie. Se preparaban para actuar en soledad”.
Pero la guerra contra Irak, que prosiguió generando dolor por un decenio, provocando la muerte de un millón y medio de personas, en gran parte niños, tenía un “defecto esencial”. Es la expresión utilizada por el autor del libro para indicar como la necesidad del consentimiento de una URSS todavía con vida, y de las Naciones Unidas, así como la posición incierta de Europa, constituían un obstáculo para la afirmación del dominio de los EE.UU. Y es aquí donde entra en juego Yugoslavia, último estado “comunista” en suelo europeo, adversario en una venganza  que los americanos no habían conseguido cumplir contra la U.R.S.S., que recayó sobre sí misma de modo casi inesperado. “Construida con una sapiente maestría (verdadera transformación mass-mediática a la altura de las películas holliwoodienses que, con una sintonía extraordinaria, se producían para contar guerras armadas en los estudios televisivos) la guerra yugoslava arrastró de los cabellos a Europa a la sumisión, dentro de su propio territorio, al comando imperioso de Washington que no le dejó espacio alguno de maniobra. La OTAN fue obligada a cambiar su propio estatuto. El 24 de abril de 1999, con los bombardeos sobre Yugoslavia en acción, el vértice atlántico de Washington decidía por unanimidad (¿podría haber sido de otro modo?) cambiar su finalidad y naturaleza, autoinvistiéndose de la función de gendarme mundial. Los art. 5º y 6º de sus estatutos, que delimitaban el uso de la fuerza en los casos de defensa colectiva contra la agresión a un miembro de la alianza, fueron modificados. La Otan ampliaba a su propio placer los límites de su propia competencia territorial, previendo explícitamente intervenciones fuera de esa área; esto es, lejos de los confines de sus estados miembros, hasta los límites del planeta entero. Acto soberano unilateral de los potentes del mundo: literalmente, decidían ocupar un espacio jurídico que nadie les había asignado y que, al mismo tiempo, constituía un golpe durísimo al art. 51 de la Carta de las Naciones Unidas sobre legítima defensa. No sólo autodefensa contra una agresión militar, sino espacio sin límites para una intervención contra una ilimitada serie de amenazas a la seguridad de los 19 países miembros: terrorismo, obviamente, pero también criminalidad organizada, sabotajes, interrupciones de aprovisionamiento, movimientos migratorios, violaciones a los derechos humanos, disgregación de estados considerados peligrosos por los países vecinos y lejanos, rivalidades étnicas, religiosas, políticas, contrastes económicos, reformas frustradas. Para cada uno de estos problemas se introdujo por primera vez el criterio de una posible respuesta militar. La guerra se transformó en un medio legítimo para la solución de crisis de diferentes clases: económicas, sociales, políticas y religiosas”.
Todo esto con el total consenso de la opinión pública occidental, finalmente protegida por el diablo de turno Milosevic, reemplazado por la figura todavía inocua (por lo menos en aquel período) de Sadam Hussein.
Al mismo tiempo, en Wall Street, miles de millones de dólares provenientes de cualquier parte del mundo permitían a EE.UU. transformarse en el único modelo capitalista seguro en el cual inspirarse.
La especulación hecha con el 11 de septiembre nos ha dado el dato que lo confirma.
Las imágenes terribles de las Twin Towers en llamas y las vidas despedazadas de millares de inocentes entraron en nuestras casas como nunca había sucedido por ninguna otra catástrofe (y en el curso de la historia hemos tenido algunas más terribles). Todo el mundo occidental se identificó con el dolor de aquellas familias que buscaban a sus seres queridos bajo los escombros y apoyó con fuerza la decisión de los EE.UU. de bombardear Afganistán para vengar la cruel injusticia. Nadie, o casi nadie, pensó en los inocentes que perdieron la vida durante los bombardeos; nadie, o casi nadie, se detuvo a meditar sobre las contradicciones y los varios misterios que rodearon el ataque al W.T.C. que prueban la segura existencia de un arreglo interno en territorio americano, que conocía la existencia de los planes de agresión antes de aquella fatídica fecha. Uno de ellos y de los màs banales, los futures de venta potencial de American Airlines que el 10 de septiembre registraron 4.156 opciones contra 748 adquisiciones. Al día siguiente las acciones de tal compañía se desplomaron el 39 % y quien hizo la operación se embolsó cerca de  4.000.000 de dólares.
