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gadaffi_01GADAFI PROMETE MORIR MATANDO
El dictador amenaza con un nuevo Tiananmen. Dimite el ministro del Interior y pide al Ejército que apoye la protesta. Las tropas se unen a los rebeldes en el este.
IGNACIO CEMBRERO - Rabat - 23/02/2011 www.elpais.com
Muamar el Gadafi se aferra rabioso al poder. "Nunca me iré, moriré como un mártir", espetó el dictador en un discurso interminable (75 minutos) en su primera intervención pública en directo desde que, el 15 de febrero, estalló la revuelta en Bengasi, a unos 1.000 kilómetros al este de Trípoli, y que el dictador ya tiene a las puertas de su palacio. Gadafi, de 68 años, instó a los libios a que "le amen" y a hacer frente a "las ratas que siembran los disturbios" en el país. E insistió, colérico: "Si yo fuera presidente os tiraría mi dimisión a la cara, pero yo soy el líder de la revolución, cogeré mi fusil, permaneceré en Libia y derramaré hasta la última gota de mi sangre".
Lleva 41 años, 5 meses y 22 días al frente de Libia y aún se agarra a ese título de "líder de la revolución" que no figura en el protocolo del Estado, pero que, en realidad, le otorga todo el poder. Por eso anunció ayer que "no se retirará como hicieron otros presidentes" árabes, porque él es "el líder de la revolución" y para seguir siéndolo "está dispuesto a purgar casa por casa". Sus palabras, desconectadas de la realidad, recuerdan aquellas pronunciadas por los presidentes tunecino, Zine el Abidine Ben Ali, y egipcio, Hosni Mubarak, días antes de abandonar el poder.
Vestido con una túnica marrón, Gadafi apareció ante las cámaras en un marco cargado de símbolos. Llevaba en una mano su Libro Verde, publicado en los setenta con algunas de sus reflexiones "revolucionarias". A sus espaldas estaba la que fue su residencia, que la aviación norteamericana bombardeó en 1986. Nunca la reconstruyó.
Gadafi advirtió que las personas que se paseen armadas "son susceptibles de ser condenadas a muerte". Anticipando la virulencia de lo que podría ser la próxima ola de represión invitó a los libios "a sacar a los niños de las calles". "Vuestros hijos morirían sin motivo, mientras que los de los líderes del movimiento están bien escondidos en Europa y en Estados Unidos".
A diferencia de los otros jefes de Estado destronados, en su discurso Gadafi apenas hizo concesiones y sí profirió múltiples amenazas contra su pueblo, que en el este del país se ha librado ya de su régimen. "Mubarak era un peligro para su país; Gadafi es un peligro para la humanidad", escribía en Facebook un exiliado libio tras escuchar la larga intervención, salpicada de gritos, incoherencias y momentos de aparente euforia como cuando declaró: "Libia liderará a África y al mundo".
Reiteró hasta la saciedad que no dimitirá. "No tengo poder", afirmó contra toda evidencia. "El poder está en manos de los comités del pueblo". "¿Queréis que Libia sea como Somalia?", preguntó aludiendo al país más caótico del mundo. Y se contestó a sí mismo anunciando una represión similar a la de la plaza de Tiananmen, en Pekín, que en 1989 costó la vida a cientos de manifestantes. El líder también denostó a sus adversarios. Los jóvenes de Bengasi que convocaron en Facebook el Día de la Ira fueron "engañados", sostuvo. "Son unos jóvenes de 16 a 17 años que se drogan, se emborrachan, y que están manipulados por los agentes de los servicios secretos extranjeros".
Su único gesto apaciguador consistió en anunciar una vaga descentralización del poder, cuyas líneas maestras, precisó, serán explicadas por su hijo, Saif el Islam. Las palabras de Gadafi fueron acogidas con la misma ira que las del hijo, en su discurso televisado del domingo. En Bengasi la imagen del líder, en directo en la televisión, fue proyectada sobre la pared sin ventanas de un edificio, y una multitud la seguía mientras le tiraba piedras, según varios vídeos en Youtube.
Coincidiendo con el discurso, los primeros periodistas occidentales lograron entrar en Libia a través de la frontera terrestre con Egipto, que ya no está en manos de los fieles de Gadafi. Describen ciudades como Musaid y Tobruk en manos de los rebeldes, que intentan organizarse e imponer el orden colaborando con las fuerzas de seguridad, con las que han confraternizado. La prensa aún no ha llegado a Musratha, la tercera ciudad, a 210 kilómetros al este de Trípoli, pero varios testimonios aseguran que el Ejército se pasó ayer al lado de los manifestantes.
A última hora, hasta el ministro del Interior libio y camarada de Gadafi desde los tiempos de la revolución de 1969, Abdulá Yunis, anunció su dimisión y su adhesión a la denominada Revolución del 17 de Febrero, que reclama la salida del dictador, según Al Yazira. El ministro ha pedido al Ejército que se sume a los manifestantes y respalde sus demandas "legítimas".
En Trípoli, tras los enfrentamientos del domingo por la noche y del lunes, la jornada fue relativamente tranquila, aunque para amedrentar a la población los helicópteros militares continuaron sobrevolando la capital a baja altura. La ONG Human Rights Watch (HRW) calcula que unas 62 personas murieron en la ciudad durante las primeras 36 horas de la represión. "Hemos visto", relataba un vecino de Trípoli a HRW, "vehículos todoterreno repletos de hombres armados enmascarados, vestidos de militares y equipados con armas pesadas, dirigirse a los lugares de concentración en el centro de la ciudad". Una vez llegados a su destino disparaban sobre la muchedumbre.
El régimen continúa desmoronándose. Cada hora se alarga la lista de embajadores y altos funcionarios libios que dimiten, encabezados por el destinado en Washington, Ali Aujali, que sigue los pasos de los miembros de la representación libia en la ONU (salvo el titular). Los diplomáticos en Francia y ante la Unesco expresaron su respaldo "al pueblo en esta revuelta contra la máquina de la opresión", si bien no dimitieron. Sí lo hicieron los embajadores libios en Bangladesh e India. Las legaciones en Malasia y Australia emitieron comunicados de condena de la represión.

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