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AHORA INCLUSO APARECE UNA HOSTIA

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Brindisi (Italia) – Son las 17:45, la aparición de la Virgen al joven Mario D’Ignazio ha terminado hace alrededor de media hora. Muchos fieles se han ido.
En el jardín de su casa están sus parientes más cercanos, no son más de diez personas. Mario está conversando con algunas mujeres cuando de improviso cae al suelo de rodillas. Su mirada se pierde en el vacío, sus labios le comienzan a temblar, la boca se abre, sobre la lengua aparece una hostia. Un escalofrío recorre la espalda de los presentes. La gente a su alrededor queda petrificada, alguien grita, su madre, Carmela Balestra, se le arrodilla al lado.
Lo apoya con la plegaria, lo sostiene. Sabe lo que está sucediendo, no está asustada. “Es Jesús quien me ha dado la eucaristía, estaba vestido de azul”, explica el joven dos minutos después, cuando vuelve en sí. Esta vez la aparición ha sido sólo para pocos elegidos. La gran masa de fieles, que hasta hace poco había orado con él, ya se había ido. Una verdadera señal, para quien ha querido entenderlo de esta forma. Un mensaje. La prueba tangible de que quizás Mario D’Ignazio no esté diciendo patrañas, la hostia la vieron todos absolutamente. Era blanca, estaba seca y apareció de improviso sobre su lengua. Se materializó bajo la mirada de todos. Algunos sostienen que la vieron bajar del cielo.
Ayer quienes ya habían asistido alguna vez a un milagro de este tipo no quedaron para nada sorprendidos. Sólo se han emocionado y orado intensamente. El encuentro con la Virgen ha sido verdad, cada uno lo ha sentido dentro suyo. En la tarde de ayer en el barrio Santa Teresa, ha comenzado como todos los viernes desde hace 8 meses a esta parte. Es decir, desde que Mario  D’Ignazio, un joven de 26 años de Brindisi, ve a la Beata Virgen María. Era el 5 de agosto, día en el cual se celebra la fiesta de la Virgen de la Nieve.
La cita se ha renovado semanalmente, María ha dejado siempre un mensaje. Ayer sucedió lo mismo. Recitado del Rosario, el momento de la aparición y la plegaria. Pero desde hace algunas semanas el fenómeno ha pasado a ser de dominio público, difundido por la prensa y la televisión. La cantidad de fieles ha aumentado desmesuradamente. Ayer el árbol bajo el cual Mario tiene las apariciones estaba rodeado de una multitud más que numerosa. Gente de todas las edades, hombres y mujeres. Enfermos e inválidos. Todos con el Santo Rosario en la mano. Todos emocionados y con los ojos húmedos, unidos por una fe insuperable, listos para el encuentro con María. El viernes pasado la Virgen pidió que todos sus fieles trajeran una vela “Deseo que el próximo viernes traigan velas que yo misma bendeciré y oren con ellas por todo el mes de mayo dedicado a mí. La luz de las velas os recordará el don de la fe y alejará de vosotros toda duda y oscuridad”, así se hizo. Todos quienes se presentaron ayer en peregrinaje en  la casa de campo de la familia D’Ignazio, tenían en su mano un cirio o una vela. Comenzó la vigilia, las oraciones se recitaron al unísono, luego Mario cayó en el sueño, se desvaneció. Mientras su cuerpo estaba extendido en el suelo, inmóvil, la Virgen le estaba hablando. Los presentes temblaban, a su alrededor bajó el silencio. La plegaria se volvió más intensa. Todos tenían un nudo en la garganta. En el aire había algo extraño, Todos se dieron cuenta de ello. Luego el joven de 26 años recobró la consciencia con el pasar de pocos minutos. Tomó papel y lápiz y escribió el mensaje que la Virgen le había dado un poco antes. Su mano se movía velozmente sobre el cuaderno. Escribió de continuo, sin detenerse ni por un instante. Una música con dulces melodías acompañaba sus gestos. Luego vinieron los saludos finales, los abrazos y la renovación de la cita para el próximo viernes.

3 de Mayo de 2010

Mensaje de la Virgen del 30 de abril de 2010

La Madre de Dios llega luego de una explosión de luz muy blanca, vistiendo un largo hábito rosado y en la cabeza un velo azul y doce estrellas a su alrededor, brillantes como la luz del sol.
Después de hacerse la señal de la cruz, con muchísimo amor dijo:
“Alabado sea el santísimo nombre de Mi Hijo Jesús Cristo. Hola hijos míos, hoy deseo exhortaros a todos a la oración y que la oración sea verdaderamente el fruto de vuestra coherente conversión. Hijos míos, la plegaria os dona la paz, la alegría, la vida en Dios. Queridos hijos, Dios me envía a vosotros para que podáis arrepentiros de vuestros pecados y entregaros a Él. El Señor de la Vida nos espera en su casa, a los pies del Santo Tabernáculo. El Tabernáculo tiene que ser vuestra fuerza y vuestra protección. Jesús es eucaristía y la verdadera vida. Adorad y refugiaros en la Santa Eucaristía y de frente a ella sentiréis y gozaréis de su presencia viva. Hijos míos ¿cuánto más tendré que aparecer sobre la tierra de modo tal que comprendáis que Dios es el verdadero Salvador? Vosotros tenéis la necesidad de mi materna ayuda, porque solos no llegaréis a Cristo. Yo intercederé por todos vosotros y os presentaré a aquel que es eterno.
Queridos hijos, hoy os bendigo a todos vosotros, a los piés de mi olivo de paz y de bendición. Yo os custodiaré en mi corazón inmaculado y como dentro de un cofre, así el mal jamás podrá dañaros.
Hijos míos abrid los corazones hacia mi venida salvadora ya que yo os conduciré a Cristo, un unigénito del Padre. Ofreceros a Dios incluso en las humillaciones más duras y veréis que toda dificultad será superada en la fe, en la esperanza y en la caridad.
Hijitos, es la madre de las madres que os dice: reconciliaos con mi Hijo.
Hijos, Él os llenará de su gracia y el espíritu os transformará en nuevas criaturas.
Ahora deseo bendecir las velas depositadas bajo mi olivo y colmarlas de mi paz maternal: en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Orad, amad y remediad.
Queridos hijos os ofrezco una oportunidad, no la rechacéis y no insultéis lo que estoy cumpliendo en este lugar Santo y bendito de la Santísima Trinidad. Yo moro aquí para la consolación de mis hijos necesitados de confortación y consuelo.
Hijitos escuchadme y yo atenderé vuestras súplicas. Os amo y os bendigo a todos, especialmente a los que sufren en el cuerpo y en el espíritu. Hasta pronto pequeño mío.”
La Señora se aleja en su purísima luz y me invita a hacer tres pequeñas señales de la cruz sobre la frente, como símbolo de pertenencia a Cristo. Luego todo desaparece de improviso, como una luz que se apaga.
Alabado sea Jesús Cristo.