Con América o contra América, tronaban la mayoría de los comentaristas, politólogos, periodistas del mundo occidental y, en la medida de lo posible, ocultaron las noticias relativas a los intereses económicos que ligaban a la familia de Bin Laden con los Bush.
Un poco antes, en el curso de su infeliz campaña electoral, Al Gore decía que su nación “es ahora vista por los pueblos de cada continente y de cada parte de la tierra como una especie de modelo de lo que deberá ser el futuro”. Pero lo que a Al Gore se le escapaba, así como al mismo Bush y a cuantos lo han precedido, era que aquello que para los americanos estaba bien, no necesariamente estaba bien para los demás; en particular para aquellos que han debido soportar  los golpes del bastón global, y aún hoy continúan soportándoles.
El proyecto financiero global redactado en 1944 en Breton Woods, se reveló  errado. “Las cifras, subraya Chiesa,  tienen que ser leídas e interpretadas. Diez años antes, las inversiones extranjeras en los países en vías de desarrollo fueron de casi  34.000 millones de dólares. En 1997 subieron a 256.000 millones de dólares. Bastó un momento de crisis para producir una fuga generalizada. Las cinco economías más duramente golpeadas por la crisis asiática de 1997 (Corea del Sur, Indonesia, Tailandia, Malasia, Filipinas) en 1996 habían recibido todas juntas apenas  93.000 millones de dólares de capitales del exterior. En 1997 aquel input total se transformó en un output neto de 12.000 millones de dólares. En resumen, en menos de un año, los cinco países debieron soportar una ‘excursión financiera’ de 105.000 millones de dólares, igual al 11 % de sus P.B.I. combinados”. Y continúa, “aquí es evidente otro dato: no pueden ser la ineficiencia de las economías locales o la corrupción de las clases políticas las causas principales del desastre. Sin duda son componentes importantes del problema, pero secundarias respecto a la responsabilidad de las finanzas internacionales, de los grandes bancos de inversiones que jugaron sus propias partidas sin tener mínimamente en cuenta las reales condiciones de estos países, preocupados solamente en extraer provechos y cortar la cuerda apenas se viese delineado algún peligro”.
Extendiendo tales análisis al resto del mundo, nos daríamos cuenta de que el 10 de septiembre, en todo el Este europeo y en la ex URSS, el número de personas que vivían con la mísera suma de 4 dólares al día pasaba de los 14.000.000 en 1989 a los 147.000.000 de la segunda mitad de los años 90. En los países en vía de desarrollo, así como en Europa central y oriental, la diferencia entre ricos y pobres aumentó, demostrando que el crecimiento del P.B.I. no significa necesariamente, como querrían hacernos creer, disminución de la pobreza. “Más bien, muy frecuentemente las cifras le indican, a quien quiera mirar, que,  aunque la riqueza de los países pobres significa sólo riqueza para las exiguas minorías que los dominan. Y que son, casi siempre, muy amigos de las élites occidentales con las cuales hacen negocios y en cuyos bancos depositan los miles de millones de dólares robados a sus propios súbditos”. Y las cifras globales eran, y son, un poco desconcertantes. Sobre 6.000 millones de habitantes en el mundo, 1.200 millones sufren hambre, 1.500 millones no tiene suficiente agua potable, mitad de la humanidad vive con  2 dólares  diarios, mientras que la mitad de esta mitad con sólo  1 dólar. A esta última categoría pertenece el pueblo afgano.
Pero tal situación, aunque este aspecto parece haber estado subvaluado por la política estadounidense,  podría haber repercutido a nivel accionario americano, y esto a su vez podría haber invertido el proceso de los últimos años, durante el cual consumidores y empresas estadounidenses han gastado mucho más de cuanto ganaban”. Pasos atrás, aunque modestos, los Estados Unidos no han querido pensar  por el temor a una contracción en el crecimiento americano, pero tal actitud es la base de la disminución del porcentaje del crecimiento medio anual del P.B.I. por el temor a una contracción en el crecimiento americano, pero tal actitud es la Mundial. “Al querer mirarlo con ojos fríos, Chiesa sigue basándose en datos estadísticos de 1999, el balance era, por consiguiente, de una alarma roja: contracción impetuosa y sin pausas  de la economía americana, sobre todo de sus finanzas. Dos fenómenos que a la larga se revelan incompatibles. Pero junto a ello se conjugaba un despegue del todo inédito con el crecimiento de la economía real (los así llamados ‘fundamentales’) y el crecimiento financiero”.
