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 Reportero grafico mexicano, asesinado por denunciar, uno más
Por Jean Georges Almendras
Agosto 3, de 2015
periodistaasesinado1

Ha caído uno de los nuestros. Rubén Espinosa Becerril. Uno como nosotros. Como nosotros, que creemos en la verdad y creemos en la justicia. Como nosotros, que nos asquea la corrupción y que nos repugna ver la soberbia y el avasallamiento de criminales vestidos de Estado y con atuendos de opulencia, teñidos en sangre y cubiertos de impunidad. La eterna impunidad de los poderes políticos y criminales. En Sudamérica y en Italia, y en otras regiones del planeta. Un sistema de convivencia, disfrazado de una democracia insulsa y farsante, y desviado.
Llorar, sería poco.
Porque la rabia vence al llanto y porque la fuerza para luchar crece. Se incrementa. Se hace más consistente. Y hasta se multiplica, sorprendentemente.

La noticia de la muerte de un periodista, primero nos conmociona. Después, nos indigna y por último, nos revoluciona.
La sangre de un hombre de prensa ha sido derramada en soledad. Bajo las sombras de la impotencia, ante tanta vileza. Ante tanta maldad. Y lo imagino a merced de las fauces de los desalmados que lo masacraron junto a cuatro mujeres y me estremezco. Porque ese hombre sometido al tormento, que no se vendió a los intereses criminales o económicos, me recuerda al martirologio de otros hombres y mujeres, de una profesión antigua y veraz. Me recuerda a otros justos que caminaron sobre los mismos pedregales, padeciendo los mismos golpes y los mismos dolores. Recibiendo además las loas eternas y los reconocimientos sinceros, y también los hipócritas.
Sus asesinos primero lo emboscaron y luego lo maniataron. Manos y pies.
Sus asesinos hicieron lo mismo con cuatro mujeres.
Sus asesinos los golpearon sin consideración, como si a cada golpe borraran de la faz de la tierra las maldades de las cuales  son responsables generación tras generación. Los golpes deshacen el físico pero fortalecen el espíritu. Fortalecen el alma y el espíritu de quienes estamos en el mismo camino y de quienes quedamos atónitos por el crimen. Esos golpes que precedieron a la ejecución a puro plomo. Ese plomo maligno quemando la piel, los huesos y la vida.
Sus asesinos sabían muy bien lo que estaban destruyendo. Estaban destruyendo vidas valiosas. Pero no estaban destruyendo ni sus ideas, ni sus valores, ni sus enseñanzas. Ni su inocencia.
Rubén era fotógrafo y periodista autodidacta. Hace unos ocho años llegó al estado de Veracruz y en el 2009 fue contratado como fotógrafo de Javier Duarte, en aquel entonces candidato a gobernador. Pero un buen día, Ruben se apartó del sector público para asumir una postura crítica respecto a la violencia que se ejercía contra los periodistas en el estado. Como corresponsal de Proceso y Cuartoscuro, además de especializarse en movimientos sociales, se involucró con la denuncia de los crímenes de periodistas y en noviembre de 2012, en tanto cubría las protestas estudiantiles contra el gobernador Javier Duarte, tras el asesinato de un periodista de la revista Proceso, fue impedido de tomar fotos de una dura represión que aplicaba la policía a los estudiantes manifestantes. Y en medio de ese caos, un hombre del gobierno lo amenazó descaradamente. ¿Fue la señal de su final?
En setiembre del 2013, mientras registraba imágenes de un violento desalojo que hicieron las fuerzas de seguridad en la Universidad Veracruzana, él y otros reporteros gráficos fueron agredidos por los policías apostados en el lugar.
Un mes después se trasladó a la capital mexicana en busca de ayuda para sí mismo y para otros colegas. En ciudad de México participó de movilizaciones, siempre reclamando enérgicamente garantías de trabajo para los fotógrafos locales. Y poco a poco comenzó a incomodar al gobierno. Y una foto que Rubén llegó a tomar al gobernador Javier Duarte, fue quizás la manera más directa de quedar vulnerable ante sus enemigos.
Enemigos que en los últimos tiempos ya le impedían el ingreso a los eventos institucionales. Pero Rubén se las ingeniaba siempre para movilizarse contra la impunidad y para encabezar la colocación de una placa, en una plaza, con el nombre de Regina Martínez, una periodista asesinada tiempo atrás.
