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HE ESCRITO EL 25 DE FEBRERO 2008:

OS PIDO QUE LEAIS ATENTAMENTE EL ARTICULO DE ESTA IMPORTANTE PERIODISTA DEL PERIODICO ITALIANO “LA STAMPA” QUE DEMUESTRA CON MUCHA CLARIDAD CUANTO NOSOTROS HEMOS ANUNCIADO, ES DECIR QUE LA UNION EUROPEA ESTA A LA MERCED DE FUERZAS POTENTES Y OCULTAS, PERO QUE SE PUEDEN INDIVIDUALIZAR FACILMENTE.
LA GRAN BATALLA DE ARMAGHEDON ESTA EN CURSO.


GIORGIO BONGIOVANNI

SANT’ELPIDIO A MARE (ITALIA)

NACIONALISMOS VENENO DE EUROPA
de Bárbara Spinelli

La Unión Europea, que nació para diluir los nacionalismos violentos, ha dado en estos días un paso paradójico, que pudiera tener efectos siniestros casi sin darse cuenta. La  mayor parte de sus Estados ha decretado que la indipendencia de Kosovo era algo no solo ineluctable sino también justo y bueno, así como el Señor vió que era algo de bueno la tierra y el cielo que había apenas creado. De golpe, los principales gobiernos europeos han desmentido su propia historia al decidir de proteger a un Estado que tiene como razón palpable de ser la segregación étnica. Se han transformado en una fuerza que legitima Estados racistas, integrándoles en una Comunidad que les rechaza solo con palabras. Los promotores del reconocimiento dicen que el paso era ineluctable, visto el naufragio de la diplomacia. Dicen también que no se tratará de una verdadera independencia y que por lo tanto no habrá contagio: será una independencia bajo vigilancia, fingida. El nuevo Estado será un protectorado europeo así como ha sido desde el ’99 un protectorado de la ONU y de la OTAN. Pero Europa revela su propia inconsistencia, mostrándose esclava de las necesidades. Y revela su propia poquedad, apostando sobre la fuerza civilizadora  de un protectorado que libera a los kosovares de responsabilidades primarias: efectivamente tocará a Europa proteger a las minorías, no a los kosovares. Estos últimos no deben mejorar: será Europa la que pensará en la civilización, si lo hará.
La verdad es que hay inquietud en la Unión, que no hay el entusiasmo americano de frente al gangrenarse de nacionalismos en el continente. Pero la inquietud es apenas una encrespadura sobre las aguas del fatalismo.
Europa no sabe la historia que está haciendo y parece haber olvidado que es trágica. Es una historia trágica tanto para la Unión como para los Balcanes, a la que estamos abriendo las puertas sin pensar seriamente en el futuro. En lo que concierne a la Unión se confirma la enfermedad gravísima en la que vivimos desde hace años: incapaz de unirse, aboliendo los derechos de veto que posee cada Estado, Europa se vuelve en botín de los demonios.
Toda su política de ampliación ya está caracterizada por el nacionalismo descubierto. Cada pequeño estado al cual se le promete la adhesión tendrá su veto, ni siquiera endulzado por la conciencia de los propios errores y horrores históricos –que está viva en los países fundadores-. La dependencia de los Estados Unidos se dilata, se vuelve patológica rivalidad mimética. Nos convertiremos en potencia también nosotros si descubrimos el Estado nación y si incluso creamos otros nuevos: esto es lo que nos decimos a nosotros mismos, vacuamente. Pero con una variación: si Europa fuera una federación a la americana, soportaría estas variaciones de pertenencia internas. En las condiciones actuales, siendo una suma de mini-soberanías, se corre el riesgo de la degeneración.
Se corre el riesgo de hacer lo que no se quisiera: encender de nuevo las identidades étnicas, haciéndose garantes y disimulándolas. El hecho de volver a los nacionalismos es trágico también para los Balcanes y para los organismos internacionales. Al prospectar la independencia bajo protectorado, los ministros de asuntos Exteriores francés e inglés, Kouchner y Miliband, dijeron en el 2007 que el status quo no podía ser aceptado y que no había que olvidar las agresiones serbias. En realidad es el status quo el que se acepta hoy y la pérdida de memoria cunde. El status quo de las reparticiones, de las persecuciones de las minorías, de las lógicas bélicas. La pérdida de memoria de lo que pareció ser la intervención occidental en los Balcanes: una lucha contra el odio étnico, no para suscitar mini Estados raciales. Todo esto nace además con las mejores intenciones: para la liberación de los pueblos. Con 90 años de retraso Europa vive su momento wilsoniano, como lo llama el histórico indio Erez