La situación, en resumen, ve hoy a los EE.UU. presos en una peligrosa recesión que hacía años que tenían oculta, ya sea para el mismo pueblo americano como para el mundo entero y “ahora que la crisis se manifiesta evidente, es muy probable que -continúa el autor- se reaccione en base al instinto de supervivencia, del cual destilan las leyes de la jungla que guiaron a quien estaba sobre el puente de mando en la época de las vacas gordas”.
Desde el otro extremo del mundo, sin embargo, China, el único país que no depende de las decisiones de Washington y que en los últimos años estaría en permanente crecimiento, podría aprovechar el momento de crisis para levantar la cabeza y armar a los numerosos enemigos potenciales del patrón americano. Es por eso que el 10 de septiembre de 2001 el gobierno americano definió a este país como “antagonista estratégico”, anticipado por Ronald Rumsfeld al final del año anterior, quien había firmado un documento en el que se indica a China como un adversario peligroso e ingobernable a partir del año 2013.
La carrera del poder americano a la búsqueda de nuevas tecnologías como el escudo espacial, podría estar, por consiguiente, ligada a esta fecha en la cual  la partida podría reabrirse.
Giulietto Chiesa llega a la conclusión de que por ahora “nuestra común esperanza, de mujeres y hombres normales, cualquiera que sea la longitud y la latitud en que vivamos, estará en la capacidad de organizarnos para hacer difícil, insoportable, imposible la guerra que ya ha comenzado. Por consiguiente, una esperanza difícil. Porque no está escrito en ningún gran libro del Cuento Final que quien está del lado de la razón deba vencer, antes o después. Ni tampoco está escrito en ninguna parte que esta civilización construida por el hombre deba sobrevivir a la fuerza.

Nota: Aunque no esté especificado, el texto entre comillas corresponde al libro de Giulietto Chiesa “La Guerra Infinita”. Para quien quiera profundizar el argumento, puede consultar en nuestra web www.antimafiaduemila.com. En la sección “atrasados” se puede también encontrar una entrevista a Giulietto Chiesa acerca de estos argumentos titulada “Los Dueños del Mundo

S.O.S. PLANETA TIERRA

Por Ana Petrozzi
Anexo 2
Queda poco tiempo para salvar al planeta Tierra. Hace algunos años, si se hubiera hecho una afirmación de este tipo se habría producido un escándalo; se hubiese calificado de catastrofista a cualquiera que osara llamar la atención sobre el gravísimo estado de salud de nuestro hábitat.
Hoy, desdichadamente, como sostén de la evidente crisis, tenemos los datos y las dolientes palabras de un protagonista de la historia del mundo: Mikhail Gorbachov; quien en un reciente editorial publicado por el periódico La Stampa, trazó un balance trágico de los recursos de la Tierra, llamando a todos los países más potentes para una toma de conciencia y de responsabilidad.
En realidad, pese a las numerosas cumbres habidas en diversas partes del mundo, las acciones no han seguido a las declaraciones.
“La situación no sólo no ha mejorado, sino que continúa empeorando. Tiene razón Kofi Annan cuando dice que deberíamos estar ‘llenos de vergüenza’. Sí, ha sido un decenio perdido. Estamos en el s. XXI y nos damos cuenta de que es hora de romper el círculo vicioso de debates sin consecuencias, sin resultados concretos y reales. Esto se vuelve más importante viendo que el proceso de globalización, menospreciando sus potencialidades positivas que, por ahora, no hace más que profundizar y agravar los problemas existentes. El peligro crece.”
El ex Presidente de la URSS siguió diciendo: “Recientemente -y todos los periódicos italianos hablaron de ello- los científicos se preguntaron si la humanidad podrá sobrevivir hasta el 2050. Los intereses de la humanidad, de todos los ciudadanos de nuestro planeta, así como su misma vida y la de sus hijos y sobrinos está amenazada. Este peligro no puede ser ignorado. La pasividad se está transformando en criminal. Los intereses colectivos humanos imponen pasar a la acción. Pero algunos tienen dudas y se preguntan si las medidas tendientes a tutelar la Tierra, su naturaleza, no perjudicarían intereses privados, sobre todo aquellos de la comunidad de negocios. Estas dudas están privadas de fundamento.
