Esta página web utiliza cookies de carácter técnico propios y de terceros, para mejorar la navegación de los usuarios y para recoger información sobre el uso de la misma. Para conocer los detalles o para desactivar las cookies, puedes consultar nuestra cookie policy. Cerrando este banner, deslizando esta página o haciendo clic sobre cualquier link de la página, estarás aceptando el uso de las cookies.

22 de Febrero de 2015
SALTO DEL GUAIRÁ
Por Rosendo Duarte
Los sicarios de Ypejhú liquidaron en plena línea internacional, el pasado viernes, a Gregorio Salinas López, esposo de la conocida y polémica concejal colorada Élida Lomaquis.
Acribillaron su vehículo con más de 35 tiros de arma de grueso calibre en las narices de los policías de Paraguay y Brasil. De paso, hicieron víctima a dos pobres indígenas que, desafortunadamente, pasaban por el lugar.
Más allá del motivo de esta ejecución, que no es necesario ser muy imaginativo para suponer de qué se trata, hay que analizar el mensaje que esto deja para el gobierno del presidente de la República, Horacio Cartes.
Y tampoco en ese sentido no hay mucha vuelta que dar. Con esta nueva matanza, el crimen fronterizo le deja claro al Gobierno, y a toda la población del país, que no está preocupado ni en lo más mínimo por efectos posibles de la ley ni la justicia.
Aclara con letra mayúscula que en la frontera mandan el crimen organizado y los narcos.
La ley que impera es la ley de las metrallas, y seguirán matándose y matando a todos quienes se cruzan por su camino, ignorando la existencia del Estado.
El narcotráfico les dice a los tres poderes de la nación que no está ni por asomo preocupado por la supuesta movilización que han hecho tras el cobarde asesinato del periodista y corresponsal de ABC Color, Pablo Medina, y la joven Antonia Almada, cuyos asesinos, junto con varios otros bandos, siguen y seguirán aterrorizado la frontera, y burlándose de sus instituciones y operadores.
Este acto reafirma que el Estado va perdiendo la guerra ante el narcotráfico. Que los policías y otros representantes, hace décadas, pasaron al otro bando.
Algunas raras excepciones que aparecen por la zona son rajadas a la velocidad de un rayo hacia Asunción o son puestas en el “freezer” para no molestar.
¿Quién más debe morir para que el Estado reaccione? ¿O seguiremos con la pregunta “qué querés que haga con el muerto”?
A juzgar por los hechos, la región Norte del país ya está casi condenada. Por un lado, los integrantes de la banda criminal del autodenominado EPP, que extiende su poderío, y, un poco más arriba, los narcos, que están aun más lejos de ser derrotados.
Es imperiosa la necesidad de que los gobernantes de los tres poderes del Estado despierten de su letargo y tomen la decisión política de aniquilar a los sangrientos bandidos que se creen semidioses en la frontera, con el poder de decidir quién vive y quién muere.
Así como están las cosas, el comando sigue y seguirá por mucho tiempo a cargo de ellos.
Saldrán de sus escondites a quemar con plomo a sus enemigos, para desaparecer hasta el siguiente episodio de ajuste, tal como viene ocurriendo.
La buena gente que trabaja en las regiones en las que comandan los criminales no se merece un escenario de este tipo. En especial el departamento de Canindeyú, donde las ganas de progresar y producir están intactas hasta ahora.
Ojalá haya una reacción determinante contra estos bárbaros y que se despeje el camino para el desarrollo con base en el trabajo y esfuerzo honesto de paraguayos e inmigrantes, antes que el terror empiece a correrlos de la zona.
Y, de paso, que el Gobierno pueda sacudirse un poco de la narcopolítica, que va avanzado hacia la médula del poder, si es que aún estamos a tiempo.
http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/mensaje-claro-para-cartes-1338966.html