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ACTO EN HOMENAJE A EUGENIO SIRAGUSA EL AMOR ETERNO E INFINITO

Montevideo, 16 de septiembre del 2006

Eugenio Siragusa, in memorian: “Que dulce modo tenés de no estar. Quedarte así, cuando te vas como un aroma de sol en la piel, mucho verano después. Que dulce modo de permanecer, cómo me das, rumbo y ayer, hago de tanto trabajo de amor, lágrimas y resplandor”. Sin señal de adiós María Elena Walsh A Giorgio, razón de mi vida: “Fogata de amor y guía razón de vivir mi vida”. Razón de vivir Víctor Heredia Dedicado a todos los hermanos de la Obra con los que compartí momentos inolvidables, y en especial a aquellos que están lejos físicamente pero siempre tan cerca de mi corazón. LA LLAMADA La llamada fue intensa, poderosa, casi irresistible. Resonó muy fuertemente en nuestros corazones desde el momento en que nos llegó la noticia del acto que en homenaje a EUGENIO SIRAGUSA había decidido realizar GIORGIO en Montevideo el sábado 16 de septiembre. Nuestros espíritus, ya sensibilizados por la noticia de la muerte física de EUGENIO, hicieron estremecer a nuestros corazones traspasados de amor y sacudidos por la llamada que nos atraía a ese homenaje. Llamada que, en ese momento, pensábamos que emanaba de GIORGIO. O, para expresarlo más adecuadamente, del infinito amor que GIORGIO siempre había sentido y manifestado por su padre espiritual. Un amor inocultable, indisimulable, de esos que se dejan ver sin necesidad de palabras o expresiones que lo limiten. Los días que faltaban para el encuentro se alargaban, el viaje hasta Montevideo se nos hizo interminable y el tiempo, siempre urgente y generoso para donarse, parecía ahora detenido. A medida que nos acercábamos a nuestro destino, la llamada se iba haciendo más poderosa. Tanto que hasta me parecía diferente a todas las anteriores. Y las palabras que GIORGIO nos dijo a poco de llegar, me parecieron una confirmación. - “Es importante que todos estemos aquí para dar testimonio por Eugenio y por su Obra”. Claro, me dije para mí, es la fuerza del amor que GIORGIO sintió siempre por EUGENIO lo que resuena tan fuertemente en nuestro interior. Lejos estaba de anticipar, en ese momento, los acontecimientos que se vivieron horas después. EL HOMENAJE Cuando llegamos a la sala del Ateneo, GIORGIO se dirigió directamente al escenario, mientras la mayoría de nosotros entrábamos al auditorio. El salón, casi lleno, ya estaba en penumbras y la música sonaba suavemente. Era muy fácil percibir la ansiedad y la emoción de todos los presentes, aún antes de comenzar el acto. Cuando el primer video comenzó a mostrar las imágenes de EUGENIO y mientras se oía la incomparable voz de GIORGIO que narraba su historia, de repente y sin proponérmelo, me encontré recordando mis primeros pasos en la Obra. Recordé la primera vez que me hablaron de GIORGIO, cuando escuché por primera vez su nombre y cuando por primera vez tuve en mis manos su primer libro. Y me encontré diciendo para mis adentros y para él: EUGENIO, yo no tuve el honor ni la suerte de conocerte en esta vida, oí tu nombre por primera vez a través de las palabras de GIORGIO, quien te mencionaba como su padre espiritual. Y fue entonces, que lo sentí, ahí, presente entre nosotros. Un torbellino de energía me envolvió y me transportó a dimensiones desconocidas. Inesperadamente, todo pasó a segundo plano. Mis pensamientos, el video, la voz emocionada de GIORGIO, la sala, los asistentes. El alrededor quedó opacado por una energía tan intensa como maravillosa, que nos envolvía y elevaba a todos. EUGENIO estaba ahí, entre nosotros, haciendo sentir vigorosamente su presencia. Tocaba nuestros cuerpos físicos desde afuera a la vez que nos desbordaba desde nuestros corazones. Me quedé inmóvil, como paralizada, tratando de entender lo que me sucedía y a la vez intentando no perder ni el más mínimo detalle. Y en el mayor silencio, temblando de emoción y reverencia, desde el corazón escuché algo que podría traducir en las siguientes palabras: - “Los he llamado hoy aquí, para homenajear a mi amado hijo, Giorgio, y para dar testimonio de su Obra”. Y fue entonces cuando comprendí la fuerza de la llamada. Como siempre suele suceder, cuanto más creemos entender algo y más explicaciones racionales buscamos para justificar ese entendimiento, más lejos solemos estar de la verdadera razón de las cosas. Y así, lo ni siquiera imaginado se manifestó con toda claridad ante mí: ¿Cómo no iba a ser fuerte y poderosa la llamada, si