Con un acercamiento correcto y razonable, los intereses privados pueden (y deben) encontrarse en armonía con los intereses globales. Es evidente que esto requerirá determinados esfuerzos y también sacrificios. Pero estos esfuerzos y sacrificios serán recompensados y nos traerán ventajas a todos nosotros. ¿Qué es lo que pasa en la realidad? Estoy muy preocupado: las iniciativas reales se encuentran en punto cero, o casi. A veces se va directamente hacia atrás.”
En particular, Gorbachov hace referencia a las conclusiones publicadas en el W.W.F., en Living Planet Report 2002.
Según los datos recogidos, siguiendo diversos estudios conducidos hasta la fecha por organizaciones internacionales, entre las que se encuentran la Naciones Unidas, se estima que en el 2050 la población mundial rondará los 9 mil millones de personas y habrá un crecimiento económico y un rápido desarrollo de la tecnología. Todo esto, suponiendo que el ecosistema del planeta pueda soportar los consumos que tales adelantos implicarán; porque en estas entusiastas proyecciones no está considerado este aspecto, al contrario.
Se lee en el informe W.W.F., que los estudios analizan la relación entre la demanda de consumo humana y la capacidad biológica productiva del planeta: ¡pero no contemplan si este tipo de futuro es posible!
Mediante el uso de una computadora World3 es posible calcular dos tipos de escenarios: uno standard, en el cual no se reconocen cambios  políticos en los próximos 50 años, y un segundo en el que se presupone un avance tecnológico notable. En el primer caso, alrededor del año 2040 el desarrollo superaría en un  150 % la capacidad biológica de la tierra; en el segundo, ni siquiera se podría llegar al 2030.
Son más que fundados los temores de Gorbachov; pero hay otro aspecto de enorme gravedad: “la raíz de muchos problemas modernos, desde la ecología hasta el terrorismo, está en la terrible pobreza en la cual viven miles de millones de personas. Pero la ayuda de los países ricos a los pobres del último decenio se ha reducido del 0,35 % al 0,22 % del P.B.I. de los países ricos. Es verdad que en el G8 de Kananaskis se dijeron muchas palabras justas sobre la necesidad de incrementar la ayuda a los países pobres. Ahora podemos esperar a que a las palabras le sigan también gestos concretos; porque preocupan las observaciones que acompañan  las buenas palabras. Por ejemplo, que hace falta ayudar sólo a aquellos que aplican políticas de liberalización y privatizaciones. O sea, ayudar sólo a los países “democráticos”. En otras palabras, en lugar de ayudar a todos se ponen condiciones para recibir ayuda. Pero ¿no es bien evidente que sin la victoria sobre la pobreza, sobre el hambre, sobre la amenaza de muerte por desnutrición, no es posible ningún proceso de desarrollo; que no es posible un proceso de desarrollo tan poco democrático?”.
Espera el ex Presidente que la cumbre de Johanesburgo prevista para dentro de un mes y medio, pueda ser de verdad resolutiva, para poder cambiar “un modelo que destruye nuestro ambiente y empeora las condiciones de nuestra existencia.”.
Desgraciadamente, hay algunos, entre los países más responsables de la contaminación, que piensa en no participar en la cumbre.
“Estamos de nuevo en el umbral del riesgo. Está en juego la quiebra de la cumbre, o, lo que es aún más preocupante, la continuidad de las meras declaraciones. Repito: el tiempo de las palabras terminó. Lavarse las manos significa dar un paso hacia el abismo.-
Por esta razón, Gorbachov envió un mensaje a 70 Jefes de Estado. Confiamos que su dramático , pero urgentísima petición, sea escuchada. “El Siglo XX, con sus tragedias, ha sido un siglo de inquietantes admoniciones. El XXI debe volverse el siglo de las respuestas a los desafíos de nuestro tiempo. No podemos permitir que no se den estas respuestas, de otro modo, el siglo que apenas se ha iniciado podría volverse el último de la historia de la humanidad.”