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Papa-incontra100Francisco se reunió con 80 mil miembros de Comunión y Liberación de 47 diferentes países del mundo, en el décimo aniversario de la muerte de don Giussani, de quien recordó «el bien que me hizo». La invitación a no «petrificar» el carisma y a no caer en la tentación de la autoreferencialidad

Andrea Tornielli - Ciudad del vaticano

«Centrados en Cristo y en el Evangelio, ustedes pueden ser los brazos, las manos, los pies y el corazón de una Iglesia “en salida”». Lo dijo Papa Francisco al recibir en la Plaza San Pedro el abrazo de 80 mil personas de 47 países diferentes y que pertenecen al movimiento Comunión y Liberación.

El encuentro se llevó a cabo para recordar el décimo aniversario de la muerte de don Luigi Giussani y también para rememorar el 60 aniversario del nacimiento del movimiento. Los presentes llenaron no solo la Plaza San Pedro, sino también gran parte de Vía della Conciliazione. A su llegada en el jeep blanco descubierto, el Papa saludó a los fieles.

En su saludo, el presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, Julián Carrón, sucesor de Giussani, recordó que el fundador había insertado en el adn de CL la unidad con el sucesor de Pedro: «Nosotros queremos vivir cada día más renovando aquel primer amor, para que se renueve en nosotros esa disposición del corazón desde el principio», indicó.

Francisco agradeció a don Carrón por «esa bella carta que ha escrito» a los miembros de CL en la que los invitaba a ir a Roma. Dijo que agradecía a don Giussani «por diferentes razones. La primera, la más personal, es el bien que este hombre me hizo y a mi vida sacerdotal, a través de la lectura de sus libros y de sus artículos. La otra razón es que su pensamiento es profundamente humano y llega hasta el anhelo más íntimo del hombre». El Papa también recordó cuán importante era para “don Gius” «la experiencia del encuentro: encuentro no con una idea, sino con una Persona, con Jesucristo. Así, él educó a la libertad, guiando al encuentro con Cristo, porque Cristo nos da la verdadera libertad».

Papa Bergoglio después citó un cuadro que le gusta mucho. «Me viene a la mente “La vocación de Mateo”, ese Caravaggio frente alque me denetía largo rato en San Luis de los Franciscanos cada vez que venía a Roma. Ninguno de los que aparecen allí, incluido Mateo, ávido de dinero, podía creer el mensaje de aquel dedo que lo indicaba, el mensaje de esos ojos que lo veían con misericordia y lo elegían para seguirlo. Sentía ese estupor del encuentro... es así el encuentro con Cristo, que viene y nos invita. Todo, en nuestra vida, ahora como en tiempos de Jesús, comienza con un encuentro con este hombre, el carpintero de Nazaret».

El «Sí» de los primeros seguidores de Jesús «no era el resultado de una fuerza de voluntad, no venía solo de la decisión del hombre», sino que provenía «antes de la gracia, era el “primerear”, la precedencia de la gracia. Jesucristo siempre nos primerea, nos espera, nos precede siempre; cuando llegamos, Él ya estaba esperando». «Y no se puede entender esta dinámica del encuentro que suscita el estupor y la adhesión –continuó Bergoglio– sin la misericordia. Solamente quienes han sido acariciados por la ternura de la misericordia conocen verdaderamente al Señor. El lugar privilegiado para el encuentro es la caricia de la misericordia de Jesucristo hacia mi pecado. Y por este motivo, algunas veces ustedes me han escuchado decir que el lugar privilegiado para el encuentro con Jesucritso es mi pecado».

«La moral cristiana –explicó Papa Francisco– no es el esfuerzo titánico de quienes deciden ser coherentes y lo logran, una especie de desafío solitario frente al mundo. No, esta no es la moral cristiana, es otra cosa. La moral cristiana es respuesta, es la respuesta conmovida frente a una misericordia sorprendente, impredecible, incluso “injusta” según los criterios humanos, de Uno que me conoce, conoce mis traiciones y, a pesar de ello, me quiere, me estima, me abraza, me llama de nuevo, confía en mí, espera de mí».

Francisco entonces insistió sobre la naturaleza del camino de la Iglesia, repitiendo la invitación que había hecho a los cardenales el pasado 15 de febrero: «Dejar que se manifieste la gran misericordia de Dios. La vía de la Iglesia es la de no condenar eternamente a nadie; de difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la pidan con corazón sincero; la vía de la Iglesia es justamente la de salir del propio recinto para ir a buscar a los que están lejos en las “periferias” de la existencia; la de adoptar íntegramente la lógica de Dios».

El Papa reconoció que, después de 60 años, «el carisma original no ha perdido su frescura y vitalidad. Pero, recuerden siempre que el centro es uno solo: ¡Jesucristo! Cuando pongo en el centro mi método espiritual, mi camino espiritual, mi forma de ponerlo en práctica, yo me salgo del camino. Toda la espiritualidad, todos los carismas en la Iglesia deben ser “descentrados”: ¡en el centro está el Señor!»

Y luego añadió: «¡El carisma no se conserva en una botellita de agua destilada! Fidelidad al carisma no quiere decir “petrificarlo” (es el diablo el que “petrifica”), no quiere decir escribirlo en un pergamino y ponerlo en un marco. La referencia a la herencia que les ha dejado don Giussani no puede reducirse a un museo de recuerdos, de decisiones ya tomadas, de normas de conducta. Implica, por el contrario, fidelidad a la tradición y fidelidad a la tradición (decía Maher), “significa mantener vivo el fuego, no adorar las cenizas”. Don Giussani no les perdonaría nunca que perdieran la libertad y que se transformaran en guías de museo o adoradores de cenizas. ¡Mantengan vivo el fuego de la memoria de ese primer encuentro y sean libres!».

«Así, centrados en Cristo y en el Evangelio, ustedes pueden ser los brazos, las manos, los pies, la mente y el corazón de una Iglesia “en salida”. La vía de la Iglesia es salir para ir a buscar a los que están lejos en las periferias, salir para servir a Jesús en cada persona marginada, abandonada, sin fe, desilusionada de la Iglesia, prisionera del propio egoísmo. “Salir” significa también rechazar la autoreferencialidad, en todas sus formas, significa saber escuchar a los que no son como nosotros, aprendiendo de todos, con humildad sincera». Porque de lo contrario se corre el peligro de una espiritualidad de etiqueta y «caemos en las mil trampas de los que nos ofrecen la complacencia autoreferencial, ese vernos en el espejo que nos lleva a desorientarnos y a transformarnos en meros representantes de una Ong».

El Papa concluyó con dos citas «muy significativas» de don Giussani. Una del comienzo y otra del fin de su vida. La primera: «El cristianismo no se realiza nunca en la historia como fijeza de posturas que hay que defender, que se relacionen con lo nuevo como mera antítesis; el cristianismo es principio de redención, que asume lo nuevo y lo salva». Y la segunda: «No solo nunca pretendí “fundar” nada, sino que considero que el genio del movimiento que vi nacer es haber sentido la urgencia de proclamar la necesidad de volver a los aspectos elementales del cristianismo».

03/ 7/2015

http://vaticaninsider.lastampa.it/es/vaticano/dettagliospain/articolo/39545/