Manela. La autodeterminanción de los pueblos, que proponía el presidente Wilson entre el 1918 y el 1919, la repropone una Europa sin memoria de lo que ya entonces se escondía detrás de la autodeterminación: los protectorados, los conflictos, las hipocresías, la violencia de las desilusiones. También esta vez hay hipocresía: los dirigentes de la Unión saben que la indipendencia no funcionará sin muletas externas. Que Serbia con el apoyo ruso, hará pasar hambre a Kosovo, empezando por hacerles faltar la energía (el 45 % de la electricidad kosovar viene de Belgrado). Sabe que no se podrá invocar la legalidad internacional, visto que la resolución 1244 del Consejo de Seguridad, aprobada en el ’99, prometía a Belgrado el respeto de las fronteras existentes. En fin, es trágica la hazaña en la que Europa se embarca por mucho tiempo. Sin ser todavía una unión, bloqueada por vetos internos, Europa se permite la más costosa de las aventuras: la aventura de los protectorados coloniales, que empezó en Bosnia-Erzegovina combinada con negociaciones de adhesión cada vez menos exigentes y cada vez más tácticas. Una aventura potencialmente infausta, visto que nadie osa romper con las prácticas del protectorado OTAN-ONU. Hay que añadir el drama de los fugitivos serbios: la más grande población de prófugos en Europa. Son 700.000 los serbios que han escapado de Bosnia y Croacia (en Croacia quedan los serbios que se han convertido al catolicismo, escribe el estudioso Raju Thomas). A estos se añaden 207.000 serbios y Rom (gitanos) de Kosovo. El protectorado OTAN-ONU ha sido en realidad un desastre. Lo explica detalladamente un informe redactado en el 2007 por el Instituto de Política Europea de Berlín, para el ejército alemán: en casi nueve años, ONU y OTAN han consentido que naciera un Estado criminal que mezcla radicalismo político, servicios secretos corruptos, racismo, mafia.
Casi todos sus dirigentes, empezando por Hashim Thaci (premier desde noviembre 2007) han militado en la Armada de liberación de Kosovo y están relacionados con la mafia internacional e italiana: Kosovo está especializado en el comercio de armas, lavado de dinero, tráfico de droga, de clandestinos, de prostitución. Es un Estado que tolera linchajes anti-serbios como el de marzo 2004. Que segrega a los serbios en pueblos-gheto. Que persigue a los Rom. Pero Europa no se ha ocupado a fondo de estas cosas. Se ha ocupado de la bandera y del estatuto de la nación: sin dar verdaderas garantías a los serbios, sin preguntarse lo que era para ellos Kosovo, considerándoles eternamente culpables de las culpas de Milosevic. La guerra contra este último se justifica ex-post solo si hoy no se aceptan a los pequeños Milosevic kosovares. En cambio alli se aceptan. Esta es la paradoja: gracias al paragüas abierto de Europa, el mal puede insinuarse de nuevo en sus pliegues. En el informe de los estudiosos alemanes, la comunidad internacional aparece cómplice de estos nacionalismos violentos: “su rechazo de ver la realidad es grotesco”, y es insensato el optimista “complacimiento de incompetentes” que anima a sus máximos representantes. Las fuerzas Kfor de la OTAN, las fuerzas Unmik de la ONU, están involucradas en grandes vilezas mafiosas. La administracción de EEUU ha “preferido a los políticos más violentos” sistemáticamente, desde los tiempos de Clinton, y “varias veces ha ayudado a los criminales a escapar”. En la base norteamericana en Kosovo existe una cárcel que se llama Guantanamo, el Campo Bondsteel (el nombre de un comandante de EEUU en Vietnam). Los nacionalismos son un veneno para Europa: a la larga pueden hacer que se vuelva irreconocible.
Aún no existe como Unión y ya está pronta a crear protectorados que con el tiempo secretarán resentimientos e impunidad. Bajo un protectorado o dentro de la Unión (se ha visto en Austria, Italia, Polonia) todo se vuelve posible: los racismos en el poder, la ilegalidad y ese fenómeno cada vez más difundido al que el Banco Mundial dió el nombre de State Capture, en el 2000. La “captura del Estado” por manos de personas o grupos que privatizan el poder, esquivando leyes e instituciones. Visto que existe Europa como garantía externa, las naciones y sus dirigentes pueden permitirse de todo: los resentimientos y la caza a quien es diferente, la costumbre a la irresponsabilidad y la “captura del Estado”.

La Stampa.
24 de febrero 2008

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