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Astrea no solo mantiene los ojos cubiertos sino un bozal que le impide manifestarse. La Justicia en Paraguay ha involucionado, en medio de la crítica ciudadana que compara a ese poder del Estado como antro de injusticia y corrupción.
La administración de justicia en el Paraguay volvió a aplazarse en este 2014, como lo ha venido haciendo históricamente, en un rosario de recurrencias de mala praxis, corrupción y atraso supino de los procesos que, antes bien, la han convertido en injusticia.
Lo que debería ser protocolo basado en la rigidez de la interpretación de la ley, se ha transformado en una burocracia terrible, adobada de barreras de todos los calibres que se oponen a la meta de sentencia pronta.
Parecería que los jueces tienen más afinidad con los tramposos o chicaneros que con los que sostienen la ley y la razón en las manos.
En medio de escenario, los corruptos gozan.
Ciudadanos indignados surgidos de la ocasión precipitaron estos días un espectáculo aparte en un concurrido centro gastronómico de Asunción al improvisar un escrache al ex ministro de la Secretaría de Emergencia Nacional, Camilo Soares.
Se declararon con méritos y dignidad suficientes como para compartir el espacio con una ex alta autoridad de Gobierno acusado de esquilmar el presupuesto público en la institución donde debía prestar asistencia nada menos que a los paraguayos caídos en desgracia por algún fenómeno atmosférico o climatológico.

Soares también estaba destinado por su jefe Lugo a prestar asistencia a sectores empobrecidos o vulnerables de la población, entre ellos campesinos e indígenas.
Sin embargo, según evidencias asentadas en sobrios biblioratos del Ministerio Público, el ministro del SEN se dedicó a hacer política partidaria y echar mano de los fondos estatales.
Lo peor de todo es que, con sobradas pruebas a mano, la Justicia no actúa, dejándose impresionar por abogados chicaneros, sin atinar en ningún momento a llamar al orden a los tramposos y, mucho menos, a intentar siquiera encauzar el proceso por los conductos normales con el objetivo de procurar sentencia.
Casos como el de Soares abundan en nuestro sistema judicial.
Ahí están campantes Enzo Cardozo, Armin Hamann, Francisco Rivas, el clan Gómez Verlangieri en pleno, los hermanos Buzarquis, Germán Fatecha, Heriberto Alegre y el mismo ex presidente de la República Federico Franco y familia, Víctor Bogado, José María Ibáñez, “Beto” Ovelar y tantos otros gozando en libertad.
Todos ellos tienen graves cuentas con la justicia, y, según se cuenta, tienen metida la impunidad en el bolsillo, como parte de una institución oficiosa manejada por una antigua y bien pulida rosca encargada de convertir la injusticia en justicia, la mentira en verdad, lo negro en blanco y lo malo en bueno.
“Si el pueblo calla, hablarán las piedras”, dice una cita bíblica.
Aplicada a nuestro caso, “Si la Justicia calla, que el pueblo juzgue”.
http://www.lamira.com.py/destacados/si-la-justicia-calla-que-el-pueblo-juzgue/