procedía no solamente de GIORGIO que nos reunía a todos para honrar a su padre y para dar testimonio de su Obra, sino que a la vez provenía de EUGENIO, que nos convocaba también a todos para evocarnos el amor por su hijo y para darnos testimonio de su Obra? Tanto amor se veía grandioso, se percibía extraordinario y se sabía invencible. GIORGIO desde el escenario y EUGENIO desde nuestros corazones nos hicieron vivir una experiencia inconcebible para esta dimensión. Ejecutaron una sinfonía de amor que hizo palpitar a nuestros corazones y nos elevó a alturas hasta entonces desconocidas. El homenaje seguía su desarrollo y si bien yo escuchaba perfectamente todo lo que se decía en el acto, al mismo tiempo todo a mi alrededor seguía estando como en segundo plano. El mutuo amor de EUGENIO y GIORGIO tornaba secundario todo lo demás. En determinado momento pregunté: “EUGENIO, ¿alguna vez podré conocer la magnitud de tu Obra?” No había terminado de formular la pregunta cuando escuché nítidamente la respuesta: - “Por sus frutos la conoceréis”. No fue necesario que dijera nada más, la alusión era obvia. Y supe cuán grande debió ser su Obra para poder dar un fruto inconmensurable como GIORGIO y la suya. Pero EUGENIO me siguió hablando y puntualizó: -“Tal vez cuando seas capaz de entender el verdadero alcance, la auténtica dimensión, la real grandeza de la obra de Giorgio, tal vez entonces y sólo entonces, logres comprender la dimensión de la mía”. Entendí claramente la advertencia y la amonestación de EUGENIO. Por mucho que intentara yo conjeturar o suponer, la comprensión cabal de ambas Obras no estaba a mi alcance. Momentos después, desde el escenario, un emocionado GIORGIO nos decía a todos palabras parecidas a las que siguen: - “La muerte no existe y Eugenio no ha muerto. Está aquí, entre todos ustedes. Y es suficiente con que piensen en él para que él los escuche y si es necesario, les responda”. Al escuchar estas palabras le pedí, o mejor dicho le supliqué a EUGENIO que les dijera a todos lo que me había dicho a mí de GIORGIO. -“Escríbelo”, me contestó, “escríbelo y compártelo con todos tus hermanos. Para que sepan que yo estaré siempre con todos aquellos que estén con mi hijo”. El sueño de amor terminó cuando concluyó la conferencia. Volvimos todos a las cosas externas y regresamos a la casa de GIORGIO para una pequeña reunión con los hermanos que se iban primero, esa misma noche o temprano al día siguiente. Entre ellos estaba yo. Durante todo el tiempo que estuvimos reunidos, volví a sentir que EUGENIO seguía estando entre nosotros. Luego vino la despedida, el traslado de los hermanos a los domicilios donde se alojaban y la cena tardía con los pocos que habíamos quedado porque partíamos al día siguiente muy temprano. Yo estaba tan conmocionada por las emociones de ese día inolvidable que continuaba en otro mundo, haciendo un esfuerzo para discernir si lo que había vivido era real o una ilusión de mis sentidos. En lo profundo de mi corazón yo creía ciegamente que todo lo experimentado era real, pero la sola idea de contarlo o repetirlo en voz alta me desalentaba y parecía quitarle entidad al hecho. Si esa misma noche, ya tarde y a punto de despedirnos, un GIORGIO muy cansado y agotado hasta el límite por el esfuerzo de todo el día, no me hubiera preguntado mi parecer sobre lo sucedido en el homenaje a EUGENIO yo no hubiera podido contarle lo que he dicho hasta aquí. Y ante mis dudas sobre lo que había sido, él no hubiera podido confirmarme que realmente fue EUGENIO quien se había comunicado conmigo. Y si no me hubiera ratificado la orden de escribir lo vivido, casi seguramente yo no me hubiera atrevido a hacerlo y a compartirlo, desobedeciendo de tal modo la orden más hermosa que quizás alguien pueda darme en cualquier tiempo: dar testimonio del amor de EUGENIO por GIORGIO y del apoyo incondicional a su Obra. ORACIÓN FINAL Cuando me dispuse a poner por escrito mi experiencia le pedí ayuda a EUGENIO. Le supliqué que guiara mi trabajo para ser capaz de reflejar lo más fielmente posible los hechos sucedidos. Ahora le pido que su energía compenetre estas líneas y se vivifique en el instante en que alguien las lea, para que de tal modo se suplan las deficientes expresiones de las mismas, se borren las limitaciones que el idioma escrito nos impone y, antes que con los ojos y la mente, las palabras que contienen puedan ser leídas y entendidas con y desde el corazón. Que así sea.

Inés Lépori White
Rosario,19 de septiembre del año 2006