Hasta que sus enemigos lo fueron acorralando, especialmente después que Rubén registrara gráficamente una muy violenta represión cometida contra ocho estudiantes por parte de encapuchados que al parecer trabajaban en la Secretaría de Seguridad Pública. Fue el introito de su propio martirio, porque desde ese momento Rubén comenzó a ser seguido por personas armadas que incluso llegaban a tomarle fotos.
Rubén vivía literalmente presionado, por lo que a comienzos de junio abandonó Veracruz trasladando su residencia a la ciudad de México. Aún visiblemente estresado y aterrorizado comenzó a denunciar la forma en que la prensa crítica era silenciada, gritando a los cuatro vientos que seguía siendo constantemente amenazado por elementos del gobierno de Veracruz. La sombra de Javier Duarte no estaba ausente.
Instalado en ciudad de México desconfió de las autoridades por lo que no presentó una denuncia ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión. Y entonces, los peligros se duplicaron. Rubén quedó más expuesto. Quedó desprotegido. Quedó aislado por el Estado. Como suele ocurrir, antes del crimen. Como ocurrió con Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Como ocurrió con el periodista paraguayo Santiago Leguizamón y su colega Pablo Medina. Como ocurrió con el General Alberto Dalla Chiesa. Como ocurrió con el ambientalista brasileño Chico Méndez.
Finalmente, 31 de julio de este 2015, Rubén fue sorprendido por sus asesinos en un apartamento del barrio Narvarte, de la capital mexicana, perdiendo la vida junto a cuatro mujeres. Rubén Espinosa fue literalmente masacrado en las narices de las organizaciones en donde denunció las amenazas de las que era víctima, y que deberían haber instrumentado su protección. Y no lo hicieron.
¿Por qué será que de un tiempo a esta parte siempre se viene repitiendo –en nuestra América Latina y fuera de ella- esa historia de emboscadas y de muertes? ¿Por qué será que los asesinos siempre terminan meciéndose en la cuna del Estado? ¿Por qué será que lo que ocurre en México, tiene sobrados paralelismos con lo que ocurre en Paraguay? ¿Por qué será que los grupos mafiosos de Sicilia y de otras regiones de Italia, también siempre terminan meciéndose en la cuna del Estado o viceversa? ¿Por qué será que la impunidad es una pesada carga de estos días? ¿Será porque son muchos que la apoyan?
La humanidad se consterna porque los migrantes africanos se lanzan al mar hallando la muerte unos y la indiferencia europea los otros; en la franja de Gaza un bebe palestino muere quemado y la comunidad Israelí  pone distancia al hecho y se disparan los resentimientos genocidas contra un pueblo castigado por la criminalidad sionista; en Grecia, las economías zozobran como una barcaza en medio de un tsunami con el rotulo de banca europea, que se regodea con la soberbia del imperio; en Estados Unidos, la violencia racial cobra fuerza inaudita, de la mano de los uniformados al servicio de la Ley y en todas partes se rasgan las vestiduras como si eso fuera un hecho novedoso; en América Latina, el narcotráfico y la narco política se bañan bajo las mismas aguas, desbordándose las aguas putrefactas del caos y el terrorismo, anunciado con palabras bonitas y discursos cargados de retórica e hipocresía; en Italia, en Sicilia, en Palermo, un fiscal, Nino di Matteo, busca poner las cosas en su sitio y el Estado procura bajarle el perfil de los riesgos que corre, porque Cosa Nostra está sentada a la diestra del todopoderoso poder político.
Y podríamos seguir con la lista de las atrocidades de un tercer milenio, sembrando lágrimas. Pero por el momento, mejor será tomar enseñanza de este nuevo mártir del periodismo libre, que estoy seguro, al instante de recibir el primer golpe, y a sabiendas que la muerte lo estaba abrazando, no renegó de sus ideas, porque en su soledad del martirio sentía el consuelo de su grandeza y de su coraje. El coraje del hombre libre. Del hombre limpio.
*Foto PORTADA www.Vivelo hoy.com  

 

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